Era una fría noche de invierno cuando un furioso Jake conducía a una gran velocidad el coche en el que iba con su hermana, apenas dos años menor que él. Ignorantes de aquella nota de peligro cercana a la muerte que los acechaba, a la espera de lo que el futuro tenía para ellos.
-¡No tenías derecho a seguirme como si fuera una niña Jake!-gritó la menor enfurecida, sin notar la velocidad con la que pasaban por las calles, poco transitadas a tan altas horas de la noche, por suerte para ambos.
-¡Cierra la boca Kyrie!-respondió en gritos él también. -Si no hubiera estado allí... -murmuró más para si mismo, perdiéndose en sus pensamientos. Apretó con más fuerza el volante y sus nudillos blancos dejaban ver la furia con la que lo hacía, imaginando lo peor que podría haber pasado de no haber llegado a tiempo a esa estúpida fiesta.
-No eres mi padre Jake, no lo eres.-murmuró contra la ventana. Sus labios, como todo su cuerpo, aún temblaban por el miedo que había tenido momentos atrás pero no permitiría que él la viera así mientras decía aquellas palabras que tenían el fin de causarle dolor. Sabía que ella actuó mal al escaparse, al no pensar en las consecuencias y al subir esas escaleras, muy en el fondo sabía que debía agradecerle a su hermano por haberla seguido y por golpear a esos chicos que quisieron lastimarla. Pero sólo podía discutir con él para ocultar lo asustada que aún estaba y a su vez quería que supiera lo que pensaba de su exceso de protección.
-Tienes razón, no lo soy Ky..-susurró con una nota de tristeza y la miró por un segundo- pero somos lo único que nos queda y no pienso permitir que algo te pase.
Su respuesta no le gustó. Por la verdad que había en sus palabras y por notar que él sabía con qué intención había hecho aquella afirmación. Lo miró por primera vez y gritó: -¡Me estás tratando como a una niña! ¡Ya no tengo quince años y no te necesito detrás de mi como un estúpido perro!
-Ya fue suficiente-la cortó tajante. El cansancio asomándose por todo su cuerpo y el dolor donde recibió golpes durante la pelea punzaba dando inicio a un fuerte dolor de cabeza.
-¡Nunca nada es suficiente contigo!-siguió ella por su parte sin poder controlarse, al borde de las lágrimas. -¡No tengo la culpa de que ellos murieran y tuvieras que hacerte cargo de mi!¡Yo no pedí esto!
-¡¿Crees que yo sí lo hice?!-gritó sin medir sus palabras. -¡Tuve que quedarme aquí a cuidar de ti lo mejor que podía y en lugar de cooperar te comportas como una mocosa irresponsable!¡Casi haces que te violen esta noche Kyrie!¿¡En qué estabas pensando!?-la miró y de inmediato se arrepintió de la brusquedad de sus palabras al ver las lágrimas y el shock en el rostro de su hermanita. -Ky, y-yo.. -trató de buscar la forma de disculparse pero lo siguiente pasó demasiado rápido para recordarlo con exactitud. Sólo podía decir que escuchó un fuerte ruido y el dolor en su cabeza aumentó antes de quedar en la completa oscuridad.
Por la otra calle venía conduciendo un hombre distraído con su celular, el cual cayó entre sus piernas e intentó levantarlo sin dejar de mirar su camino. Sólo bastó un segundo en el que comprobó que seguía funcionando para que se saltara una luz roja y fuera demasiado tarde para alcanzar a pisar el freno. Chocó fuertemente el costado de un auto y la fuerza del impacto le hizo golpear su cabeza contra el volante pero no le impidió ver cómo el otro coche daba una vuelta antes de quedar sobre la vereda contraria, frenado únicamente por un poste de luz.
Horrorizado, comenzó a marcar el número de emergencias mientras intentaba desabrochar su cinturón de seguridad para comprobar el estado de quienes iban en él. Un segundo de su atención le costó probablemente la vida a alguien allí, se repetía una y otra vez en su mente. En algún momento comenzó a llorar cuando vio el pequeño cuerpo de una jovencita que atravesaba el vidrio delantero del coche y al joven inconsciente en el asiento del conductor que tenía la mayor parte de su frente cubierta de sangre. Pero sin duda alguna lo peor de la imagen era la niña extendida sobre un charco de sangre que bañaba el capó.
-Ha llamado al número de emergencias, ¿En qué podemos ayudarle?- habló una chica al teléfono sacándolo de sus pensamientos y desvió su atención de la escena frente a él.
-Ho..hola, yo.. esto..- su mente no podía conectar con su voz para formar una oración coherente y se molestó consigo mismo, no había tiempo para eso. Ellos simplemente no tenían tiempo. -He golpeado un coche con dos jóvenes dentro y se encuentran muy mal, no están consientes y h..hay mucha sangre -un leve temblor en su voz delata su estado y no tardan en salir lágrimas de sus ojos, probablemente acaba de matar a aquellos niños que nada malo habían hecho y quién sabe qué futuro podrían haber tenido- en la calle principal cerca del banco central.
La operadora de emergencia le toma algunos datos más mientras le asegura que la ayuda ya va en camino, pero lejos está de poder seguir el hilo de la conversación con sus pensamientos únicamente centrados en la imagen delante de él, se sentía tan lejos de la realidad hasta que vio un pequeño movimiento dentro del coche que lo devolvió de golpe al mundo y lo hizo caminar lentamente hacia el asiento del conductor. Notó que de su cabeza también corría sangre cuando ésta manchó su camisa y la sintió sobre su piel debajo de ella, no le dio importancia y continuó hasta su objetivo mientras muy lejos en el fondo escuchaba el sonido de las sirenas tan conocidas que llegaban al rescate de los jóvenes.
Cuando llegó allí el muchacho no había despertado, al menos sus ojos no estaban abiertos, pero movió su cabeza hacía un lado como si supiera dónde se encontraba el cuerpo de la niña y susurraba débilmente sólo una cosa, lo que supuso sería su nombre.
-Ky.. Ky.. no.-paró justo al tiempo que unos brazos lo tomaron por la espalda y lo obligaron a retroceder, alejándolos de ellos para siempre.