El gran Alexander Ambrosetti está enfrente de mí, con un periódico en la mano y sus ojos brillando de furia.
Deja el periódico frente a mí y se retira de mi despacho pero cuando está próximo a la puerta me dice:
—En 10 minutos la esperó en mi oficina, señorita Evans— y se va dejándome con un amargo sabor de boca.
Cuando bajo la mirada veo que el periódico está abierto en la sección de sociedades y el encabezado dice: “Presidente de Publicity Harrison ¿comprometido?"
Me quedo estática en mi silla, sabía que algo malo pasaría apenas lo vi enfrente de mi escritorio, trato de calmarme y sigo leyendo el artículo.
"El genio detrás de una de la empresa más grande de nuestro país nos ha sorprendido con esta gran noticia. Como sabrán, el gran Alexander Ambrosetti, es conocido por ser un depredador en sus negocios.
El chico problemático adoptado por los Harrison demostró ser su mejor inversión; a pesar de sus problemáticos inicios, sigue siendo implacable y soberbio en su campo laboral, pero en el ámbito sentimental nunca nos ha dado más que alguna foto con sus compañeras de turno o como él las llamaría sus “amigas”, a este hombre jamás se le vio en una relación real y posee una fama de calavera de las más extensas, además de ser conocido por ser exageradamente estricto con su personal hasta el punto de ser llamado tirano y déspota por sus mismos trabajadores.
Por primera vez, dio signos de humanismo, algunas fuentes nos informan que al parecer nuestro querido Alexander está comprometido con una de sus empleadas, la señorita Paige Evans, una de las diseñadoras más importantes de Publicity Harrison.
Las dudas de todos son: ¿podrá nuestro cotizado mujeriego, sentar cabeza?, ¿la señorita Evans lograra domar a la bestia? pero la mayor duda de todos es ¿qué posee esta mujer ordinaria para llamar la atención de nuestro tirano favorito?"
Me quedo congelada, sabía que mentir estaba mal pero hace una semana cuando fue la cita con Rachel James, la trabajadora social, noté como observó despectivamente mi departamento por no ser el adecuado para criar a un recién nacido.
Cuando me empezó a preguntar sobre mi vida personal se mostró reacia hacia la idea de que sería una madre soltera adoptiva para Mely y me recalcó la importancia de brindarle una experiencia familiar a la bebé, con un padre y una madre.
Pero yo soy la mejor madre que Mely pudiese tener. Kate era mi hermana, de haber podido hubiese dado mi vida por la suya, pero la vida da vueltas totalmente inesperadas y ahora estoy aquí, a mis casi 22 años haciendo hasta lo imposible por una bebé de cinco meses y haría lo que fuera por ella… hasta mentir sobre un compromiso con mi jefe.
En el momento en que mencioné el nombre de Alexander, la cuidadora cambió totalmente y me dio esperanzas sobre la adopción hasta que mencionó que deberíamos hacer una entrevista con mi pareja para ver si es apto para cuidar a Mely, por lo que al estar casados él también tendría que adoptar legalmente a mi hija.
Dejando mis recuerdos de lado, me enderezo un poco, me levanto de mi escritorio, aliso la falda de mi vestido blanco y me apoyo lo mejor que puedo en mis tacones para encaminarme hacia la oficina del señor Ambrosetti.
Cuando llego, Miranda, su secretaria, me mira con odio en sus ojos, desde hace tiempo sospecho que ella siente algo por Alexander, como la mitad de las mujeres de este país y de seguro también ha de saber del artículo en el periódico, la saludo y le digo que el señor Ambrosetti me está esperando y ella me da el pase.
Cuando toco la puerta solo escucho un “adelante” de parte de Alexander; es posiblemente la primera vez que estoy en la oficina del jefe y de seguro la última. Es muy bonita, con un diseño minimalista, pero posee toques vanguardistas, su escritorio es de vidrio e hierro cromado, él está sentado, observándome.
—Señorita Evans, tome asiento— una vez sentada me dice— me imagino que sabe por qué está aquí.
Yo solo asiento con mi cabeza.
—Antes de tomar cualquier decisión y la despida, necesito que me explique el por qué el New York Times piensa que estamos comprometidos.
En este momento me doy cuenta del gran error que cometí, ahora perderé el empleo y lo necesito más que nunca.
—Vera, señor Ambrosetti, y…yo...— claro y ahora estoy tartamudeando— no esperaba que nadie se enterara, no sé cómo esa información llego a la prensa amarilla, se lo juro.
—Mire señorita Evans, tal vez usted no sea interesante para la sociedad pero yo sí, cualquier información sobre mi vida es oro para ellos y más tratándose de mi vida privada, así que prepare sus cosas porque en treinta minutos la quiero fuera de mi compañía, será mejor que lo haga por su propio pie, no me haga llamar a seguridad.
—Señor Ambrosetti déjeme explicarle, yo en estos momentos estoy en trámites para realizar una adopción, pero al ser madre soltera y sin muchos recursos es muy improbable que me la aprueben.