Cazadores de Almas Oscuras - Nina

CAPÍTULO VI - DESESPERACIÓN


Abrí los ojos con dificultad, los párpados me pesaban, lo único que quería era saber dónde me encontraba y cómo había llegado hasta ahí. Cuando comencé enfocar la vista pude ver una habitación sin apenas luz, con tan solo unas cuantas velas esparcidas medio iluminando la estancia. Las paredes y el suelo eran de piedra,
parecía una mazmorra. ¿Qué hacía allí? No recordaba nada, solamente el haber aclarado las cosas con Ben y que me dirigía en busca de un taxi para volver a la Catedral.
Mis muñecas estaban sujetas por unas cadenas y cada vez que intentaba soltarme su sujeción aumentaba, haciendo que un agudo dolor casi me hiciera chillar. Era insoportable. Dejé de forcejear, puesto que no conseguía nada más que hacerme daño, cuando oí unos pasos que se acercaban por el pasillo. Alguien abrió la gran puerta de hierro, dejándome ver su rostro con más claridad.

—Vaya, vaya, mira a quién tenemos aquí —me escudriñaba con su asquerosa cara, mientras pronunciaba esas palabras, un demonio. Su aspecto era desaliñado, con el pelo oscuro cayendo por sus hombros y unos ojos negros aterradores.

—¿Qué quieres de mí? No tengo tiempo para tus jueguecitos, ve al grano —le escupí las palabras con impaciencia, porque paciencia ya no me quedaba.

—Cariño, yo quiero lo mismo que los demás, que abras la puerta donde mantienen encerrado a Samael para por fin liberarlo y que se una a nosotros con su gran poder. De paso te mantendremos quietecita para que no puedas acceder al infierno y cierres las puertas. No nos conviene —negó con su dedo delante de mi cara, moviéndolo de un lado a otro.

Todo lo que Raziel me dijo de todo lo que intentaban protegerme él y Azazel se estaba haciendo realidad ante mis ojos. Me encontraba prisionera de ese demonio para cumplir sus propósitos y no eran precisamente buenos. No obstante, si creía que movería un dedo por ayudarlo, lo tenía claro. No me iba a dejar utilizar por esos capullos, ni de coña. Absorta en esos pensamientos, escuché como alguien más se acercaba y mi piel empezó a erizarse.

—¿Dándole la bienvenida a nuestra invitada, Pruslas? Ya te puedes ir.

Si ese hombre le hablaba así a un demonio de primer rango, como era ese tal Pruslas, es que su poder debía de ser todavía mayor. Estaba jodida... verdaderamente jodida.

—Como quieras, solamente estaba dejándole las cosas claras a esta preciosidad. Nos volveremos a ver, siempre volverás a verme —me hizo un guiño al pasar cuando salía de la estancia, dejándome a solas con el nuevo individuo.

—¡Puaj! Ni en tus sueños, campeón, sigue flipando —elevé la voz para que me oyera mientras se marchaba de allí. No me iba a dejar intimidar por ese demonio por muy amenazante que pareciera.

—Deja de chillar, tu voz me irrita Nefilim —me ordenó el que acababa de entrar, poniendo cara de estar oliendo un pedo. ¡Que antipático!

Hasta ese momento aún no me había fijado bien en aquel tipo, cuando por unos instantes juré ver la cara de Azazel en su rostro. El parecido era impresionante, su mirada y sus ojos eran casi idénticos a los de este, solo que el extraño tenía el cabello más corto y de un tono rubio muy claro. ¿Acaso era alguna especie de juego cruel o alguna treta demoníaca? ¿Por qué tenía aquel hombre tanto parecido con Azazel? No debía de ser un demonio como el resto, de eso estaba segura, su poder aún era mayor y lo podía percibir.

—Siento que mi voz te resulte irritante, pero de no haberme secuestrado yo no estaría aquí molestándote —le espeté molesta.

—Cállate de una vez si no quieres estar de nuevo inconsciente. Tenemos un largo camino hasta llegar a Samael y no tengo tiempo para escucharte —mientras hablaba liberó mis muñecas. No pude evitar desestabilizarme y apoyé las manos en sus hombros.

De nuevo la marca escocía. Esa sensación de mareo que sentí cuando tuve aquella regresión y aparecí en casa de Azazel contemplando aquella escena mientras discutía con su mujer apareció de nuevo. Algo no iba a salir bien, así que me agarré fuertemente de aquel hombre y cuando quise darme cuenta otra vez estaba pasando.
Estábamos en un lugar extraño; sin embargo, no había hecho la regresión sola, él me acompañaba. No sabía a dónde había ido a parar esa vez, únicamente veía una hermosa playa desértica de arena fina y aguas cristalinas.

—¿Se puede saber qué has hecho? ¿Dónde nos encontramos? —me interrogó confundido, con cara de pocos amigos—. Si no pensara que es imposible juraría que nos encontramos en las playas de Aqaba, en Jordania, pero hace centenares de años atrás —meditó en voz alta.

—Lo siento, a veces me pasa. Bueno, en realidad es la segunda vez y todavía no lo puedo controlar. No se lo he dicho a nadie porque no estaba del todo segura. Debe de ser uno de mis poderes que está despertando —me sentía inquieta.

—Ese es un gran poder y deberías aprender a controlarlo cuanto antes, podrías meterte en problemas. Puedes resultar herida si no sabes a dónde vas, o poner en riesgo tu vida. Un momento, tú no eres Nefilim —mi cara de asombro debió decírselo todo, porque enseguida lo aclaró—. Quiero decir, uno de tus padres sí
que era un ángel; sin embargo, el otro estoy seguro de que era un demonio de gran poder —explicó—. Solo conozco a un demonio capaz de hacer regresiones en el tiempo, su poder es inmenso. Aunque no tiene descendientes, puede que vengáis de la misma rama sanguínea y que seáis parientes. Ese poder es demoníaco, lo percibo.




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