Aquel anciano me observó detenidamente, tenía un dulce mirada que alejaba de mí todo temor.
—Mira. — Ordenó aquel hombre señalado hacia arriba.
Obedecí sus órdenes y pude ver a muchas personas flotando en el aire.
— ¿Qué es eso?— Pregunté al no entender lo que veía.
—Aquello que vez, es tu familia muerta. — Respondió mientras me tomaba del brazo.
En un instante me encontraba en el aire cara a cara con aquellos cuerpos, me dedique a observar detenidamente sus rostros, me di cuenta que conocía a muchos de los que estaba allí, no obstante cierta parte no se me hacía conocida, probablemente eran mis antepasados, me llenaba de mucha curiosidad conocer los rostros de las personas que forjaron la historia de mi familia.
Había una larga fila de personas que lentamente recorría hasta que mis pasos fueron interrumpidos cuando vi los cuerpos de Joey y Rose ya que eran los últimos de aquella larga hilera; en todo el recorrido nunca vi a Ariana.
— ¿Qué sucede aquí?— Pensé.
Observé rápidamente de nuevo pero no, por más que lo intentaba no encontraba a Ariana por ningún lado.
— ¿Te pasa algo?— Preguntó el anciano al percatarse de mi desesperación.
— ¿Ariana? ¿Dónde está Ariana?— Pregunté con cierta desesperación.
— ¿Quién es Ariana?— Preguntó curioso.
—Ariana, ¡Mi mujer!— Exclamé turbado.
—Si ella no está aquí, es porque no está muerta.— Expresó mirándome con un rostro de confusión.
— ¿Cómo qué no? Yo la maté con mis propias manos. — Solté con lágrimas en mis ojos.
—Si no está aquí no está muerta. — Expresó mientras desaparecía en la profundidad de la nada.
Miré a mi alrededor y solo veía un desesperante y angustiante color blanco.
De un momento a otro aquel vacío se convirtió en un lugar que conocía muy bien. Aquel parque en el que ocurrió aquella tragedia se apareció frente a mis ojos.
En un parpadeo se recreó esa escena cuando me encontraba sentado observando el cielo mientras que detrás de mí un asaltante agredía a mi familia.
Justo en el momento en que me vi observando aquella escena traté de intervenir para que no hiciera lo que ya sabía que pasaría, pero fue imposible era como si una barrera me lo impidiera.
Pude ver aquel trágico momento con mis propios ojos, un sentimiento de ira conmigo me invadió, unas inmensas ganas de ponerme un arma en la cabeza y perforar mi cráneo con una bala recorrieron mi mente.
Un extraño sonido interrumpió mis suicidas pensamientos, un irritante sonido de ambulancia me obligó a observar la escena que se vivía en ese lugar.
Paramédicos se bajaron de la ambulancia, buscaron signos vitales en los cuerpos y aunque en ese instante no pude escuchar sus palaras, los rostros de aquellos hombres me decían que no tenían rastros de vida, hasta que escuché un grito.
— ¡Está viva!
Mis ojos se abrieron con platos, mi ritmo cardíaco a se aceleró drásticamente.
— ¿Está viva? ¿Ariana está viva?— pensé.
De repente aquella escena se esfumó y al parecer mi vista empezó a ver la realidad, abrí mis ojos y pude percibir una insistente mirada que en el momento en el que mi vista volvió a estar clara pude darme cuenta que era Lucero quien me veía.
— ¡Ariana está viva!— Exclamé causando que Lucero literalmente saltara de su silla.
— ¡Qué! — Gritó.
— Viva, viva, está viva. — Repetía una otra vez
— ¿Viva? ¿De qué hablas? ¿Quién está viva?— Preguntaba confundida por mi reacción.
—Ariana, ella está viva. — Respondí mirando fijamente al tejado.
— ¡Doctor!— Exclamó Lucero al percatarse de mi extraño comportamiento.
Mi vista se encontraba perdida mirando a la nada, en mi mente había un millón de pensamientos, recuerdos y preguntas; una gran duda existencial llegó a mí, mi cuerpo estaba en una camilla pero mi mente se hallaba en una especia de dimensión donde sus únicos componentes eran recuerdos. Imágenes se paseaban por mi cabeza alterando todo mi equilibrio nervioso, arruinando la paz que había construido en mi interior, rompiendo el proceso de catarsis en mil pedazos; entre más veía y recordaba mi vista más se nublaba, mi luz de mis ojos lentamente se apagó sin saber el por qué.
Cuando sentí que la luz volvió a iluminar mis ojos los abrí lentamente y para mi sorpresa aquel lugar en el que había estado anteriormente ya no estaba, poco a poco mi vista recorrió la monocromática habitación y al instante me di cuenta que de nuevo me encontraba en mi habitación del hospital psiquiátrico, ver que me encontraba nuevamente allí me hizo sentir en calma, en paz y en armonía conmigo mismo.