“Wara cree que estas en la tienda”
- Está bien, no tardaré mucho
“La señora Gosick, confió en ti”
- ¡Lo sé!, pero esto también es importante – negó con la cabeza – además Wara sale muy seguido y nunca menciona donde va – trataba de calmar su conciencia – es inútil preguntarle, de seguro me diría “surgió una emergencia” – imitando su voz
Culpó a su mala suerte por encontrarlos justo cuando terminó su turno, tuvo que prácticamente tirarse al suelo para evitar que ellos dos la vieran.
- Nunca supe si ella me odiaba – con una mirada aburrida – que pasa si el plan de robarme todo mi dinero fue de ella – activando su lado paranoico – No sería tan loca la idea.
Supo que tendría que seguirlos, para saber al menos de que hablaban, no era la primera vez que los veía salir o llegar juntos, es por eso que empezaba a sospechar de ella. Una conocida suya
- Recuerda no es por celos, no es por celos – se repitió una y otra vez.
Wara
Si tienes alguna duda o algún problema, no dudes en llamarme.
16:30 p.m.
- ¡Demonios! – chilló cuando leyó el mensaje – perdón Wara
Observó a sus sospechosos con lamentaciones, no podía acercarse a ellos, debido al mismo problema de siempre, su guardaespaldas. Tuvo que conformarse con verlos de lejos; sintió un gran vació, como si le costase respirar, cuando ellos reían, cuando veía ese brillo en la mirada de Esteban que no había visto cuando estaban juntos. Todo lo que vivieron solo fue parte de su imaginación.
- Y es asi como Isabelle causó lastima – se burló de sí misma – oh a la pobrecita nunca la quisieron – imitando una voz triste - ¡Ah! ¡Mierda!
Se dio la vuelta cuando su mirada coincidió con la de él, supo que era hora de retirarse, ya había visto demasiado.
- Supongo que la empresa será el único lugar en donde pueda vigilarlos – caminaba sin ganas – bien depresión ven a mi – alzó sus manos como si lo recibiera
Ahora recorría el supermercado con su carrito, necesitaba desahogarse de alguna manera.
- La comida es uno de los placeres de la vida – caminaba orgullosa por sus compras – bailar también podría considerarse un placer – observó una discoteca – ¡Venga! yo quiero recibir mi dosis de dopamina
Fue gracioso, las miradas estaban sobre ella, podía escuchar como murmuraban, siempre que se ponía a bailar causaba esa misma impresión.
- Debo estar haciendo el ridículo – decía cuando era más joven – ellos deben estar burlándose de mí.
Ahora le importaba lo que los demás pensasen de ella, solo quería divertirse y olvidarse del resto.
- Haga lo que hagas siempre recibirás críticas de los demás, asi que… ¡me vale! – siguió bailando a lo loco.
Se aseguro de no beber por demás. Tenía planeado hacerlo en casa.
- … y estoy aquí – tambaleándose – borracha y loca… ay como duele –golpeándose el pecho – Esteban es cruel – con amargura – Aunque todavía no estoy ebria, si duele – pestañeó varias veces – ¿Por qué tu estas aquí?
Lo vio sentado en una de las bancas, este miraba el cielo pensativo, con la mirada tristona que tanto la inquietaba.
- No tome demasiado – se acercó – se ve tan guapo – se sentó a su lado, mordiéndose el labio inferior – parece tan real – tocando su mejilla – Daniel – lo llamó teniendo la esperanza de que aquella alucinación le respondiera – Daniel, tierra llamando a Daniel – le dio unas pequeñas palmaditas en el hombro.
- ¿Señorita Isabelle? – se estremeció cuando escuchó su voz – wow te pareces a Daniel
Este frunció el ceño confundido, Isabelle arqueó sus cejas.
- Solo por si las dudas – pellizcó su mejilla – Ay – gimoteó, abrió sus ojos de par en par viendo a Daniel, este seguía confundido – por razones como estas es que el shamppo lleva instrucciones – retiró la mano de la mejilla de Daniel
Sintió que sus mejillas arder
- Tengo mala suerte, ¿Verdad? – se dijo a si misma – estoy con mis peores fachas – miró hacia un costado – esperen… me vio en pijamas – lo volvió a observar – estoy intentando no asociarte con el destino cada vez que te veo, pero tú no ayudas Daniel. ¡Ah! el mundo es jodidamente pequeño – pensó – soy rara verdad.
.-.-.-
No se explicaba porque la señorita Isabelle siempre se encontraba ahí, cuando él no se sentía bien.
- No, no lo creo – percibió el olor a alcohol - ¿se encuentra bien? No espere encontrarla por este lugar
- Yo tampoco, que inesperado – respondió la señorita Isabelle. Un silencio entre ellos – ¿Te he dicho que te pareces a Wara?
Daniel la observó sorprendido, agachó la cabeza y sonrió levemente.
- ¿A la señorita Wara?
- Asi es. Aunque tu siempre tienes cierto aire de melancolía en tu mirada, Daniel ¿Por qué estas triste?