Charlie

La firma de un asesino

—No se molesten en preguntarme nada o amenazarme, ya pedí un abogado.

—¡Vamos, Lucho! ¿En serio vas a tomar esa actitud? Al menos déjanos plantearte una pequeña oferta que te podría interesar.

Teníamos a "Lucho" encerrado en una de las oficinas del departamento, pero no era precisamente la sala de interrogatorios, ni siquiera le habíamos hecho el expediente de ingreso, antes de cualquier formalidad necesitábamos que nos diera la información sobre nuestro sospechoso. Gus aplicaría la técnica del psicoterror, que no era más que una mezcla de medias mentiras y medias verdades que casi siempre funcionaban para hacerlos cantar:

—Necesitamos saber el paradero de un amigo tuyo. Parece que le gusta mudarse muy seguido y puede ser un testigo importante en un caso que llevamos. En realidad sólo estás aquí detenido porque tu mala conciencia te hizo correr al ver la policía, pero no te buscábamos a ti.

—¿Reconocen entonces que me tienen aquí injustamente? ¿Es lo que acabas de decirme?

Yo me acerqué a la mesa y le mostré el arma que recogí que aún mantenía en la bolsa plástica.

—No tan "injustamente". Verás, trataste de deshacerte de esta arma al ver que te perseguía. Tiene los seriales limados, pero no por eso no creas que los forenses no van a saber su historia y tus huellas digitales en ella. En lo que sea que te esté involucrada, ellos lo averiguarán y tú pasarás un buen tiempo en prisión. Pero si nos ayudas a ubicar a nuestro sospechoso, personalmente me aseguraré que te sea tomado en cuenta cuando negocien tu sentencia.

—¡No me asustas, amigo! ¡Esa arma me la "sembraron"!

—Bien, es una muy débil defensa; pero si quieres mantenerla es tu problema...—Le respondió Gus— Aunque, si nos ayudas...

Gus y yo estábamos de pie frente al chico. Él estaba sentado frente a la mesa con las manos detrás de la espalda y las esposas puestas. Intentaba parecer confiado y tranquilo, pero a pesar del aire acondicionado se veía como sudaba la gota gorda mientras nos observaba. Alguien tocó la puerta de la oficina, así que me asomé y vi a Maggie.

—Gus, te dejo un instante.

—¡Anda! Tráeme un conito de agua, por favor.

—¡Vale!

Salí de la oficina y cerré la puerta tras mí. Maggie me miraba con cierta preocupación.

—No pueden retenerlo mucho más tiempo allí. Deben procesarlo y llevarlo a la verdadera sala de interrogatorios.

—Ya pidió un abogado.

—¡Johnny! Si ese chico se da cuenta que no están siguiendo la normativa, le dirá a su abogado y este puede alegar que la detención fue arbitraria y fuera de la norma. Tendrían que soltarlo inmediatamente.

—¡Lo sé! ¡Lo sé! Pero le necesitamos, sólo unos minutos más y "cantará". ¡Por favor, Maggie! Consíguenos unos minutos más...

—¡Diez minutos, Johnny! El fiscal Becker está en el edificio y sabes bien cómo es él cuando se saltan los procedimientos.

Asentí con la cabeza, Maggie suspiró y se retiró del pasillo. Yo fui al filtro a tomar agua y recogerle un poco a Gus. Regresé entonces a la oficina. Le encontré aún de pie frente al muchacho mientras encendía un cigarrillo. Le extendí el conito de agua y me paré a su lado.

—Becker está en el edificio. Tenemos cinco minutos para convencerlo o nos jodimos. —Le dije al oído de forma disimulada.

Gus bebió su agua y me guiñó el ojo. Entonces le vi que dio la vuelta a la mesa y se inclinó de frente hacía el chico; fue directo al grano:

—Necesitamos saber dónde está ubicado Lewis Sullivan. Nos dijeron que eras "muy amigo" de este tipo, así que creemos que tú puedes darnos esa información.

—¿Por qué lo buscan? Él está limpio, no está metido en líos.

—Nadie ha dicho que lo esté. Sólo queremos hacerle unas preguntas y si no está implicado en nada malo, lo dejaremos.

"Lucho" nos miró a ambos como tratando de indagar si le decíamos la verdad. Se mantuvo en silencio como por un minuto, hasta que al fin lo vimos ceder:

—Les daré la dirección de Sullivan. ¡Pero tienen que ayudarme! El arma no es mía, lo juro. Un amigo me la dio para que me deshiciera de ella, lo que él hizo con esa arma yo no tengo nada que ver.

Gus y yo sonreímos tras escucharlo, ¡lo logramos!

***

—¡Hey! ¿A dónde creen que van, par de idiotas? ¡Entren!

Cuando íbamos rumbo al estacionamiento, nos topamos con nuestro jefe, y eso no era nada bueno. Gus y yo entramos a su oficina con el rabo entre las piernas a sabiendas de lo que nos esperaba.

El capitán Clay Johnson era el subjefe de la División de Delitos Mayores -anteriormente la División de Homicidios Prioritarios- del Departamento de policía. Un hombre muy, muy difícil de sobrellevar para todos los detectives que estábamos bajo sus órdenes. Un hombre enorme, obeso y que tiene unos pulmones más grandes que todo el edificio de la comandancia, así que cuando te grita todos en el piso se enteran. Su capacidad para humillar y defender a todos los pobres miserables que trabajamos a su lado lo hace ser el principal receptáculo de todo nuestro resentimiento, pero... Es de la "vieja escuela" y no se puede negar que bajo su mando las cosas en este departamento se hacen bien y se alcanzan los objetivos en tiempo record; por eso muchos le odian, pero le respetan.



#4293 en Detective
#2289 en Novela negra

En el texto hay: lgbt, investigacion criminal

Editado: 03.04.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.