Durante días enteros estuve buscando la manera de trabajar, sí, Brandle me había corrido aquella noche, pero al día siguiente ya no se acordó de nada, lo que me permitió salir y buscar lugares que, si bien no me permitían impartir la licenciatura de mercadotecnia como lo había estudiado en la universidad, pudieran darme la oportunidad de conseguir dinero y largarme definitivamente de Dallas.
Me contrató una tienda de deportes, a la que al parecer mi presencia les benefició mucho, usualmente solían pedirme que me vistiera con playeras deportivas, ya fuesen de los jugadores de béisbol, soccer u otros deportes, precisamente fue ahí donde conseguí mi colección completa de playeras de la NFL, una colección que años más tarde le regalaría a mi hermano. El gerente estaba demasiado contento de tenerme ahí, de hecho, días antes uno de mis compañeros empleados me comentó que las ventas habían incrementado desde que yo entré, pues al parecer docenas de mujeres acudían al lugar fingiendo comprar algo para después entablar una larga conversación conmigo. Suena ridículo, pero fue hasta ese momento que agradecí tener esta apariencia física.
Esta vez esperaba tener el dinero suficiente para comprar el miedo de mi madre. Se supone que nuestro problema al salirnos de Dallas era un lugar para vivir y un sustento hasta que consiguiera otro trabajo, pues entonces creo que lo había logrado. Todos mis ahorros esperaban por mí y por nuestra futura vida lejos de ese hombre. Me llevó alrededor de un año reunir el dinero estimado, pero finalmente lo conseguí.
—Erick —me dijo ella. Me angustiaba verla toda nerviosa, pero debía insistir, apelar por la idea de alejarnos antes de que alguno de los tres terminara muerto. Ya no quería verla durante las noches llorando o limpiándose la sangre en el baño de su habitación, (suspiro) me estaba volviendo loco.
—Mamá, yo ya no quiero seguir aquí. Ya no aguanto —tuve que llorar para que me creyera—. Si nos quedamos un día más aquí, llegará el momento en el que ese hombre te termine matando a puro golpe, y lo va a hacer ya sea contigo o conmigo, y también existe el peligro de que lastime a Morgan. ¿De verdad quieres eso? Perdón, sé que esto va a dolerte, pero mi hermano y yo no tenemos por qué pagar lo que tú elegiste para tu vida.
—Hijo… me siento aterrada.
—Yo no, yo me sentiría más aterrado si decidieras quedarte, porque eso significaría que me largaría sin ti, mamá.
La vi limpiarse las lágrimas y erguirse.
—Vámonos a dónde tú quieras, pero sácanos de aquí.
Le di un fuerte abrazo, le besé la frente y me preparé para subir por mis cosas, pero una vez más… (Elaine no me deja terminar, me pregunta si he visto otra vez al mismo gato blanco, y yo le respondo que sí) el gato me cuidaba desde una ventana. Me suena un tanto paranoico decir que el animal intuía mi desprecio por él, pues cada vez que Brandle no estaba en casa, él prefería estar afuera o largarse a otros jardines, como me hubiese encantado desquitarme con él, golpeándole de la misma forma que mi padre lo hacía conmigo.
Empaqué la poca ropa que me había podido comprar hace unas semanas, cuando ya había ahorrado lo suficiente, pero antes de que pudiéramos salir… Brandle llegó. Había llegado temprano y nos encontró a mamá y a mí en la puerta con las maletas en las manos, era obvio que se iba a enfurecer, y a pesar de que no estuviera borracho, su carácter seguía siendo el mismo con nosotros, es por eso que digo que siempre nos detestó.
Corrió arremetiendo contra mi madre que cargaba a Morgan, y yo no pensaba dejarlo, con todas mis fuerzas me lancé sobre él arrojándolo contra uno de los muebles que terminó despedazándose al impacto. Sus ojos me veían con coraje, furia que cobraba vida apoderándose de su cuerpo y que… (Elaine me interrumpe, yo sabía que no iba a poder quedarse callada, pero igual le permito destruirme. Me preguntó que si esa misma rabia ya la había visto en otro lugar, pero esta vez no le respondo y veo sus ojos victoriosos, sin embargo pienso que sí, sí Elaine, esa misma rabia la vi y la sentí el día que asesiné a Sara, pero pienso contártelo más adelante) Ahí pude comprender que la maldad existía en la tierra y que venía en forma de persona. No sé por qué, pero hasta el día de hoy sigo pensando que aquel gato blanco se burlaba de mí, se divertía de lo que Brandle me hacía, y por eso lo pagaría caro.
—¡Vete mamá, vete! —le grité mientras yo intentaba controlarlo.
¿Sabes una cosa, Elaine? Ahora que lo pienso, sentí dos emociones diferentes en el momento en el que le grité que se fuera; la primera fue miedo, terror de que saliera y me dejara solo con él, pero a la misma vez me felicité por haberlo hecho, pues con ella y Morgan corriendo en la calle, estaba seguro de que Brandle me las iba a pagar.
Antes de darle el primer golpe pensé: ahora sí papá, tengo tu altura y tu peso, pero sobre todo, ya no te tengo miedo. Brandle y yo estábamos completamente solos, sin nadie que me detuviera llenarlo de golpes. No era más un niño, no más un adolecente, al igual que él, me había convertido en un hombre, y le iba a demostrar lo que era meterse con alguien inferior a él. Le arrojé varios puñetazos en el rostro viendo cómo la sangre me salpicaba los nudillos, (sonrío y veo como Elaine se acomoda en su silla, tal vez después de todo logro incomodarla un poco) me giré bruscamente rompiéndole la nariz para después tomar el reloj viejo de la pared y estrellárselo contra la cabeza. Las piezas salieron volando y brincaron por todos lados perdiéndose en el suelo, bajo la alacena, en el comedor y en la base de la puerta.
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Editado: 07.05.2024