El trabajo duro y los sacrificios nocturnos elaborando documentos e informes, finalmente habían dado sus frutos, pues me permitieron comprar la casa de mis sueños a las afueras de Crowder. A diferencia de Dallas, este pueblo me encantó desde el primer día que llegué, su clima, sus campos, su gente y sus días nublados que me volvían loco, y mi madre no era la excepción, sabía que ella iba a ser muy feliz en este lugar, ya que la excesiva flora de los alrededores la haría sentir libre.
—Y hay más.
—¿Más? ¿Qué otra cosa compraste?
La llevé hasta el garaje de la casa, y desmontando la cubierta protectora dejé a la vista de ella y de mi hermano un hermoso auto Célica, el cual con tanto orgullo presumí los siguientes años de mi vida.
Estaba listo para traer a Sara y que ambas pudieran conocerse. El día que la traje, nada resultó cómo yo esperaba. Desde el momento en el que Elizabeth miró mi auto, quedó boquiabierta, me hizo algunas preguntas y yo le conté la absoluta verdad, bueno, en realidad le omití completamente la vida de infierno que vivíamos en Dallas y el porqué de nuestra huida.
—¿Es aquí? No puedo creerlo, es maravillosa —exclamó apenas vio la casa y el bosque.
—Sí, ahí se fueron sueldos enteros —me reí—. Lamento si encuentras ropa, cajas y envoltorios regados por todo el suelo. Aún estamos desempacando y nos hace falta adquirir unos muebles que puedan llenar el espacio.
Ella me sonrió, después de bajarse del auto lo rodeó para tomarme del brazo. Era hermosa, eso es algo que no voy a poder negar, y estaba enamorada, una combinación letal estando cerca de mí. Entré con ella y le sostuve la mano, las luces estaban encendidas y efectivamente, las cosas estaban regadas por todos lados. Jadela se hallaba en la cocina con mi hermano. Cuando la llamé, ella salió con una vigorosa sonrisa en el rostro, sin embargo aquella misma felicidad pasaría a desaparecer cuando nos vio a Sara y a mí tomados de la mano.
—Sara te presento a Jadela, mi madre.
»Mamá, te presento a Sara Elizabeth. No sé si recuerdes a las Allen de Dallas, ella es la hija de Amalia.
Mi madre la miró con desprecio, la vio como si fuese lo más insignificante de la vida y ni siquiera se atrevió a estrecharle la mano cuando Eli le ofreció la suya. En ese momento no pude verme, pero por lo caliente de mi rostro supe que estaba rojo de vergüenza. Deseaba que la tierra me tragara y me escupiera lejos de aquella escena tan incómoda.
Llevé a Elizabeth al pórtico de la casa, traté de hablar con ella con la idea de que se olvidara de aquel episodio tan vergonzoso, pero por la expresión de su rostro, supe que no le sería fácil aceptarlo.
Sara no se quedó por mucho tiempo, si permaneció un par de horas fue porque yo se lo pedí, así que después de haberla ido a dejar a su casa, volví con toda la intención de reclamarle a mi madre su acto tan inmoralmente grosero. La conversación que tuvimos a continuación me dejó entrever un punto importante de mi vida. Jadela quería remplazar a mi padre en mí, y estaba dejándome de ver como su hijo.
—Mamá —llegué molesto—, ¿por qué la trataste así?
Ella me miró.
—¿Quién era ella?
—Te lo dije cuando la presenté, pero claro, la señora estaba demasiado ocupada detestándola como para escucharme. Es la hija de Amalia Allen, ¿la recuerdas? Ellas vivían en Dallas.
—Mmmm, ¿qué estaba haciendo aquí?
—¿Cómo que qué estaba haciendo aquí? La traje para que tú y ella pudieran conocerse. Mamá, la estoy pretendiendo.
Su espanto fue tal que necesitó levantarse de la silla.
—Erick, tú no necesitas una novia.
—¿Perdón?
—¿Para qué quieres una novia si nos tienes a Morgan y a mí?
—¿Estás escuchando lo que dices? Jadela, no estás actuando como una madre, sino como una novia celosa —pero ella no pareció escucharme.
—No quiero que la vuelvas a traer.
—Lo siento mamá, pero Sara Elizabeth va a salir y entrar de esta casa las veces que se le dé la gana.
—¡No! ¡No la quiero aquí! Está casa me la compraste a mí y no quiero que esa mujerzuela venga a meterse y ensucie mi espacio.
—Lamento que pienses así, pero espero que te acostumbres.
(Elaine me mira asombrada, pero no puede decir nada, sabe que si comenta algo sobre mi madre, la desgreñaré).
El pensar que Eli podría alejarse de mí después de aquel vergonzoso episodio, me hacía sentir inquieto. No quería que las cosas se terminaran así. Afortunadamente solo fue la incomodidad del momento, pues al día siguiente, cuando me presenté en el banco con un ramo de rosas, Sara me recibió con el mayor de los gustos, se atrevió a besarme y después se sonrojó, creo que se había olvidado de que todavía no formalizábamos nuestra relación. La llevé a uno de los restaurantes de la calle, cerca de su trabajo para que no perdiera el tiempo en regresar, pero cuando estábamos comiendo plácidamente, volvió a suceder. Advertí un hombre que caminaba por la calle opuesta a nosotros, se había cambiado el suéter y ahora tenía una vieja bufanda. El estómago se me revolvió al reconocer que se trataba de Brandle, y los demonios de toda mi vida se volvieron a sentar a mi lado.
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Editado: 07.05.2024