—Mi nombre es María Veitia y es 24 de noviembre del 2022, grabo esto en el baño del aeropuerto Roma Fiumicino a minutos de tomar el vuelo 6433 a Madrid. Te grabo esto Daniela para que me entiendas, para que sepas porque te he fallado, por qué nunca podré donar mi sangre para salvar tu vida. Mi sangre al bajar del vuelvo estará contaminada con un virus que dará inicio a la gran pandemia, he tenido que venir aquí a mojarme la cara a tratar de calmarme a respirar, Antonio y Beatriz no dejan de llamarme, pero no puedo responderles, esta decisión es mía solo mía, han sido años de pasos perfectos para llegar a este baño a este espejo. Al mirarme hoy después de salir del laboratorio llorando después de terminar mi relación con Sofía llegue a mi departamento a buscar mi bolso y vi tu foto Daniela después de la quimioterapia y pensé que no podría presentarme ante ti con mi cabello así que me lo corte, me lo corte completamente, fue una reacción automática y no me reconozco ahora. Luego al salir pensé en ir a la conferencia del escritor, pero no pude, pensé que yo era un Ángel destructor de mundos, me metí con un tatuador y me hice unas alas grandes en mi espalda como Beatriz, todos somos todos, todos destruimos el mundo y lo salvamos una y otra vez así que aquí estoy mirándome calva frente a este espejo, registrando este video por si no te tengo el valor de volver a verte. Miro al recipiente y me doy cuenta que nadie piensa que en su interior se encuentra el destino de la humanidad, sacar el sello y abrirlo simplemente cambaría el curso de la historia, el juego completo, quizás, quizás sea el mismo movimiento aparentemente trivial e inofensivo, oprimir un botón rojo, movimientos finales, movimientos radicales.
Soy lo que no quería ser, si has leído el libro veras que esto ya ha pasado, siempre he viajado a salvarte, siempre me he contaminado, siempre la humanidad ha caído, no sé cuántos miles de veces he hecho esto, no sé cuántos miles de veces la psiquiatra y el viajero han intentado detenerme. Un juego que no parece tener fin un gran vortex del que siempre salen dos escenarios, dos posibilidades, ambas en mis manos. En la primera no hago nada, bajo en Madrid te salvo la vida intento ser feliz contigo el mundo sigue tal cual, pero los acontecimientos se precipitan, el odio responde al odio alguien toma una mala decisión y somos parte de los ochenta y cinco millones que los primeros minutos las bombas evaporan somos paradójicamente afortunadas, el invierno nuclear aniquila al resto en meses. la posibilidad de que alguien, un líder, alguien inspirador revierta eso es muy baja como para considerarla. La segunda línea destapo el recipiente en este viaje y Pegaso se expande durante el vuelo yo soy la paciente cero del fin del mundo, al bajar muchos pasajeros ya tienen Pegaso en sus cuerpos, comienza el final progresivo. Cuarenta años después nos vencerá por desgaste tu morirás en la primera oleada, yo también pero al menos detendrá la amenaza nuclear, la humanidad se organizara nos dará tiempo de cambiar y cuando todo parezca irreversible en el 2062 el proyecto recibirá un viajero que ha olvidado de donde viene y en su sangre se encontrara la llave exacta para detener la replicación final del virus, una línea llena de dificultades que según Gaspar Marín, el mensajero, la fuente de esta información se ha intentado miles de veces en todas las variaciones posibles y que hasta ahora no ha tenido éxito. No he visto al escritor, mi padre, hoy comienza la generación entre pandemias porque, aunque tengo miedo ya tome mi decisión y mi decisión es Pegaso.
Tomo mi celular y después de pensarlo un instante reproduzco el mensaje que Beatriz y Antonio me dejaron antes cuando no les respondí.
—María… sé que no quieres respondernos, pero al menos espero que escuches este mensaje. Estoy aquí con Beatriz a mi lado, estamos de acuerdo contigo, el mundo debe de reiniciarse, puede que estés en lo correcto con Pegaso o puede que te equivoques y que dejar las cosas como están sea la solución. Solo digo que no tienes que cargar tu sola con ese dilema, no tu sola, estamos juntos en esto, todos somos responsables del futuro de todos, compartamos eso. Lanza una moneda, lo hacías cuando eras niña ¿te acuerdas?, cuando murió tu madre estabas furiosa conmigo y decidiste irte de la casa, tenías doce años. Llegaste hasta la estación de buses y estabas a punto de subirte, pero no sabías si hacerlo o no y encontraste una moneda y la lanzaste y volviste a casa. Matemáticas María, el lenguaje del universo el azar, así lo hacíamos desde que eras pequeña teníamos esta moneda de la suerte, ¿la recuerdas? Esa moneda, la moneda de tu padre, mi moneda, la tengo acá en mi mano, ¿alguna vez te fijaste en qué tipo de moneda era?, te lo diré, es una lira de 1949 por un lado el laurel símbolo de la paz de la humanidad y por el otro un caballo alado… la estoy mirando ahora mientras escuchas mi voz, no tomes tú la decisión, deja que el juego si es que estamos en uno la tome.
—El vuelo 6433 procedente de Santiago de chile con destino a Madrid y escala en roma comenzara pronto su embarque en la puerta 15B. —Escucho a lo lejos la llamada para abordar el vuelo, intento no llorar mientras escucho las últimas palabras del escritor.
—Lanza una moneda… —Quizás la respuesta al fin del mundo está más cerca de lo que el escritor y Beatriz piensan.
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Hemos dado vueltas en la habitación pensando que hacer, María no había respondido al mensaje de Antonio y nunca llegaríamos al aeropuerto a tiempo, miro a Antonio recargarse en la cama y veo como algo rojo cae por su nariz hasta sus labios.
—Antonio ¿estás bien? Tu nariz está sangrando, toma esto ¿estás bien? —Le paso unos pañuelos para que pueda limpiarse, pero su cara se le nota más cansada y parece que apenas y puede estar de pie.