Cero

CAPÍTULO XVI

Mi habitación era la número 71. Eso significaba que no estaba cerca de la habitación de Sofi, aunque al menos se encontraba en el mismo piso.

Camino por el pasillo buscando mi habitación. Finalmente la encuentro, aunque la puerta ya se encontraba abierta, probablemente porque ya había llegado mi compañera.

Entro y me encuentro con la misma habitación que tenían Sofi y Judy, aunque las sábanas y almohadas eran de diferentes colores. Mientras que las de Sofi eran amarillas, estas eran azules.

En uno de los armarios, se encontraba una chica vestida de negro guardando su ropa. Cuando entro, ella se da cuenta y voltea a verme. Frente a mí estaba la misma chica que había venido con nosotros en el camino.

—Oh. Tú, otra vez —comenta sin emoción alguna y regresa a su trabajo de acomodar su ropa.

—Tú, otra vez —murmuro avanzando por la habitación hacia mi cama.

Abro mi maleta y reviso que todo se encuentre en buenas condiciones. O al menos que nada se haya tirado.

—¿Entonces, somos compañeras de cuarto? —comento intentando hacer conversación.

—Sí, eso parece —menciona sin dejar de acomodar sus cosas.

Me resigno a no hablar con ella y me dedico a acomodar mi ropa en el armario, junto a ciertas de mis cosas personales en el buró y el baño. En un momento, me doy cuenta de que ella ya terminó de guardar y se dedica a verme. Una vez que termino, ella decide hablar.

—¿Eres de Zona Baja, no? —pregunta aunque después niega con la cabeza—. O sea, sí. ¿Pero de dónde eres exactamente? 

Me siento en la cama volteando a verla.

—Solía vivir en “Fundadores de Zavaleta”, ahí estaba la casa de mi abuelo.

Ella asiente tranquila.

—¿Y tú? —pregunto con curiosidad.

Ella hace una mueca con la boca no muy convencida de que decir.

—En una colonia de ricos. Jamás fue mi favorita —dice encogiéndose de hombros. Después voltea a verme nuevamente—. ¿Por qué te inscribiste?

Esta vez soy yo quien duda en que decir al respecto. A pesar de que tendríamos que convivir, seguía siendo una extraña para mí y no quería contarle mi vida a una completa extraña.

—Digamos que era mi mejor opción de vida —menciono esbozando una sonrisa sabiendo que era la respuesta que la mayoría de las personas darían.

Ella asiente pensativa. Pareciera que sabe que miento pero no dice nada más. Observa hacia el reloj junto al baño y se levanta.

—Parece que es hora de comer —comienza a caminar hacia la puerta pero se detiene en el marco y voltea a verme, se detiene unos segundos debatiéndose que decir hasta que finalmente habla—. Nos vemos al rato.

Después de decir eso, sale del cuarto tranquilamente.

Me volteo también para ver el reloj. En realidad, no sabía a qué hora nos darían la comida, así que le mejor opción era bajar pronto para averiguarlo.

Cuando salgo, paso a un lado del cuarto de Sofi. Ella se encuentra pegada a la puerta esperándome.

—Judy dijo que pronto sería hora de comer y que deberíamos bajar —explica apenas llego con ella.

Dos personas ya habían dicho que pronto sería la hora de la comida, lo que lo hacía más cierto.

Ambas bajamos dirigiéndonos al comedor según las flechas de los pasillos. El comedor era similar a la sala de estar, a diferencia que era mucho más largo y solo había mesas y sillas. Una barra y una puerta del lado izquierdo indicaban que hacia ese lado estaba la cocina.

Una vez que bajamos, ya comenzaban a tener todo listo para que nosotros comiéramos. Avanzamos hacia una de las esquinas del lado derecho sentándonos en una mesa.

Lentamente el lugar se fue llenando y todos comenzaron a tomar lugares. La desventaja era que los asientos estaban hechos justo para la cantidad de personas que había aquí, por lo que parecía que dos personas más se sentarían con nosotros. 

—Hey, les importa si tomo asiento con ustedes —preguntó Judy acercándose a nosotras.

Sofi asintió y señaló el lugar que estaba a su lado.

Las mesas terminaron de llenarse y nadie más se sentó con nosotras.

Varios meseros pasaron a nuestro lado dejando la comida lista, tanto para nosotros como para los demás.

No pude contener mi sorpresa al ver la enorme cantidad que nos estaban dando. Ví de reojo a Sofi y noté que sonrió sin detenerse a comer. Probé primero el guisado y tenía que admitir que sabía bastante bien, incluso mucho mejor que otras cosas que había comido antes.

Todos terminamos de comer bastante satisfechos, y yo no era una excepción. Al parecer también la comida era un motivador para llegar a la Capital.

Uno de los coordinadores entró llamando nuestra atención.

—¡Buen provecho a todos! —exclamó viéndonos a todos—. Espero que ya todos se hayan acomodado correctamente en sus cuartos.

Varios asintieron, pero al no recibir más respuestas, él continuó.




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