El doctor Díaz se recostó en su silla un poco cansado ya, era increíble la cantidad de pacientes que llegaban por esas épocas al consultorio con algún tipo de delirio religioso o místico y el suponía que algo tenía que ver la cercanía de la llamada "Noche de Brujas", todos los años era lo mismo. Por fortuna aquel día 31 sería el último de aquella época y con algo de suerte todo se normalizaría.
Ese mismo día había atendido a un niño que juraba que su hermano era el " Cuco " disfrazado y eso hacía que se hiciera caca en la cama; luego del niño le había tocado tratar con un hombre que decía ser el nuevo Mesías y así durante la semana había tenido casos muy similares. Lo más curioso es que durante su formación como analista le habían dicho que aquel tipo de situaciones eran de lo más extrañas y sin embargo, en la práctica, aparecían con una frecuencia que no le gustaba para nada, realmente no podía hacer otra cosa más que sentirse engañado por sus profesores y colegas.
La última paciente de que el día era una señora joven de alrededor de 35 años, que por lo que había dicho por teléfono tenía problemas maritales. Le pidió a su secretaria que hiciera pasar a la mujer y se recostó agotado en su silla. La paciente entro y miró a su alrededor, saludo al doctor y tomo asiento en la silla que estaba frente a él.
- ¿Hoy no trabajaremos con el diván doctor? - pregunto sin mirarlo directamente sino más bien siguió mirando el consultorio como si esperase encontrar algo.
- No, hoy tendremos una entrevista para conocernos mejor- respondió el hombre - así que dígame, ¿porque motivo esta hoy aquí?
- Por ninguno en particular - dijo la mujer y esta vez miro al doctor a los ojos - tengo entendido que le han dicho que estoy aquí por problemas maritales.
- Pero veo que no es así, entonces vuelvo a mi pregunta ¿que la trae a este consultorio?
- Quería conocerlo doctor, me han dicho que es el mejor analista de la ciudad - respondió ella y se acercó a él para murmurar en su oreja - déjeme contarle un secreto... Yo soy una bruja
Con todo lo que había pasado aquella semana aquello ya no le sorprendía al doctor, sin embargo no pudo evitar dejar escapar una mirada incrédula que la mujer noto.
-Veo que no me cree, es una pena la verdad- dijo la mujer levantándose del asiento para sorpresa de su interlocutor - créame cuando le digo que al final del día terminara por creerme.
Dicho esto la mujer se retiró de la oficina dejando al hombre solo y aun sorprendido.
“¡Que idiota!” pensó Díaz cuando la mujer se marchó “tantos años de práctica y no pude mantener la compostura” Realmente le inquietaba la mujer, obviamente la pobre sufría algún tipo de trastorno y el, en su prejuicio, había logrado que no se pudiera tratar y así encontrar una manera de superarlo.
Dejo su consultorio ya entrando la noche, aun con las palabras de la mujer dando vueltas en su cabeza. Se preguntaba si es que la mujer haría algo, “al final del día terminara por creerme” le había dicho y esto realmente le inquietaba; había sufrido ya situaciones parecidas de pacientes que lo terminaban por seguir hasta su casa o que llamaban a su teléfono a cualquier hora del día y realmente no era una experiencia que quisiera repetir.
A medida que avanzaba la noche no hubo suceso alguno que le indicara que la mujer haría algo por lo que se tranquilizó y pudo trabajar en unos informes que le habían pedido en el hospital en el que hace poco había hecho algunas intervenciones. Ya llegando la medianoche decidió cenar algo antes de dormir, dejo todos los papeles en el escritorio y fue hacia la cocina donde se preparó un sándwich vegetariano acompañado con algo de jugo de naranja natural.
Se recostó en su sillón favorito y encendió la televisión para ver si había algo que valga la pena ver. Tomo el control remoto y apretó el botón de encendido, en la pantalla se mostraban las líneas de estática por lo que dedujo que algo en el cableado estaba mal. A regañadientes se levantó del sillón y camino hasta el mueble del televisor. Las luces empezaron a titilar y de un momento a otro todo quedo totalmente a oscuras.
- ¡Mierda! - exclamo totalmente frustrado mientras iba hacia la cocina en busca de alguna vela.
- Al final del día me creerá- dijo la mujer a su lado en una voz aguda.
Los vellos de la nuca se le erizaron y dio un giro brusco que le hizo perder el equilibrio y caer al suelo. Las luces se encendieron de repente y donde segundos antes había escuchado la voz de la mujer no se encontraba nadie. Se levantó totalmente entumecido y camino hacia la sala de estar, que era la habitación más cercana, para ver si se encontraba allí la mujer.
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Editado: 04.05.2019