¿Por dónde comenzar? Sentí que en un momento de mi vida, llegué a contar todo lo que quería que el mundo supiera de mí. ¿Qué más podía decir? Nada, una historia contada por alguien malvado, o así me consideré.
Salidas a la universidad, de la universidad a la casa y de la casa a la universidad, una rutina que me servía mucho. Solo algunas a veces salía de esa rutina e iba al parque, pero ¿De qué me servía? Veía como todos eran felices, los niños corriendo y riendo, los padres orgullosos de sus hijos y las parejas disfrutando del día.
¿Qué podía hacer yo? Solo podía sentarme y observar todo desde lejos, desde mi burbuja. Esa burbuja que nadie desde hacía mucho tiempo había podido romper.
De vez en cuando me veía al espejo y no veía a nadie, no veía a alguien importante, solo veía a alguien muy dañada, que no servía para nada y que sus ojeras eran más grandes que una esperanza de vida, eso era lo que veía, así que dejé de hacerlo, dejé de verme al espejo, no quería hacerme sentir más mal de lo que estaba.
Se puede decir que la vida es una combinación de colores, la mía era una entre el gris y el negro, es por eso que mi color favorito siempre fue el negro ¿Me pueden culpar? No, no lo pueden hacer. ¿Cierto?
De todas maneras siempre me sentí así, nadie puede echarme nada en cara, nunca pedí expectativas que yo estuve segura, nunca iba a llenar.
— La calma solo lleva al caos — Era algo que me decía todas las noches antes de dormir.
En ningún momento busqué victimizarme, solo hablé de algo que me hacía mal y que no podía sacar de mi cabeza.
Mis padres siempre estuvieron al margen de mi vida, pero aun con todo eso sintieron que algún día tuvieron el poder de elegir sobre mí. ¿Por qué? Si nunca estuvieron.
No dejes que rompan tu corazón. Tarde. No dejes que te maten. Muy tarde.
Una vez creí que todo sería mucho más fácil, pero la tormenta que tenía que atravesar pudo contra mí y me derribó, no pude levantarme y eso me hizo darme cuenta de que no soy para nada fuerte, que soy débil y que todo puede contra mí.
Una vez soñé que era libre, que no tenía estas cadenas que atan mis tobillos, que podía correr por un valle, que podía reír sin ser criticada, que podía llorar y no ser juzgada.
Pero eso fue lo que es, un sueño, algo que sé, no podrá ser real, porque los sueños son eso, sueños, algo que quieres que pase en la realidad, pero que no podrá ser posible. Que alguien lo suficientemente soñador dijo, si lo sueñas con fuerza, puede que se vuelva realidad, que solo hay que creer lo suficiente.
Pues, yo pienso y sueño, que nunca voy a salir de mi cárcel, una cárcel que mi propia mente creó, donde la condena es la muerte y mi delito es vivir.
Mi realidad no es deseada, a veces, solo leo y escucho música para escapar de ella y así vivir una vida que no es la mía, patético ¿No?
Entonces ¿Qué es un sueño? ¿Se puede sacar una verdadera conclusión?
Una vez soñé que mis sueños se hacían realidad, pero no se cumplió y mi corazón se partió a la mitad, la muerte no vino a mí.
Una vez soñé que no todo era oscuridad, todo eran tan bonito en mis sueños. Que al despertar mi di cuenta de que otra era mi cruel realidad y que esta nunca podrá cambiar.
Una vez soñé que moría, pero es muy fuerte la ironía, porque este sí se cumplió, pero no de manera literal. Porque estoy durmiendo junto a mi alma muerta.
Terminé de escribir en mi diario, lo cerré y me recosté contra mi escritorio.
Esta fue un tipo de tarea que me dejó mi psicóloga antes de enviarme con el psiquiatra, tomé la costumbre de escribir en ese pequeño cuaderno y plasmar hasta mis más oscuros pensamientos. Siempre fue algo muy relajante para mí.
Con mis músculos traídos traté de levantarme de ese escritorio, un tipo de melodía salía de mi computadora, era relajante, pero no sabía cuál era su nombre o de quien era.
Hoy llega Cloe. Pensé.
Cloe, mi hermana de once años, que estaba pasando unas largas vacaciones en casa de sus abuelos, no eran los míos, ellos nunca quisieron saber nada que se tratara de mí. ¿En vacaciones? Mis padres junto a Cloe iban a su casa, yo me quedaba sola, igual no quería celebrar nada.
Con un suspiro bajé las escaleras para esperarla en las escaleras, mamá y papá habían salido temprano y con una nota muy clara me dijeron que faltara a la universidad para esperar a mi hermana, como si de todas maneras quisiera ir a ese lugar.
Cada día se me hacía muy difícil seguir con mis clases como si nada, las miradas de mis compañeros, sus risas a mis espaldas, los apodos que me ponían. Todo era muy fuerte.
Hace poco había comenzado a recibir notas, que por arte de magia aparecían en mi asiento ¿Es que acaso eran unos niños? Por favor, ya no estábamos en la escuela primaria.
Esperé por unos minutos sentada en el sofá, debía admitirlo, amaba que Cloe regresara a casa, extrañaba tener con quien hablar.
Cloe era algo así, como mi mejor y única amiga, la única que siempre trato de entenderme, a pesar de nunca haber pasado por lo que yo y eso me hacía sentir en paz, ella si podía llegar a tener un futuro hermoso.
Cuando estuve a punto de levantarme para ir a la cocina por un poco de agua, escuché que tocaban la puerta.
Mi pulso se disparó y mis manos comenzaron a sudar, ya está aquí.
Respirando hondo llené mis pulmones de oxígeno y me decidí por abrir esa puerta, cuando tomé la perilla volví a respirar, no me preocupaba ver a Cloe, eso era lo de menos, lo que me preocupara era verlos a ellos.