Lo último que me esperaba al entrar a mi habitación era encontrarme con que mis tres doncellas empezaran a aplaudir y a vitorearme.
—Ha estado impresionante, señorita —me alabó Romina.
—Su presentación ha sido magnífica —la apoyó Danna.
—El príncipe debe elegirla —continuó Abigail.
—No ha sido para tanto —dije, restándole importancia con la mano.
—Sí que es importante —dijo Danna—. Como usted ha dicho en el Report, hoy en día todavía hay niños que son explotados; y muchos de ellos son niños huérfanos. Hasta ahora ha sido un tema tabú; sabemos que pasa, pero no hacemos nada al respecto. No obstante, tras haberla escuchado todo el país, creo que los reyes intentarán hacer algo al respecto.
—No creo que… —empecé a decir pero unos golpes en la puerta me acallaron.
Todas nos callamos de golpe. Le indiqué con una mirada a Abigail que abriera la puerta. Ella obedeció sin rechistar. En el rellano de la puerta se encontraba Eric, con una sonrisa dibujada en su rostro.
—Buenas noches, señoritas —nos saludó en cuanto hubo entrado.
—Buenas noches —saludamos nosotras ejecutando una reverencia.
Se instaló un breve silencio. Unos minutos después mis doncellas se fueron con la excusa de acabar un vestido que me estaban confeccionando.
—Tus doncellas son muy agradables —comentó él, sonriendo.
—Son muy serviciales y leales.
Eric se acercó a mi cama y se sentó. Hizo un gesto con la mano para que le imitara, cosa que hice.
—Necesito hablar contigo, Maddie.
—¿De qué quieres hablar?
—Sobre tu presentación.
—Oh —exclamé, sorprendida. La verdad, no me esperaba que quisiera hablar sobre eso.
Eric me cogió las manos y me miró a los ojos con ternura y admiración.
—Tu presentación has sido asombrosa —me dijo—. Para mí ha sido la mejor de todas. No sé cuánto habrás trabajado en ella ni si te fue fácil hallar con el tema, pero ha sido magnífica.
Sus palabras hicieron que me ruborizara desde los dedos de los pies hasta la punta de mi cabello.
—Solo lo dices para que no me enfade.
Eric me miró serio.
—Maddie, no menosprecies tu trabajo. Ha sido… Ha sido… —Eric se pasó las manos por el cabello—. No tengo palabras que expresen cómo ha sido tu presentación. Ha sido muy buena. Créeme, nos ha dejado a todos asombrados.
Sonreí, sopesando las palabras de Eric.
—No sabes lo importante que es para mí oír lo que estás diciendo. Al principio no las tenía todas conmigo, pero luego el proyecto fue tomando forma. He invertido mucho tiempo en él.
—Se nota que eres muy trabajadora.
—Me gusta que todo esté a la perfección, que no haya ningún error, aunque a veces no lo consiga —dije, mirándole a la cara.
—Las cosas no salen siempre como uno desea. Por ejemplo, las notas. ¿No te ha pasado alguna vez que deseas sacar cierta nota y resulta que no has llegado? Porque a mí sí que me ha pasado.
—Cuéntame más sobre ti.
Eric alzó una de sus cejas.
—¿Y qué quieres saber de mí?
—Todo. Qué te gusta y qué no, lo que te preocupa, quiénes son tus amigos… Ya sabes, ese tipo de cosas.
—Hay muchas cosas que ya sabes de mí, como que toco el piano, el violín y la guitarra y que me gusta cantar, aunque no me gusta hacerlo delante de personas.
—Sin embargo, hay muchas cosas de desconozco de ti —inquirí, elevando una ceja.
—Hagamos una cosa, yo te cuento cosas sobre mí si tú me cuentas cosas sobre ti. ¿Qué te parece? Que uno formule una pregunta y que el otro la responda, y viceversa.
—Está bien —declaré yo—. ¿Qué es lo que más odias?
—Eso no vale —protestó él, divertido—. Odio que me controlen todo el tiempo. Odio que me digan lo que tengo que hacer y decir cuando estoy o no de acuerdo. —Eric calló por unos instantes, pensativo. Después, preguntó—: ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre? Y no me digas que bailar porque no lo acepto.