Cielo Rojo

Capítulo IV

 

Llore.

Llore, mientras sentía como la impotencia me hacía perder cada segundo más y más los estribos, pero no podía hacerlo, era una prueba lo sabía perfectamente, aunque no podía comprender.

 ¿Qué tenían que ver ellos en todo esto?

¡¿Qué?!

¿No les bastaba solo conmigo?

— ¿Qué es lo que pretenden con todo esto? — interrogue mordaz.

Me dolían las muñecas, y el calor hacia que la ropa se me pegara al cuerpo, debido al sudor que me recorría en cada rincón, sin contar algunos más íntimos. Estaba atada, colgando de unos tubos metálicos, a tan solo 5 centímetros del suelo, era una agonía estar tan cerca y así mismo tan lejos de la felicidad de poder posar mis pies para ayudar a mis brazos.

El lugar en donde nos encontrábamos era una habitación muy grande, había unos cuantos cuadros artísticos colgados, las paredes tenían un verde limón pastel con las orillas amarillas, pero lejos de allí no había ningún mueble que diera vida a ese lugar, salvo una silla que tenía un rubio con rostro burlón.

Los demás aún seguían durmiendo, era de imaginarse debido al hechizo que tenían.

Lo único que podía recordar con escenas borrosas era a Varick, besándome después de esa discusión, el frio del ambiente cernirnos, y como poco a poco el cuerpo dejaba de responderme hasta que la oscuridad invadió la totalidad de mi mente.

—Su majestad, ya ha despertado — soltó divertido el rubio mientras jugaba con el anillo de plata incrustado en su dedo anular —. Disculpe que la tengamos en estas condiciones. Pero ordenes son órdenes — elevo los hombros restándole importancia.

— ¿Quiénes son ustedes?

—Sus leales súbditos…

—Eso lo dudo.

Los observe con desdén.

El rubio estaba sentado en la silla con el respaldo entre sus piernas, su barbilla sobre sus antebrazos mientras esa sonrisa burlona no se alejaba de su rostro, tenía bonitas fracciones, y un cuerpo trabajado.

Pero al observar detenidamente a su acompañante hizo que todo el cuerpo me temblara, estaba recostado en la puerta mirando todo, con indiferencia, inclusive a mí.

Abrí más los ojos, y negué reiteradamente con la cabeza, intentando inútilmente que mi imaginación dejara de volar, quizá era lo cansada que estaba y eso me llevaba a ver cosas, pero no lo era, él era tan real como yo.

Sencillamente me negaba  a creerlo

¡Joder!

¡Era el chico de los hot kakes!

Si antes no entendía nada, ahora estaba peor.

Sus ojos castaños se toparon con los míos, y el hielo que había en ellos hizo que un mal presentimiento se presentara como un escalofrió, era terrorífico. No se parecía en nada al chico que te atendía con una sonrisa encantadora y amable a la hora de pedir la comida. Inclusive todo en él se veía obscuro, malo y provocador, lo cual como cualquier típica chica hormonal querrías descubrir, lanzarte a sus brazos y querer sanarlo, el típico cuento chino.

Elevo una ceja al ver que no apartaba la vista de él, y soltó una sonrisilla cínica.

—Me ha reconocido su majestad — hizo una reverencia en forma de burla.

—Tu… — susurre consternada.

—Heller, a su servicios — guiño el ojo coqueto, lo cual me desconcertó más —. Has tardado mucho en reconocerme por lo visto, y eso que decías llamarte mi acosadora — rio burlón.

— ¿Qué hago aquí? — interrogue haciendo caso omiso a su comentario.

No quería ni recordar que estuve tanto tiempo obsesionada con ese chico, tres años para ser exacta, y que justamente en estos instantes me tenía ¿Secuestrada? Era irónico y una muy, pero muy mala broma por parte del destino y ya sea de la vida.

—Eso es algo que yo puedo explicarte muy bien, mi futura reina — una voz ronca inundo la habitación.

Ambos jóvenes se enderezaron.

Mi vista enfoco a un hombre alto, de cabello canoso, cuerpo atlético fundido en un traje de marca, sus ojos azules hicieron contacto con los míos y un escalofrió me recorrió el cuerpo.

—Te propondré un trato, futura reina. Uno el cual nos beneficiara a los dos, ya verás tu si lo aceptas… o atente a las consecuencias — la sonrisa torcida que soltó me dio repulsión — Salvas a tus “amiguitos” mientras me ayudas a darle una pequeña lección a la corte.



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En el texto hay: brujas

Editado: 23.04.2018

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