Darian se encontraba en la entrada del Hotel Prince.
—¿Estás seguro que el GPS de Sharaman te muestra este lugar?
Él asintió—Entremos.
Se acercaron a la recepción y una mujer rubia les regaló una sonrisa.
—Bienvenidos al Hotel Prince ¿En qué puedo ayudarles?
—Necesito hablar con la señorita Roberts, Darian Zuhair la está buscando.
—Un momento por favor.
Sacó su Tablet para cerciorarse de que su hermano seguía allí.
—¿Continúa aquí?—le preguntó Nahel.
—Efectivamente.
—Señor Zuhair—lo llamó la recepcionista—la señorita Roberts no desea recibirlo, dijo que puede volver cuando las mujeres de su país puedan votar.
Darian se llenó de ira, no iba a permitir que una simple mujer pasara por encima de él. Cuando se disponía a cruzar el pasillo y dirigirse al ascensor, un hombre negro se atravesó en su camino. Este era mucho más alto que él y fornido; no recordaba que el jefe de seguridad del hotel pareciese un asesino.
—Creo que la señorita dijo que no podía pasar ¿Lo acompaño a la salida?
—No es mi intención armar un escándalo. Estoy buscando a mí hermano, el cual se encuentra en este hotel.
—¿Qué le hace pensar eso?
Le mostró la Tablet—Tiene un GPS en su brazo.
El hombre se lo quedó mirando unos minutos.
—Un momento—dijo mientras sacaba su teléfono.
—Cariño, dile a René que el señor Zuhair está buscando a su hermano. Lo contactó por GPS... Bien—Tomen asiento por favor.
—Gracias—le dijo Darian.
Nahel lo guio hasta la sala de estar que estaba en el ala este de la recepción.
—Debes tranquilizarte—le aconsejó su amigo—No estamos en nuestro país, recuerda que aquí los hombres dejan las mujeres salgan casi desnudas a la calle y les permiten que hagan lo que les plazca.
—Sharaman debe venir conmigo. Hablaré con padre y lo curaremos de su enfermedad.
En ese momento vio a su hermano mayor vestido de enfermero salir del ascensor y se puso de pie.
—Sharaman.
—¿Por qué me sigues? Déjame en paz.
—Eres mi hermano, estás siendo egoísta.
—El único egoísta eres tú ¿Colocarme esto en el brazo? Estás demente.
—Shara...
—Déjame vivir mi vida Darian. Soy consciente que soy una vergüenza para la familia Zuhair, por eso había decidido quitarme la vida antes de que me mataran. Gracias a esa maravillosa mujer que me salvó, he decidido darle otro rumbo a mí vida. Es una lástima que tu buen juicio haya sido nublado por prejuicios sociales. Te pediré por favor que si ya no tienes más nada que hacer aquí, tomes tu avión y te vayas de inmediato.
Darian comenzó a negar con la cabeza.
—Es increíble todo lo que me estás diciendo. Soy sangre de tu sangre, eras mi modelo a seguir.
—Ya no lo soy porque estoy enfermo ¿No es así?
—Vamos Nahel—le ordenó y ambos se fueron.
***
René presionó el botón que comunicaba a recepción.
—¿Todavía están allí?... Muy bien, gracias—colgó—se fueron.
—¿Y Sharaman?—quiso saber Rachelle.
—Tengo la dirección donde se está quedando.
—Rox tu idea fue brillante—la elogió Rachelle.
—Tenemos mucho trabajo en Box R y más ahora que la señorita renunció—dijo mientras miraba a René.
Esta suspiró—Saben todo el compromiso que tengo aquí, debo poner un orden.
Roxanne le tiró la carta que había escrito en su escritorio.
—Entonces te daré vacaciones indefinidas René, pero no puedes renunciar. Box R somos las tres o se acaba.
Ella se quedó en silencio. La revista era prácticamente su vida, si se iba, se convertiría en la mujer más desdichada del mundo.
—Bien.
Rachelle aplaudió—¡Maravilloso!
—Mañana inventaré algún puesto para Sharaman—le informó Roxanne—Estoy segura de que será muy bueno.
René asintió y las abrazó a ambas.
—Las amo.
***
René había decidido pasar por un Starbucks antes de llegar a su apartamento, se sentó en una mesa y suspiró. Sonrió al ver el mensaje que tenía su vaso.
René, recorre el camino de la alegría hoy.
Abrió un libro de Don Robertson, que había comprado hace algunos meses, pero que no había tenido tiempo de leer. Se titulaba Paradise Falls.
—Eso sí que es una obra señorita, la felicito por tan magnífica elección—le dijo un hombre que estaba en la mesa continua.
—Gracias.
De repente lo vio bien y abrió los ojos al reconocerlo.
—¿Stephen King?
Él bebió un sorbo de café—Creo que así me llaman.
Stephen le señaló el asiento vacío—Siempre es bueno tener de compañía a alguien que le gusta Don Robertson.
Se sentó gustosa y miró el libro que tenía en la mano.
—Anne Sexton ¿Le gusta la poesía?
—Es lo que nunca puede faltar en mi estantería.
—Cualquiera pensaría que usted solo lee terror.
Él sonrió—Eso me desconcierta a veces. Me gusta leer novelas directas, por lo general. No tengo interés en las historias de amor.
—Yo también lo evito, prefiero el terror o el suspenso ¿Alguna recomendación?
—Debes leer Wayfaring Stranger James Lee Burker.
—Gracias.
Él se puso de pie—Su revista hace un buen trabajo ¿Tiene donde anotar?—ella asintió mientras sacaba una libreta y un esfero—Autores como Carsten Stroud, Sarah Pinborough, Karin Fossum o Thomas Perry, creo que la lista es interminable, son personas que deberíamos estar leyendo.
Ella terminó de anotar y se puso de pie.
—Muchas gracias señor King, lo tendré muy en cuenta.
Él le sonrió y se marchó. Fue allí donde se dio cuenta que tenía que ir a Box R.
¡Hola gente! Me disculpo por tan larga ausencia. Ya me conocen, actualizo cada mil años. Disfruten su maratón.