Céline.

Capítulo 3.

No me consiguieron pretendiente y después de todo no había sido lo peor de mi vida. Recibí muchos encajes, vestidos, perfumes y zapatos como regalo de cumpleaños. Y un libro de: Calvin Archambault para: Céline Allard. 

Con una nota: Parte de mi razón de ser está escrita en este libro.

...

 

Llaman a la puerta.

—¿Está Céline?. (Calvin).

—Si joven, pasé y espere un momento. (Marie ama de llaves).

...

 

—Señorita la busca el joven Calvin Archambault está en el salón esperándola.

—Dile que bajó en un momento por favor.

—Como diga señorita.

...

 

—En un momento baja joven.

—Gracias.

...

 

—Hola Calvin.

—¡Céline!, hermosa como siempre.

—Gracias, vamos al jardín.

...

 

—¿A qué se debe tú visita?

—Te lo dije te quiero.

—Leí tú libro. ¿Es cierto lo que allí dices?

—¿Qué parte?.

—¿Te enamoraste una chica y ella te lastimó?.

—Si, aunque en el libro no pasa igual. Ella es de la alta sociedad, una chica muy guapa; mientras estuvo fingiendo me sentía el hombre más feliz del planeta; primero me hizo pensar que era maravillosa, luego me lo hizo sentir y terminó por dañar todo lo bueno que alguna vez hubo en mí, se fue con otro. Y todo lo hizo con el pretexto de sacar a su familia de la miseria y deshonra; su padre había perdido todo su dinero en apuestas.

—¡Por eso muestras ser indolente!.

—Se aprovechó vilmente de mí amor.

—Pero... ¿Por qué eres diferente conmigo?

—Porqué tú lo eres. 

—Juré jamás volver a enamorarme y aquí me tienes.

—Lo siento.

—¿Por qué?.

—Bien dicen: ~No juzgues mí camino cuando no has caminado con mis zapatos~.

—Ya no tiene importancia.

—Y... ¿Por qué volviste a Marsella?.

—En Marsella está toda mí vida, aquí nací, crecí y aquí quiero terminar mi vida. ¡Estás tú!

—¿No quisieras conocer otras partes del mundo?.

—No, viaje lo suficiente y pienso que conocí exactamente los lugares que debía conocer para crecer como persona. Al principio pensé que era lo mejor, pero no es así, estar con personas totalmente desconocidas, con costumbres diferentes a las nuestras te hace madurar de golpe, adoptar el rol de alguien responsable.

—Pensé que eras el típico hijo mimado.

—No te equivocas, si lo era.

—¡Has cambiado mucho!.

—Tenía que hacerlo.

...

 

Hay una profunda tristeza en su mirada.

Se le ve honestidad en todos sus gestos, tal vez sí ha cambiado.



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En el texto hay: romances

Editado: 16.03.2018

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