Cazadora

Capítulo I

-No reveles nada.

-Tranquilo papá. No diré nada. ¡Adiós! -me despedí con un beso en la mejilla. Y salí de la casa para dirigirme a la universidad con el coche. Era domingo y el día siguiente era mi primera clase. Cuando llegué, me dirigí a lo que seria mi habitación durante el resto del año. La habitación 345 piso 3. Al entrar, vi todas mis cosas perfectamente puestas en su sitio. Al otro lado de la habitación estaban también las cosas puestas. Observé la habitación. No era muy grande, unos 10m2, con dos camas a cada lado. Una ventana delante de la puerta que da a un jardín y en el lado derecho, donde están las cosas de mi compañera, una puerta para el baño. Finalmente, una gran estantería en el lado izquierdo y otro armario en el derecho. Por la puerta del baño salió una chica de cabello rubio y ojos azules. Vestida con una simple camisa azul celeste y unos shorts del mismo color, era muy guapa debía admitir.

-¡Hola! Tu debes de ser mi nueva compañera de cuarto. Me llamo Megara. Megara Vrands.

-Hola, soy Freya Charson.

-Bueno, Freya, eres nueva, no?

-Sí. Soy nueva de este año.

-Y dime, eres de aquí? Es que no me suena tu cara. -me mira detenidamente analizándome de arriba a abajo. Niego con la cabeza. -Entiendo. Entonces, ven y te lo presentaré con gusto.

-Fantástico.

-Que tal si damos una vuelta por la uni antes de que comiencen las clases? Estoy segura de que un recorrido te irá bien. Ya sabes, para familiarizarte y todo.

-Me parece una grandiosa idea.

Mientras dábamos la vuelta, charlábamos. Descubrí que le encantaba leer y escuchar música. A mi también me gustaba todo eso además de los deportes. Me sentía bastante cómodo en su presencia. Su persona inspiraba confianza. Nos detuvimos cuando unas chicas se nos plantaron delante impidiéndonos el paso. Las miré por encima. No tenia que ser una genio para ser que eran las populares y zorras de aquel lugar. Vestían unos tops, unas mini faldas que dejaban ver demasiado y, para añadir, unos tacones de cinco centímetros de alto. Estaba pensando todas las veces que se habrían caído. Seguramente serían fotos perfectas.

-Megara, esa es tu nueva zorrita?

-¡Perdón!- exclamé indignada. Mis pensamientos divertidos se esfumaron de un plomazo. Jamás me habían insultado así. Bueno, técnicamente sí lo habían hecho. Pero, los que lo habían hecho, estaban bajo tierra. Y no por mi culpa. Inspire intentando tranquilizarme. Tras hacerlo, sentí el veneno en mi boca listo para ser escupido. Pero, mi compañera se me adelantó.

-Jaja, buena esa. ¡Que irónico! Si es Sasha la ramera. -tuve que contenerme para no reírme ante la cara que puso. Como si fuese el mayor y peor insulto de su vida. -Además,quien eres tu para decirme eso cuando eres la que esta rodeada de tontas. Ay, perdón, tendría que decir zorras. -dijo haciendo una mueca burlona.

-¡Perra! Tienes envidia, no? Lo tengo todo, mientras tú, -hizo un ademán de repugnancia- no tienes nada.

-Jamás tendría envidia de alguien como tú. A diferencia tuya, yo no soy una ofrecida que se... -antes de que siguiera, la corté. Podía ver el tono rojizo que sus mejillas estaban adquiriendo.

-¡Megara! No te rebajes a ella. Vayámonos. -le dije. No deseaba acabar con una otitis. Además, no quería acabar en una pelea en mi primer día allí. ¿Que diría mi padre?

-¡Ja! Venga, vete, cobarde.

Tuve que detener a mi nueva amiga para que no se lanzase a por ella. No me fue muy difícil gracias a mi entrenamiento. Pero debía admitir que Megara tenía fuerza.

-Tranquila. Lo hace para que pierdas el control. -susurré. Respiró tres veces y cuando se calmó un poco, nos fuimos. Se me habían quitado las ganas de conocer más el lugar. Ya allí, me habló de nuevo.

-Gracias.

-¿Por?

-Por detenerme antes de lanzarme contra ella y partirle su bonita cara -dice calmadamente. Ante tal situación, reímos.

-No vale la pena.

-¿Amigas?

-Por supuesto.

Tras eso, nos tumbamos en una cama para después comenzar a charlar de trivialidades. Para después cenar e irnos a dormir.

Al día siguiente, a las ocho de la mañana, me tocaba matemáticas junto a Megara. Una inevitable clase a la que debíamos asistir. Fuimos a la aula y nos sentamos al lado. Tras charlar un rato, la profesora entró.

-Buenos días. Para los nuevos, mi nombre es Chelsea Roberts. Y sí, me llamo como la hermana menor de Barbie. ¿Algún problema? -preguntó. Al girarme un poco, vi la razón. Había unos chicos riéndose por lo bajo. Rodee los ojos y me giré de nuevo. Cuando la profesora empezó a explicar lo importante que eran las matemáticas, desconecté por completo.

Durante las dos siguientes en las que nos tocaban juntas, matemáticas y física, fue lo mismo. Ignorar un poco al profesorado y hablar por lo bajo al igual que mandarnos notitas.

En el almuerzo nos sentamos en una mesa libre. Vi como Megara se comía un sándwich de atún. Yo había pedido una bocadillo de pavo. Mientras nuestras voces se perdían entre los sonidos de la gente, entraron unos chicos captando la atención de todo el mundo. Incluso la nuestra. Tres eran los chicos que habían hecho girar nuestras cabezas. El de la derecha con cabello castaño y ojos verdes, y el de la izquierda con cabello azabache y ojos azules.

Vi como Megara miraba a uno en especial. Entrecerré los ojos y seguí la dirección de su mirada. Era el de la derecha. Lo analicé rápidamente y llegué a la conclusión de que era uno de esos típicos populares de las series. Bufé mentalmente ante el gusto de mi amiga. En cuanto dirigí la mirada al otro joven, me percaté de que se parecía mucho a Megara excepto en el cabello. No le di demasiada importancia ya que podía ser una coincidencia. Se sentaron en unas de las mesas centrales del comedor ignorando a todos. Observé como Sasha, la chica con la que me había topado el primer día, se acercaba a ellos y ponía su mano en el brazo del chico parecido a Megara. Hice una mueca de asco que traté de ocultarlo, me resultaba asqueroso. Mi amiga, en cambio, no disimuló su repugnancia. Tras cinco minutos, esos dos dejaron de montar un espectáculo. El chico, pudo deshacerse de Sasha que, con una cara de estar profundamente ofendida, se retiró a su mesa. Su amigo, por la cara y sonrisa que puso, se estaba burlando de él. Sin poder ocultar mi curiosidad, le pregunté a Megara:




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