Me encuentro hoy aquí parado en expectativa, en este lugar secreto cuya existencia tendría que haber escapado a mis oídos pero en mi más grande acto de locura he descubierto y aquí es donde habré de esperarla. Esperar a aquella mujer que me ha cautivado, con su cuerpo moreno y cabellos negros. De solo pensar en su figura, las curvas de sus caderas y la de sus labios que, sin que ella misma lo sepa, invitan a los hombres a cometer actos demenciales solo con tal de probar su sabor, aunque se una sola vez.
Recuerdo con claridad la primera vez que la vi, en aquella discoteca abarrotada de gente, ella y tan sola ella destacaba en la multitud. Yo sabía muy bien que no estaba a mi alcance, ni siquiera el hecho de poder llegar a hablar con ella pero busque alejarme de mi propio prejuicio y a pasos torpes extendí a ella mi mano de forma galante y, tan gentil como solo puede ser ella, acepto mi propuesta. Juntos bailamos mucho tiempo, lo que ella no sabía es que en ese preciso instante mi mente era un embrollo, un debate de tentar a la suerte e intentar probar el sabor de aquellos labios. Cuando la noche finalmente llego a su fin mi lenta mente no se había aclarado aun y la oportunidad se me escapo de las manos. Me prometí en ese momento que nunca más me volvería a pasar.
Me pongo un poco nervioso y empiezo a chequear si tengo todo lo necesario, mi celular y mi billetera se encuentran dónde deben estar y las llaves en mi campera. También tengo el bolso donde guardo la libreta que tiene anotados el lugar y la hora del lugar al que venir y otras anotaciones más, y también está el arma.
El arma si está bien guardada, bien dispuesta al fondo del bolso, espero que ningún movimiento brusco arruine aquel momento tan calculado y bien planeado. La he traído solo por si acaso, en caso de que ella reaccione negativamente a mi presencia, de que se enoje o incluso peor, tal vez quiera atacarme o rehuir de mí, tengo la certeza de que el arma podrá contener la situación.
Tengo la certeza también de una reacción negativa, aunque lo que más me gustaría es que no sucediera sin embargo conozco esta situación tan comprometedora aunque eso no quita que pueda ilusionarme con que me reciba con rostro sonriente y luego se arrojara a mis brazos dándome uno de aquellos besos que atormentan mis sueños cada noche. Lamentablemente esto no será así, lo que no quiere decir que no sea capaz de revertir la situación.
Me impaciento, ya ha de ser la hora de su llegada y aun así no la veo venir, ni siquiera un atisbo de su impactante presencia o una pizca de su aroma tan peculiar. Para asegurarme verifico la hora en mi teléfono y la angustia crece, ya han pasado diez minutos del horario estimado.
¿Habrá sucedido algo? No, tal vez solo está siendo impuntual, no todo el mundo debe ser tan estricto en el horario como yo ¿cierto? Si, seguramente es eso, seguramente se demoró al alistarse o agarro algún buen programa en la tv y le entretuvo lo suficiente como para no llegar a tiempo, ¿y si acaso no fuera a venir? No, no, estoy seguro que vendrá, no puede ser de otra manera, calcule todo de modo que suceda tal cual lo imagino.
Empiezo a caminar en círculos, eso siempre me tranquiliza, mientras una mano mía revisa constantemente la hora en el teléfono celular mientras la otra alborota mi pelo o juega con el llavero ¿hay algo que impida su presencia aquí? Los accidentes viales son algo muy común en estos días, igual que la delincuencia y la inseguridad. Emito un grito de angustia.
-¡NO! No puede ser eso, tranquilízate- me susurro a mí mismo y busco relajarme de alguna manera.
Una silueta curvilínea se asoma por la esquina y mis sentidos se paralizan totalmente por un momento, la calma se apodera de mi cuerpo y siento todos los músculos flojos como si fueran de gelatina. Allí esta ella, hermosa como siempre, que camina sumergida en su mundo, ajena totalmente a mi presencia. No es hasta que da un par de pasos más, estando a unos dos metros míos que finalmente me nota.
-¿Qué haces acá?- me dice y su semblante se va tornando de la leve indiferencia al enojo.
-T-te vine a ver- le digo tratando de sonar inocente pero su rostro no parece aliviarse y su boca se tuerce en una mueca.
-Ándate- dice y da un paso al frente tratando de pasar sobre mí, pero yo más rápido que ella la tomo rápido de la cintura con uno de mis brazos. Siento su forcejeo pero no le doy importancia, manoteo con la otra mano hacia mi bolso. Su resistencia se hace más intensa pero soy más fuerte y puedo dominarla y finalmente tomo alcanzo el arma y la extraigo, dispuesto totalmente a penetrar su corazón.
En un gesto galante acerco la rosa roja a su rostro y ella a pesar de su enojo persistente la toma en las manos y sonríe levemente.
-Perdón- le digo.
-Te dije que no vengas- me dice ya forzándose a mantener el aspecto furioso- la vas a pagar caro.
-Perdón- le digo una última vez mientras la acerco a mí, y los dos nos enlazamos en un beso, aquel que busco compartir a cada oportunidad tal como me prometí el día que la conocí.
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Editado: 04.05.2019