- Llego demasiado lejos – decía mientras se dejaba caer en la silla, tenía la respiración agitada y le temblaban las manos.
- Sr. Dugan – dijo acercándose rápidamente preocupado.
Puedo soportar que sea irresponsable, que siempre llame la atención de la prensa con sus estupideces, pero esto…. - decía llevándose la mano en la frente - ¿Cómo voy a decírselo a su madre?
- Señor por favor cálmense
- Le di todo lo que yo nunca pude tener cuando era joven. ¿Por qué me hace esto? – dijo tratándose de calmar – quiero que averigües todo sobre este incidente y que nadie más se entere, ¿entendido?
- Si señor, con permiso – dijo retirándose.
- Sr. Dugan, disculpe – dijo su secretaria tocando la puerta – su esposa acaba de llegar, lo está esperando afuera.
- Gracias Emilia
Y a continuación salió de su oficina para dirigirse a una de las tiendas, sabía dónde estaría exactamente su esposa, la conocía tan bien. En su camino se encontró con varios de sus trabajadores que lo saludaban con respeto, después de todo él era Anthony Dugan dueño de uno de los centros comerciales más importantes del país.
- Querido – dijo su esposa al verle.
- Porque no me dijiste que llegarías hoy, te hubiera ido a recoger.
- De seguro estarías ocupado – contesto mientras observaba la tienda – en fin, hace mucho tiempo que no pasaba por aquí y quise visitarlo.
- Aun así, debiste avisarme – contesto – debes estar cansada por el viaje.
- A si es, llevare esta – dijo ella – ¿quieres que nos vayamos juntos?, o sigues ocupado.
- Tengo unos documentos en casa.
- Entonces vámonos – dijo alegremente – tengo muchas cosas que decirte – continuo.
Recogió su compra y ambos se dirigieron a casa. Cuando por fin llegaron el Sr. Dugan se dirigió a su despacho para buscar unos documentos que no había encontrado en su oficina, o eso es lo que él dijo, pero en realidad se encontraba escondiendo en una de las cajas fuertes que nadie conocía, unos documentos junto con un flash que uno de sus asistentes le había entregado, no podía dejar que nadie lo viera.
Cuando se aseguró de guardarlo bien se dirigió a la sala donde ya se encontraba su esposa sentada en unos de los muebles bebiendo un jugo y observando detenidamente cada detalle de la esfera de nieve que se acababa de comprar.
- Nunca entenderé porque te gustan estas cosas – dijo él
- Es cosa mía querido.
- ¿Cuántas ya tienes?, ¿cien, doscientos?
- Sabes que me gustan coleccionarlas – contesto -pero no quería hablarte de eso fui a visitar a James.
- ¿visitaste a James?
- Si, eso dije
- En sus vacaciones
- Que tiene de malo
- Tienes la oportunidad de visitarlos todos los días, pero decidiste visitarlos cuando esta de vacaciones con su esposa.
- Así es.
- ¿y le avisaste?
- No – dijo colocando su esfera de nieve en la mesa.
- ¿Por qué?
- Pues al igual que tú, él siempre está ocupado. Nunca puedo encontrarlo junto a su esposa.
- Pero nos encontramos a menudo en las reuniones y fiestas que hace el centro comercial.
- No lo sé…necesitaba averígualo. necesitaba saber si ellos eran felices juntos.
Era la duda que la estaba carcomiendo por dentro desde hace mucho tiempo, temía que fingieran delante de ella, temía haber arruinado la vida de su primogénito.
- Ya vamos de nuevo, Emma te dije que era lo mejor para el – contesto, pero la curiosidad le venció – y que te pareció.
- Sabía que me ibas a preguntar – dijo sonriendo – pues se ven muy felices, ya estoy más tranquila – dijo notando que su esposo mostraba alivio ante sus palabras.
- Que bien – contesto – ahora dime. ¿Por qué saliste del país? – dijo tomando un sorbo del café que una de las sirvientas le había traído. Ella se quedó sorprendida sin saber que decir, luego soltó una risa.
- Ya me lo imaginaba – dijo ella – algunas cosas simplemente nunca cambian – continuo – fui a buscar a Nathan – haciendo que Anthony se atorara.