Secundaria.
Lo recuerdo bien, tus ojos color miel fueron lo que a simple vista te hacía destacar de los demás.
La pena y nervios se apoderaban de mi, me conforme en un principio con solo verte pasar por los pasillos del piso de arriba, en los descansos o en la hora de salida.
Probablemente las posibilidades de hablarte eran nulas, eras un grado mayor que yo.
Día como cualquiera, yo jugando en la consola de videojuegos. A mi teléfono celular llegó un mensaje. Entre la duda y molestia de que alguien me hablara estando yo ocupado, decidí contestar rápido para después volver a lo mío.
Era un mensaje tuyo. Pero yo no lo sabía.
Un hola, con tres "a" de más, un hola lleno de alegría podría decirse. Yo respondí con naturalidad a tu mensaje, pues mi idea, a pesar de que fueras tú, era simplemente continuar jugando, pero; seguías con la intención de seguir la plática.
"¿Como estás? ¿Que haces? :)"
"Estoy jugando, y estás interrumpiendo." Lo sé, no fue una respuesta amable.
"Oh, lo siento, continua jugando"
"Si, muchas gracias por dejarme jugar, aún cuando ya me mataron por contestar tu mensaje."
Visto.
Tiempo después, en una tarde de aburrimiento, me acordé de aquella desagradables respuestas mías en la conversación, por lo tanto había decidido disculparme.
Antes de ello, decidió abrir tu muro, encontrar alguna cosa en común para poder iniciar una plática de nuevo, siendo amable.
Pero; me doy cuenta que eres tú. Ni siquiera sabía que éramos amigos.
Aún así, aceptaste mis disculpas y platicamos como si no hubiera ocurrido.
Nos gustabamos y no lo sabíamos. Mientras te veía en la escuela, tu también lo hacías y aún así, nuestras miradas nunca se cruzaron.
Nos dimos cuenta que cumplíamos años el mismo día, que solo una cuadra separaba nuestras casas.
Es lindo y gracioso recordar cómo nos conocimos,saber que la historia pudo ser más larga de haberte hablado antes. Pero, aún así, fue perfecta. Fue perfecta la relación que hubo entre nosotros dos.