La calle que solía ser oscura, únicamente iluminada por los tenues alumbrares de la luna, hoy se iluminaba por las sirenas de los coches policiales. La calle que solía ser silenciosa, únicamente ambientada por el cantar de los grillos, hoy se atemorizaba con el ruidoso sonido de las alarmas de policía. Me encontraba a las tres de la mañana con Ander, mi hermano mayor, en la puerta de la casa donde vivíamos el y yo solos desde el incidente. Miraba los alrededores de la escena; todos (o la gran mayoría) de los vecinos miraban la casa del señor Cesar, nuestro vecino. Ya era la séptima víctima este año, y, no era casualidad, todo había transcurrido de la misma forma que las últimas 7 veces, de la misma forma a la que les ocurrió a ellos.
Ayer por la noche, sobre las diez, anunciaron los ganadores de la lotería, había salido ganador el señor Cesar, lo sabía ya que había salido en las noticias. Pero la alegría no llegó nunca al señor Cesar, ya que sabía lo que eso significaba; irían a por él. Cinco horas después, su mujer, Jane, llamó a una ambulancia y a la policía tras encontrarlo al volver de su viaje en el sillón de su casa con un disparo en la frente.
-Deberíamos entra, no creo que sea un buen momento para volver a vivir esta escena-dijo mi hermano entrando en casa. Observé como se alejaba hacia el interior, volví a girarme hacía el panorama, me fije en cada uno de los vecinos; Mari y Adam, un matrimonio jubilado que vivía dos casas más lejos de la mía; Pepa, Ana, Tom y Math, un grupo de amigos que vivían todos juntos en una casa familiar; Grace y Luke, un matrimonio reciente de unos 23 años; y por último, los nuevos vecinos, aún no sabía el nombre de uno, puesto que nunca había tenido la oportunidad de hablar con ellos, tan solo hacía una semana que vivían en la casa de enfrente a la mía. Solo podía decir que vivían allí un padre y su hijo, el padre tendría unos 35, y el chico, Brais, que tenía 17, mi edad, lo sabía porque acababa de empezar en el instituto donde yo estudiaba, en mi mismo curso.
En ese momento, Brais desvió su mirada hacia mi, esa mirada fría que él tenía. Siempre vestía con ropa negra, su pelo era negro, ese pelo que le caía por la frente, sus ojos, esos ojos que hipnotizaban a cualquiera, incluso ese piercing negro que tenía en el labio. No reaccioné ante su mirada sin expresión, simplemente, entré en casa para intentar descansar, pero esa noche no descansé, sino que, encendí el portátil, y busqué en uno de los cajones del escritorio la carpeta negra, una que tenía un letrero blanco que decía: Asesinato Señor y Señora Stewart. Revisé el caso que había sucedido hacía un año, leí de nuevo aquella información que ya me sabía de memoria, ahora añadí un nombre más a ese título; Asesinato Señor y Señora Stewart....y Señor Cesar.
***
Al día siguiente, en el instituto, de lo único que se hablaba era del caso del Señor Cesar, todos sacaban conclusiones o posibles sospechosos. Caminaba junto a Aba por el pasillo, nos dirigíamos a clase de Historia, iba escuchando los cuchicheos de todos los chavales de al rededor, recordando lo que pasó hace un año, sentía que me ahogaba con tan solo recordar.
-Adara, ponte esto- dijo Aba tendiéndome uno de sus auriculares-, te distraerás un poco.- Tomé el auricular, con tan solo escuchar las primeras notas de la canción la identifiqué sin problemas.
-Do I Wanna Know?, de Arctic Monkeys- dije de inmediato. Aba se giró hacía mi y negó con la cabeza mientras me pasaba el brazo por el hombro.
-Nunca me decepcionarás querida amiga, tienes un don para la música- me alababa ella.
Llegamos a la clase donde dábamos historia, tomamos asiento donde solíamos sentarnos, ni muy delante, ni muy detrás, en medio. Entonces entró un grupo de chicos, en el cual iba Brais, con su ropa negra, su mirada indiferente, su humor de perros. Esto último vino ya que una chica pasó por su lado, chocándose sin querer con él.
-Mira por dónde vas- le gritó.
-Lo....lo siento- dijo ella mientras le miraba embobada. Nadie lo iba a negar, Brais era muy guapo, además, su "aura" de chico misterioso le hacía más interesante. No le había costado integrarse, se juntó desde el primer día con el grupo popular, afortunadamente, le acogieron como si llevase toda la vida.
Entró el profesor de historia, el señor Carlos, dio por comenzada la clase. Historia no era una de mis asignaturas favoritas, pero la soportaba mejor que la clase de Biología, para mi era insufrible. Una hora después de estar escuchando a Carlos contar sus problemas con su mujer, ya que a veces se desviaba del tema, Aba y yo estábamos sentadas en el pasillo, una vez más con los auriculares. Ahora sonaba love the way you lie, de Rihanna y Eminem, esa canción siempre me animaba en los momentos de bajón. Intentaba analizar los ritmos, los instrumentos utilizados, los tonos de voz, con eso conseguía distraerme.
Fue entonces cuando se acercó Amatista, la última de las 3A, así nos llamaba el instituto, puesto que éramos las tres mejores amigas, todas con la inicial A en nuestros nombres. La diferencia era que Amatista era muy popular en el instituto y en todo el país, puesto que era influencer, a Aba y a mi nos conocían por ella, y por el incidente.
-Menudo día de mierda- exclamó mientras se dejaba caer resbalando por la pared hasta llegar al suelo.
-Al menos Carlos ha vuelto a contarnos los problemas con su esposa- dijo Aba riendo.
-Menudo pelma. Por cierto chicas, mañana hay fiesta en mi casa, ¿queréis venir antes para ponernos divinas?- preguntó Amatista, y sin pensarlo, Aba exclamó ilusionada. Ir antes a arreglarnos significaba usar ropa de Amatista, y su vestidor se actualizaba cada dos semanas, por lo que nos dejaba ropa, además, Aba estaba pillada, o mejor dicho, se acostaba con el hermano mayor de Amatista, Austin. Tenía 22, la misma edad que mi hermano, de hecho, pertenecían a la misma pandilla, han sido mejores amigos desde siempre, al igual que Aba y yo, quizás por eso conocimos a Amatista, y quizás Aba conoció a sus amores platónicos, Austin y Ander.