- Algún día, ¿Algún día lograre ser como ellos?
Un grupo de personas se movían al compás de la música, ninguno se quedaba atrás, ninguno se equivocaba. El corazón se le aceleraba cada vez que los veía bailar.
- Cuando logre recuperar mi dinero y con lo que estoy ahorrando de seguro alcanzara. Hasta entonces solo tengo que esperar
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- Un éxito total – se dijo a si misma – ¡Solo quedan unos cuantos! – gritaba – no se quede sin su peluche.
Las ferias le parecían un lugar alegre, niños corrían de aquí para allá seguidos por sus padres, los enamorados probaban los juegos mecánicos y se sacaban fotos. Todo parecía tranquilo, sonrió el lugar le llenaba de felicidad, pero también de tristeza, sacudió a ambos lados.
- Si Wara – respiró hondo – todo se solucionará, ya verás.
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No lo dudo, salió corriendo, esa mujer le debía. Tuvo que pasar vergüenza frente a todo el mundo y sobre todo frente a Daniel y Chloe.
- Sr. Dugan – dijo el encargado molestó
- Nathan – le corrigió – ya vuelvo es una emergencia.
Tenía que averiguar quien se encontraba detrás de ese disfraz.
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- Ahh – gritó
- Lo lamento – se disculpó.
La alarma de su reloj había asustado a una señorita. Se apresuró a apagarla, tenia que volver a Olie, se sentía moderadamente satisfecha con lo que había logrado en tan poco tiempo.
- Vender peluches, listo – intentó tarjar su libreta mas no pudo agarrar el bolígrafo – ay no, se calló
Se arrodilló tratando de buscar el bolígrafo, le resultaba complicado ver a través del traje había tenido problemas con dar cambios a los que compraban sus peluches.
Él miraba ambos lados.
- Estoy segura que la vi por aquí.
Avanzó más adelante.
- Te tengo
Se levantó con dificultad, recogió sus peluches y se dirigió a Olie.
- Hoy hare algunos peluches – seguía intentando tarjar su libreta – también hare unos cuantos caramelos, a los niños – su mano no podía sujetar el bolígrafo – les … ay encantara, me rindo – encogió sus hombros.
Miró el cielo y agradeció haberse ido a tiempo, empezaba a llover, caminaba encantada por la lluvia, el olor a tierra mojada y la brisa tibia que había en esa temporada. Desde los agujeritos del traje observó a una persona tocando la puerta de Olie.
- Buenas tardes – saludo ella
Él parecía desconcertado, una chica disfrazada de pato le estaba hablando de repente. Pensó que seria alguien que repartía panfletos.
- Buenas tardes – contestó él.
- ¿Desea ordenar algo?
- ¿Eh?, si ¿Tiene algún postre?
- Si, espere un momento por favor
Buscaba la llave para ingresar.
- Ah, no … puedo
Le costaba mirar la cerradura y agarrar las llaves.
- Quizá sea mejor que se quite el disfraz – dijo él - disculpe
Le quitó la cabeza.
- Gracias – pensaba quitarse adentro, pero tenía razón
Ambos parecieron reconocerse.
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Entró casi corriendo a su cuarto, ver la casa prácticamente reluciendo la ponía nerviosa.
- Diablos
Se dio cuenta que nuevamente se había olvidado quitarse los zapatos, el desastre que habrá echo en el pasillo, ni a quien culparle, y de paso con la torrencial lluvia que había caído aquel día.
- Primero a deshacerse de esta estúpida ropa
La tiró a un pequeño cesto simulando un balón de básquet
- Venga, 4 de 2 esta semana – se dijo a si misma - Debería comprarme ropa nueva, parezco abuelita con estos trajes
No era la primera vez que se lo planteaba.
- Lo lamento, no viene en talla grande
Si, ya conocía esa historia, asi que prefería seguir yendo con el traje de abuelita y ahorrarse el estrés y un posible bajón de autoestima.