Catarsis: La vida es un cúmulo de crueles recuerdos.

Capítulo 8.

—Ariana González, ¿acepta amar, y respetar a Richard Martínez en la salud y en la enfermedad, en la abundancia y la escasez, en las buenas y en las malas hasta que la muerte los separe? —

— Acepto — Respondió en un tono el cual reflejaba la inmensa alegría que sentía en esos momentos.

—Richard Martínez ¿Acepta amar y respetar a Ariana González en la salud y en la enfermedad, en la abundancia y la escasez, en las buenas y en las malas hasta que la muerte los separe?

—Acepto. Porque te amé, te amo y quiero estar contigo para amarte siempre. —Respondí sin titubeo alguno.

—Si alguien se opone a la unión de esta pareja que hable ahora o que calle para siempre. —Expresó el padre. Percatándose que no hubo objeción alguna siguió. —Siendo así, ¡ahora los declaro marido y mujer! Puede besar a la novia.

Lentamente me acerqué, levanté el velo, acerqué mi rostro al suyo, aquel momento fue mágico para mí, en ese preciso instante fue como si todo al rededor hubiera desaparecido, solo éramos ella y yo mirándonos fijamente a los ojos en el día más hermoso de nuestra vida.
Poco a poco mis labios se acercaron a los suyos hasta que estuvieron completamente juntos.

°°°

—Muy lindo eso — Interrumpió el doctor con una sonrisa en su rostro.

—Sí—Respondí en un tono muy apagado.

Aunque esa fecha fue muy especial para mí, en ese momento solo me trajo nostalgia y tristeza. Moisés al ver mi expresión de tristeza, borró cualquier señal de alegría de su rostro y a los pocos segundos me desató para luego recibir un fuerte abrazo de su parte.

Sinceramente me sorprendió lo que hizo el médico en ese momento, se sentía extraño que un hombre me abrazara de esa manera, sin embargo, se sentía bien, necesitaba un abrazo en ese preciso instante, luego no sé por qué mis brazos rodearon su espalda, correspondiendo a su abrazo.

Justo en ese momento lágrimas se deslizaron por mis mejillas, y luego por la espalda de Moisés que al darse cuenta rompió el abrazo, tomó un paño que tenía por casualidad en su mesa y me lo dio para secar mis lágrimas.

Luego de un considerable lapso de tiempo apareció Lucero, que había salido por un vaso de agua y unas cuantas cosas que al parecer le había pedido el doctor. Debido a que ella no entendía nada de lo que estaba pasando en ese momento, hubo un incómodo silencio por varios minutos hasta que decidí romperlo.

—Doctor y usted... ¿Tiene esposa?— Pregunté.

—Soy asexual —Respondió en tono de chiste.

— ¿Qué? ¿En serio?—Pregunté algo asombrado por su respuesta.

—No, es un chiste. — Respondió riéndose a carcajadas. Lucero se unió a la risa.

Y otra vez ese incomodo silencio nos invadió, no supe que responder a eso, nunca me había gustado hacer chistes o hablar respecto a ese tema, ya que en la época de mi niñez y adolescencia era algo extremadamente tabú. (No era, ni soy homofóbico, aclaro)
Tuve una educación muy estricta y reservada respecto a esos temas, mi padre era alguien muy homofóbico, lo cual el tema de la homosexualidad era algo que escasas se tocaba en casa.

A demás en mis años de adolescente, no pasé por esa confusión de ser homosexual o heterosexual, toda mi vida estuve enamorado de Ariana, y nunca sentí atracción por alguien de mi mismo sexo.

La única cosa terrible que tuve que pasar en mi adolescencia, fueron las constantes burlas y rechazos que recibía por parte de mis compañeros.
Siempre estuve alejado del resto, nadie se acercaba a mi siquiera a preguntarme como estaba.
Técnicamente era invisible para mis compañeros, una sombra, un fantasma, pero al momento de burlarse de mi volvía a ser visible para todos ellos.
Por suerte mi buena reputación en la escuela me ayudaba a que los profesores siempre estuvieran de mi lado.

A demás gracias a las terapias y los medicamentos, era muy fácil controlarme. Si no hubiera sido por eso, hoy día estuviera en una cárcel de máxima seguridad por ser un asesino en serie.

Es que de hecho yo debería estar allí, yo soy un asesino en serie, en los cortos veintiséis años que tengo he matado a siete personas, con mis propias manos, mi ser está manchado de sangre, soy un maldito asesino.

Siete personas inocentes cruelmente asesinadas por mí, por mi propia mano. Familias enteras destruidas por mí.

— ¿Por qué Dios, si es que realmente existe no me castiga quitándome esta vida? —Es una pregunta que me he hecho durante mucho tiempo.

Es que verdaderamente hay tanta gente inocente muriendo y yo que soy culpable de una cantidad innumerable de crímenes estoy viviendo y supuestamente gozando de la libertad, pero caso tiene estar libre si estás atrapado en un pasado que no te deja escapar él.



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En el texto hay: misterio, dolor, miedo al pasado

Editado: 18.12.2018

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