Caminaba de aquí para allá en la terraza, esperando el momento perfecto.
- Materiales, listo. Trípode, listo. Silla, listo. Cafecito, listo
Tarjaba la lista en su pequeño cuaderno de hojas recicladas que ella misma había hecho.
- Y ahora el reloj – Señalándolo
Un reloj viejo y casi oxidado que no tardo en tocar, indicando que eran las 6am de la mañana.
- Perfecto. A pintar, pero antes. Estirar los brazos, un salto, dos polichinelas y tres cuclillas, listo
Ese era el ritual que nunca se olvidaba de hacer antes de comenzar a pintar.
Donde fuera que estuviese le gustaba contemplar los amaneceres y reflejarlos en sus pinturas, le daba un aire de nostalgia, como si aun fuese niña y corriese a los brazos de su madre.
- Y listo
Trataba de cumplir el estricto horaria que ella misma se había impuesto
Apagó su alarma y la volvió a reprogramar, para ella el tiempo era importante, cada minuto que transcurría nunca más volvería, es por eso que debía sacarle el mayor provecho posible.
- Ahora que sigue – se dijo a si misma – recoger casa, listo. Cerrar el gas, listo. Cerrar bien las ventanas, listo. Regar las plantas, listo. Cerrar bien la puerta, listo. Creo que no me estoy olvidando de nada – observando su libreta – ir a repartir los periódicos, Ok.
Le agradaba esa soledad que había en las mañanas, manejaba tranquilamente su bicicleta, su mas fiel medio de transporte.
- Estar puntual en la puerta del edificio, listo
La entrega de periódicos era una verdadera guerra campal, solo sobrevivían los más capacitados, cuanto más periódicos lograba entregar, más ventaja tenías. No había quien le ganase.
- Repartir a la mayor cantidad de edificios del sector 8, listo – tarjaba su libreta – en el tiempo exacto, perfecto – sacando su reloj de mano – bien sigue así y te darán el sector 9.
Prefería asear meticulosamente la cafetería, quería que se vea presentable, sacaba las tazas y platillos, colocaba los manteles, doblaba las servilletas, sacaba el café y cuando veía que todo estaba en su lugar, abría la cafetería, siempre a las 8 am.
- Por favor, que hoy haya clientes.
Por lo impecable que quedase el lugar, no llamaba la atención de la clientela, se quedaba horas y horas sintiendo que se desperdiciaba valioso tiempo, ya habría renunciado hace mucho tiempo, pero había algo que le obligaba a quedarse, lealtad.
- ¿Qué hago? – zapateaba aburrida
Tenía que buscar un nuevo trabajo, todos los días era igual, uno en el que pueda trabajar en las tardes, su salario era insuficiente. Y ahora tenía otras preocupaciones.
- Me pagaran la próxima semana de los periódicos y hoy cobrare lo de las velas – hacia sus cuentas – no alcanzaré a pagar el monto - no podía evitar estresarse – bueno, estresarse sin hacer nada, listo.
Tenia la esperanza que con su pintura obtendría más dinero. Caso contrario se quedaría sin donde dormir, la dueña le había propuesto tener una compañera de apartamento, así los gastos serian menos.
Aunque se lo había planteado, no le agradaba la idea de perder su privacidad y el silencio que le proporcionaba aquel lugar.
- Creo que no tengo opción. Realizar el anuncio – anotaba en su libretita
Al casi finalizar su día veía con tristeza como ese día las ganancias no superaban las expectativas, a ese paso la cafetería cerraría. Deseaba con todo su corazón que la abuela llegase a ver su preciada cafetería explotando de clientes.
- Algún día será
Aún mantenía esperanza.
- Bueno, bueno, Wara aun puedes retractarte – se dijo a si misma
No quería publicar en la vitrina que quería compartir su apartamento, es más odiaba la idea.
- Ah – se sorprendió al escuchar su reloj sonar, se estaba tardado demasiado.
Seria un accidente tal vez.
- ¡La hoja!
Un viento fuerte se lo había arrebatado, trató de alcanzarla, pero esta cayó al rio que pasaba en medio de la ciudad.
- Bueno, ni modo, no es mi culpa – se alejó del lugar alegre.
Ya pensaría en cómo conseguir dinero.