-No reveles nada.
-Tranquilo papá. Adiós, ¡que tengas un buen día! -arranqué el coche para dirigirme a la universidad. Era domingo y el día siguiente era mi primera clase. Mi primer año. El comienzo de una nueva etapa.
Cuando llegué, cumpliendo todas las normas de conducción (solo por esta vez), entré a la residencia en busca de mi habitación.
343, 344, 345… Y… 346.
Ni había tocado la puerta blanca cuando escuché el sonido del agua deteniéndose. Suspiré, parecía ser que mi compañera ya se me había adelantado y ya se sentía como burro por su casa si ya estaba usando el baño. Ni me molesté en llamar y entré al lugar en el que me quedaría durante el año.
Fui recibida por diez metros cuadrados de habitación, con un pequeño balcón en el centro por el que entraba la luz del sol. Arrastré mi maleta hacia dentro y la dejé en el lado vacío de la habitación con confianza. Ya había analizado toda la habitación y parecía segura, sin paredes o muebles sueltos con la posibilidad de esconder algo o caerse. La estructura del edificio también era sólida y no daba indicios de haber sido incendiada dos décadas antes, por lo que era razonable pensar que la habían reconstruido.
Me agaché para abrir mi maleta mientras escuchaba el tarareo de la chica al otro lado de la puerta obviamente sin saber de mi presencia y eché una mirada bajo su cama. Era muy común que las personas guardasen sus cosas preciadas o secretas bajo la cama en un lugar compartido. Mi labio se arqueó hacia arriba cuando noté la caja de dulces allí abajo, parecía ser que mi compañera era golosa.
Rápidamente, dirigí mi mirada a mi maleta y simulé estar a medio abrirla cuando del baño surgió una chica de cabello negro y ojos verdes. Compuse mi mejor sonrisa (falsa) y levanté la vista.
Vestida con una simple camisa azul celeste y unos shorts del mismo color, parecía poseer un estilo bastante sencillo. Mi sonrisa se volvió algo más real cuando noté sus chanclas de tiburón rosa.
-Hola, buenos días, soy Freya Charson.
-Hola, qué nombre más bonito. Un gusto, soy Megara Vrands. -ella sonrió genuinamente. -Me seco el pelo y te ayudo.
-Gracias. -Me levanté para dejar las camisas apiladas en el armario que compartíamos mientras ella volvía al baño y encendía el secador.
-Bueno,Freya ¿qué grado vas a estudiar?
-Uno doble, química y bioquímica.
-Uf, cuanta inteligencia. -sonreí cortésmente. -Yo voy a biología.
-Es un buen grado, estaba en mis opciones. -ella se encogió de hombros mientras dejaba la pila de pantalones mientras yo dejaba mis calcetines.
-¿Esto es todo?
-Que va, aún tengo otras dos maletas en mi coche.
-Vamos entonces.
Dos horas después, ya tenía todas mis cosas en nuestra habitación y una buena imagen mental de Megara Vrands. Tras llamar a mi padre para informarle de que me había instalado perfectamente sin ningún problema, respondí al mensaje que Lauren me había mandado. Lauren Galov, más conocida como la Pantera Negra, era una figura bastante conocida por ser una de las mejores cazadoras al haber entrado a la Élite a los diecisiete años, dos años más tarde que yo. Habíamos entrenado juntas muchas veces al ser de la misma provincia y por lo que sabía, estaba aplicando en el grado de psicología, grado que le iba como anillo en el dedo al ser una persona bastante… intensa e incluso manipuladora. Lauren a veces podía llegar a ser viciosa en una cacería, por lo que lo mejor era dejarla ir a su aire hasta que calmase esa vena sádica suya.
Después de recoger nuestro pedido para la cena, Megara y yo nos encerramos en la habitación para ver una película y poder conocernos más. No me negué ya que necesitaba llevarme bien con la persona con la que conviviría todo un año y era mejor ganarme su confianza desde el inicio si quería que aquello saliese bien. Mejor no ganar la sospecha de alguien que vivía bajo mi mismo techo. Sabía que estaba siendo paranoica, pero era algo que venía con mi trabajo y ya estaba marcado en mi alma.
El martes, dos días después, empezaba oficialmente mi primera clase tras la conferencia del día anterior y el recorrido que había ido incluido. Entré a la sala donde se daría la clase de Matemáticas I y tras echar una rápida ojeada a la sala medio llena, me senté a un asiento de una rubia que estaba mirando Instagram. Me llamó la atención que estuviese mirando hierbas y no ropa o fotos como haría cualquier otra chica de mi edad. Fue una pena que no hubiese podido distinguir el tipo al haber echado solo una mirada por el rabillo del ojo. Saqué mi propio móvil y me dispuse a mirar las posibles historias que mis conocidos hubiesen podido subir, intentando ignorar la sensación de sospecha que inundaba mi mente al ver esas plantas, además del aire un poco extraño a su alrededor. Era cierto que podría no ser nada y solo mi loca paranoia, pero era demasiada casualidad. Y no había sobrevivido a base de ella. Simulé estar relajada mientras era consciente de todos los sonidos de la habitación y el sonido de unos pasos rápidos me hizo mirar por la puerta por el rabillo del ojo. En ese instante, noté como mi compañera de asiento también se daba cuenta de esa presencia y la duda en mi estómago se convirtió en frialdad.
Las hierbas y plantas eran muy utilizados en el mundo de la brujería ya que mezclandolas con su magia podían crear unos brebajes y unas pociones mortales. También eran frecuentemente usados por los cazadores de Élite para nuestros venenos, pero en España solo éramos siete y los conocía a todos.
Además, los cazadores poseíamos un sexto sentido para detectar la sensación del ambiente y leer las situaciones.
Eso solo dejaba una posibilidad, esa chica era una bruja. Y que hubiese notado unos pasos a diez metros con todo el ruido que había solo confirmaba mi teoría, debía poseer el sexto sentido que todos los brujos y brujas tenían. Dirigí mi atención a la profesora recién llegada y después de no encontrar nada sospechoso, mi atención volvió a mi vecina. La noté tomando notas de la clase y tuve que dividir mi atención. No quería empezar con el pie izquierdo nada más empezar así que también tomé algunos apuntes, aunque para mi suerte no hicimos demasiado. En el cambio de hora, guardé mis cosas más lento de lo normal para observarla un poco más. Su cabello completamente rubio la hacía sobresalir y por la forma de sus rasgos podía notar que no era de origen español sino de algún país nórdico. Era guapa, lo admitía. Además de ese cabello, sus ojos eran cafés, tenía una nariz recta y una tez clara que resaltaba su cabello y su cuerpo era esbelto. La vi terminar de recoger y salir de la clase despreocupada y miré mi horario. Suspiré. Era una pena que tuviese clase en aquel momento.