Capricho (arte y Destino)

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       - No, ¡por favor!, ¡amor mío, no me dejes! – imitaba la voz de un hombre – ¡yo te necesito!

Con el codo en el escritorio, apoyaba su cabeza sobre una de sus manos, mientras era expectante de una discusión de pareja, no tenía idea de lo que decían, pero le gustaba imaginarlo, esa era una de las ventajas de tener su escritorio cerca de la ventana. Su misión, relatar todo lo que sucedida o lo que creía que sucedía

       - ¡No me mientas! – gritó - por favor… Plutarco – sollozaba, por su puesto todo en su mente

     - ¡No puedo creer que hayas intentado ingresar a la reunión! – dijo su compañera, haciéndole dar un pequeño salto por el susto.

       - Quería conocer al presidente – dijo, sin perder de vista a la pareja – estaba a punto de llegar al climax

Eran las únicas que se había quedado afuera, la razón: no eran trabajadoras permanentes, para eso tenían que esperar unos 5 meses hasta que escojan a una de las dos, Isabelle sabía que no le quedaba mucho tiempo en la empresa, era un hecho que no le escogerían a ella.

       - No puedes presentarte asi al presidente

Se observó a sí misma.

       - ¿Por qué? Que tengo

       - En primer lugar, el tinte de tu cabello es extravagante

Se tocó su cabello haciéndose la ofendida.

       - El color magenta es lindo

Ahora buscaba la factura de los aperitivos, no quería que le acusaran de ladrona. En su lugar encontró el aviso que despego en Olie

       - ¡Es llamativo! – continuó su compañera

       - Exacto – le guiñó un ojo.

Agarró con cuidado el papel y la desdobló

       - No estaría mal – pensó – Seria un buen trabajo, para cuando pida mi renuncia en Inno o me despidan

Prefería pensar en lo primero. Ya se imaginaba con el uniforme, preparando masitas y cafés.

       - ¡Uy! Podría aprender a preparar las galletas que hacia la abuela. Wara talvez sepa cómo prepararlos – pensó - Sería un trabajo más tranquilo, al menos no tendría que estar corriendo de aquí para allá, sin hacer nada importante - eso le agradaba.

       - ¡Isabelle! – se sobresaltó

       - ¡Si! – se paró rápidamente

       - ¡A mi oficina!

No era la primera vez que le llamaban la atención. Aunque ahora no sabía porque exactamente la estaban llamando.

       - ¿Sera porque quise ingresar a la reunión? – pensó - Buenos … días

Ingresó dudosa.

       - Siéntate Isabelle

      - Ok – obedeció - Si es por el incidente en la puerta de la sala de reuniones, que fue pequeñísimo, por cierto, no fue mi intención. No sabía que no podía ingresar. Acuérdese que es la primera reunión presidencial que veo, es más ni si quiera sabía que esas reuniones existían – levantó la mirada, expectante

       - Recoge tus cosas – respondió este.

       - ¡Que!, pero, ¡Yo no hice nada malo! – trato de pensar en algo rápido - No puede despedirme – dijo ella – ¡No me volveré a equivocar!, ¡Aja! – se arrodilló agarrándose de sus pantalones – un momento – se detuvo - ¿Por qué quiero quedarme en esta empresa? – pensó

Si se lo hubieran dicho aquella mañana, habría aceptado con gusto, no tenía que seguir soportando todo aquello, pero después de haber escuchado aquella extraña conversación, tenía que quedarse, para investigarlo mejor, ¿Quién era realmente Esteban?, ¿Ese es su verdadero nombre?

       - ¡Por favor! – continuó rogando.

     - ¡No te voy a despedir! – se tocó la frente, a veces Isabelle le colmaba la paciencia – Serán días ajetreados para el departamento de edición, necesitan una asistente. Y sugirieron que sería bueno que fueras tu.

       - ¿Departamento de edición?

Era demasiado arriesgado.

       - ¡Señor! – lo siguió por toda la oficina - ¡Por favor!

No le convenia estar en ese departamento, Esteban lo frecuentaba constantemente. Trató de convencer a su actual jefe, pero vanos fueron sus esfuerzos.

       - Isabelle, basta. No cambiare de opinión

       - Demonios, ¡Y ahora que! – murmuraba enfadada sosteniendo sus cosas.

.-.-.-

       - Ya me pagaron por las velas y los periódicos.

Colocaba los malvaviscos en la cacerola, junto con la leche en polvo, las galletas, los frutos secos y a continuación removió con cuidado.

       - De Olie me pagaran la próxima semana. – amasaba la mezcla

El pago que le dieron de Briguette fue como un milagro para ella, gracias a eso no tuvo problemas con los gastos, ¿Pero hasta cuando le duraría eso?

       - ¿Debería volver a Briguette? – se cuestionaba – No tendría que ser con el Señor Nathan – miró a ambos lados – Nathan sin Jo – se burló - ¡Ay!, más seriedad Wara – Sacudió la cabeza - ¡A sí!, las manzanas




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