Catarsis: La vida es un cúmulo de crueles recuerdos.

Capítulo 4.

Esa misma tarde me encontraba sentando frente a la enfermera y el psiquiatra.
Mis ojos estaban cerrados, mi cabeza sobre mis rodillas.
Se percibía un incómodo silencio, hasta que se escuchó la voz de Moisés, el psiquiatra diciendo:

— ¿Cómo te llamas?

—Richard Andrés Martínez — respondí aun con mi cabeza sobre mis rodillas.

— ¿Qué edad tienes?

—Veintiséis — respondí.

— ¿Otro interrogatorio? — decía.

— ¿Cómo te sientes?— Preguntó.

—Pues bien ¿no?— respondí.

— ¿Puedes mirarme a los ojos?— preguntó.

Obedecí  a la voz de aquel hombre, levanté mi cabeza y lo miré, era un hombre joven, una piel blanca, un cutis bien cuidado, una barba bien afeitada, ojos azules, un largo cabello castaño rizado y una sonrisa perfecta.

—Supongo — dije sin quitarle la mirada de los ojos.

— Me comentó Lucero, que tienes un triste pasado, el cual no quieres recordar porque te causa ataques ¿es correcto?— expresó mientras revisaba los papeles que llevaba en su portafolios.

—Así es. — Respondí.

—Más chismosa no puede ser — expresé  en mi mente burlándome de Lucero.

—Interesante...— dijo sosteniendo la montura de sus lentes.

Todo volvió a estar en silencio por un largo tiempo.

— ¿Has evitado recordar ese momento todo este tiempo?— Empezó a tocar los portafolios con su lapicero esperando mi respuesta.

—Sí. Pero hay un par de cosas que me han traumado y cuando las veo pues recuerdo —  respondí algo nervioso.

— ¿Y esas cosas son?— preguntó algo pensativo.

—Las rosas y las mariposas— dije con lágrimas acumuladas en mis ojos.

Hubo otro silencio por un considerable lapso de tiempo.
Pero un pequeño susurro entre lucero y Moisés rompió el silencio.

Moisés después de haber pensado un poco preguntó:

— ¿Te atreverías a contarnos?

—Doc. Sabe usted muy bien lo que pasará — expresé muy asustado.

—Todos morirán — pensé con una sonrisa de malicia en mi rostro.

Ese tipo de pensamientos se paseaban siempre por mi mente, aunque no quería volver a repetir las acciones de mi pasado, cierta a parte de mi mente le ha gustado lo he hice. Pero sinceramente a mí mismo no me gusta la forma en la que a veces pienso sin querer.

—Estarás atado a esa camilla, así no lastimarás a nadie.... y no te preocupes, será poco a poco, no tienes porqué contarnos todo.

Suspiré, me tomé un tiempo para pensar y luego respondí.

—Está bien me voy a arriesgar — Expresé con los nervios de punta.

Me levanté, caminé hacia la camilla que estaba atrás de la cortina azul. Segundos después me siguieron, Moisés y Lucero.

El doctor me pidió que me desnudara el torso. Después me pude acostar, cerré mis ojos, tiempo después me di cuenta que ya estaba atado, el doctor estaba sentado a un lado de la camilla y Lucero al otro lado.

—Cuando quieras.

Cerré mis ojos.
Mi ritmo cardíaco aumentó de tal manera que a pesar de que había aire acondicionado estaba sudando de una manera insoportable.

—Mis padres, mis hijos y mi esposa, están muertos — dije llorando y luego seguí:

—Ese día estábamos en el parque, Ariana, mis hijos y yo jugábamos, mientras mis padres estaban sentados en el árbol que estaba en el medio del parque.
Eran como las 5:00 de la tarde, todo estaba muy hermoso, las mariposas volaban libres en aquella primavera, bellas mariposas se posaban en las rosas que llenaban el jardín.

Mi mujer se había cansado ya de jugar y se fue a descansar junto a mis padres. Mis hijos y yo decidimos seguir jugando a pesar de que yo ya estaba muy cansado. En esa época controlarme era muy fácil, las terapias, los medicamentos y todas esas cosa que los médicos saben hacer me habían ayudado. Pero esa noche, fue distinto; me empecé a sentir extraño, empecé a perder el control de mi cuerpo.

Lo último que recuerdo fue haber visto sangre, y una mariposa revoloteando en círculos sobre mi cabeza y posar sobre una rosa roja.

 

°°°

Sentí un gran dolor atravesar mi brazo. No sé cuánto tiempo pasó cuando desperté.
Moisés me contó que antes de terminar me dio un ataque y empecé a hacer cosas extrañas, parecía como si me estuviesen haciendo una especie de exorcismo.

Pero a pesar de eso debo admitir que me sentí mejor después de haber expresado todo eso y aunque sabía que  me iba a costar, tenía la certeza de que me ayudaría. Sabía que lograría ser feliz de nuevo.



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En el texto hay: misterio, dolor, miedo al pasado

Editado: 18.12.2018

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