Capítulo 16
Micah
Las horas pasaban y el inminente encierro se hacía más profundo. Mi cabeza dolía al intentar salir de la ensoñación en que involuntariamente me había metido. Respire intentando levantarme pero la parálisis en su cuerpo se lo impidió, recorrió la vista por el lugar encontrándose en su habitación de la asociación en que trabajaba.
Su poder se salía de control algunas veces, las pesadillas que eran su mayor bendición lo hacían arrepentirse en ese momento. Cuando causas tanto dolor se te devuelve había dicho su hermano cuando lo vio por primera vez en ese estado. Y eso había pasado muchas veces, sin saberlo su cuerpo entraba en huelga y solo su cabeza funcionaba. Todo transcurría a su alrededor mientras su cuerpo se negaba a cooperar.
Cerró los ojos y el malestar en su cuerpo se intensifico. Piensa en lo que más tengas miedo de que ocurra y eso te mostraría su poder. En un bucle infinito hasta que el portador quisiera que terminará. De distintas maneras pero con el mismo espeluznante final, era como una mala película repitiéndose una y otra vez. Algo que se pegaba en tu cerebro aunque tu instinto te rugía que no era real. Pero en este momento él no tenía el control.
Su oscuridad le canto acompañándole en el dolor, huesos que parecían romperse uno a uno en pequeños intervalos de espera como un lenta e interminable tortura. El ejecutor que le hacía esto era lo que le dolía.
Con solo mover su mano una máscara de oscuridad tomaba a su víctima dándole el control de su mente por momentos. Desde que entreno para esto se había repetido el no tengas miedo y lastima por lo que veas.
Ahora él estaba aquí.
Encerrado y asustado por sus errores. Porque él nunca quiso hacer daño pero lo obligaron a hacerlo. Mientras él le temía a su poder Dimus lo manejaba. Por eso cuando los buscaron su hermano había sido la primera opción pero él nunca se había enterado por que el prometió que lo haría mejor. Lo que el repudiaba era lo que se obligó a hacer para que su hermano menor no tuviera que pasar por esto. La maldad nunca fue escasa en ellos pero esta manera en que el gobierno los quería para ser la mano que torturaba por ellos era absurda.
Por eso se mantuvo firme en que lo haría el, por eso nunca le dijo que los habían vendido y que lo dejaba odiarlo para que no indagara mucho en porque se mantenía allí. Veía la muerte todos los días el olor amargo que transpiraban los cuerpos al ser dejado por sus almas y les guiñaba a los espíritus que no soportarían más esta miseria.
Ellos no sabían que podía comunicarse con los muertos y era su secreto mejor guardado. Le habían vendido por una posición social sus propios padres lo hicieron sin dudarlo. Dimus los idolatraba esos que nos habían protegido cuando dejamos nuestro hogar. Que habían desafiado a sus superiores por nuestro bienestar. Nos vendieron para ser los conejillos del estado y sus fines secretos.
No esos que no mandaron lejos de ellos cuando el mundo ardía por nuestra cabeza enfrentando ellos la muerte de su gente y nuestros hermanos. Aquellos que muchas veces intentaron comunicarse pero nunca se nos dijo. Yo había descubierto todas sus cartas cuando los falsos padres que habíamos tenido pasaron a mejor vida.
La ambición había corrompido a los servidores fieles de nuestros padres a tal punto que no le importó que nos separaran y que uno podría morir.
Yo los descubrí y no deje que pasara.
Primer secreto. Hace dos años en una fría noche de otoño yo los había decapitado cuando me confesaron sus crímenes. Ese día huimos de Suecia el país que nos acogió desde que teníamos 7 años. Y no porque la secta de la que escapamos en primer lugar nos encontró.
Segundo secreto. Yo me comunicaba con nuestros padres reales y he ido varias veces a mi verdadera casa.
El dolor en mi cuerpo volvió cuando las imagines aparecieron. Estaba en una camilla en un viejo hospital y el cuchillo acariciaba mi piel antes de clavarse en algún lugar para seguir su recorrido. Grite cuando se retorció en mi pecho y el rostro brillo en sangre. La risa que ya no era dulce inundo la habitación y sus ojos acuosos me sonrieron sádicamente.
–Alexis–murmure.
–Tú los mataste–exclamo molesta retorciendo el cuchillo en mi interior.
Mire al piso y los cadáveres apilados tras ella se empezaban a podrir. Los vi. Vi una cabellera roja que resaltaba entre todos y junto a ella su hermano. Moví la vista y vi uno de los cuerpos sentado más lejos su garganta había sido cortada hasta sus orejas en una trágica sonrisa. Compartía mi rostro y solloce al notarlo. Sus ojos se abrieron y el negro los inundo. Empezó a temblar hasta levantarse y apuntarme, su rostro contraído de la ira.
–Nos mataste–canturrio con una voz que no le pertenecía.
–NUNCA TE CONTROLASTE–grito otra voz y vi los cadáveres volver a la vida.
–Nos mataste–canturreo Emily.
–Las muertes que nos causaste
–Se triplicara en ti–se rieron y pude volver.
Abrí los ojos intentado cerrar mi mano un gemido de satisfacción me abandono cuando mi cuerpo me respondió.
Me senté de mala gana y quite el cabello que se había pegado a mi cara y cuello por la capa de sudor que me cubría. Salí arrastrándome lejos de ese lugar, recosté mi cabeza de una de las paredes cuando tuve que recordarme que yo estaba a salvo.
–Micael–grito una voz cerca de mí.
–¿Qué? –hice una mueca al escuchar la voz retumbar en mi cabeza–No grites
–No estoy gritando Micah–me voltee a verla.
La vampiro de cabellos negros me miro curiosa, y me extendió su muñeca para que tomara de ella.
–No has salido de tu habitación en días desde que terminamos la misión–sonrió extrañada e hizo un pequeña mueca de dolor cuando clave mis colmillos en ella– Casi te voy a buscar
–No era necesario Edna–dije soltándola.
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Editado: 30.08.2021