Cien días para volver a ti

Estrella 6: Un error

     ― ¿Por qué no puedo tener buenas notas? ―se lamentó el irlandés en voz alta desde su ventana en el segundo piso, con fingido tono lastimero, al encontrarse a su amiga escondida detrás de una columna de concreto del edificio.

     ― ¡Estas no son horas para estar haciendo escándalos! ―exclamó Jefferson apuntándole directamente con la linterna en la cara.

     ―Ah, lo lamento, señor Jefferson, es que me sentía tan desdichado―lloriqueó.

Desde la posición de Kamille, podía ver que su amigo andaba despeinado y  no llevaba camiseta, lo cual significaba que seguramente debía de haber estado dormido.

     ― ¡Pues vaya a desahogar su desdicha en la cama! ―gritó por última vez el guardia, y entonces regresó por el mismo camino por el cual había llegado.

Kamille exhaló de alivio, igual que su amigo. Y entonces, ella salió de su escondite.

     ― ¿Qué haces aquí? ―murmuró el chico desconcertado―. ¿Pasó algo?

     ―Ayúdame a entrar―le pidió la chica, paseando la vista entre su amigo y el pasillo por donde había desaparecido el vigilante.

     ― ¿Para qué quieres entrar? ―dudó él.

     ―Luego te explico. Ahora ayúdame―respondió ella―. Por favor―insistió al ver que Brandt no parecía convencido.

Al final el chico cedió y le hizo una seña para que se encontrase con él en la entrada principal. Kamille esperó en la esquina del edificio, mientras el irlandés se encargaba de lo suyo.

     ―Si sales a esta hora no podrás volver a entrar―le advirtió Jefferson cuando lo vio marchar hacia la salida.

     ―No pienso salir―replicó el irlandés encendiendo su dramatismo interior―. Es solo que estoy tan preocupado por mis calificaciones que no puedo dormir. Creo que necesito un abrazo―sin decir nada más, se abalanzó sobre el guardia, girándolo de espaldas a la dirección donde se encontraba su amiga. Entonces le hizo una seña para que avanzara.

     ―Vale, ya es suficiente―el hombre trató de apartarse, pero Brandt lo volvió a apretar contra sí.

     ―También extraño a mi madre―añadió. Y con eso fue suficiente para que la chica consiguiera subir las escaleras a oscuras hasta llegar al rellano del segundo piso―. Bueno, gracias, adiós―concluyó el chico para luego marcharse corriendo como si nada.

     ―Eso estuvo cerca―susurró la chica de cabello oscuro, pero su amigo levantó su dedo índice hacia su pulgar, haciéndola callar. Entonces tomó su mano y la arrastró silenciosamente hasta su habitación.

     ― ¿Qué estás haciendo aquí? ―volvió a preguntar el irlandés, cuando ya se encontraron protegidos por los muros de la habitación.

     ―Búsquense un maldito hotel―se quejó el compañero de Brandt lanzando una almohada hacia ellos medio dormido.

En ese momento, la chica lo vio por primera vez. Era un chico musculoso, parecía ser asiático, no estaba segura de qué país, y también parecía bastante grosero. Hasta entonces, ni ella ni Maggie habían conocido al compañero de cuarto del irlandés, y ahora se hacía una idea del por qué el chico lo había mantenido en secreto. Con solo un vistazo se podía entrever que era del tipo mujeriego y patán.

     ―Cierra la boca, Ed―masculló, pero de todos modos arrastró a su amiga hasta el baño y cerró la puerta a sus espaldas―. No le hagas caso a sus payasadas. No tiene idea de cómo tratar a otros seres humanos.

 

 

Kamille

     ―De acuerdo―repliqué, haciendo una nota mental de nunca volver a hablar con el compañero de Brandt―. ¿Sabes dónde está la habitación de Lucas? ―fui directo al grano, teniendo cuidado de no alzar demasiado la voz.

     ― ¿Para qué quieres ver a ese tipo? ―inquirió él, en tono molesto―. ¿Y por qué no traes zapatos?

     ―Quiero que me explique por qué demonios está diciendo cosas de mí que no son ciertas―declaré más enfadada de lo que pretendía, ignorando su última pregunta.

     ― ¿A qué te refieres? ―dudó.

Exhalé son dramatismo, incapaz de seguir manteniendo esa conversación. Estaba segura de que quería echarme la misma bronca que Maggie y Clara, y sinceramente no me sentía con demasiados ánimos como para repetir la misma explicación.

     ―Brandt, somos amigos desde hace muchos años―señalé dedicándole una mirada comprensiva―. Te prometo que todo está bien, solo hay algunas cosas que necesito dejar claras entre Lucas y yo.

El irlandés me miró a los ojos, debatiéndose por un momento en su interior. Tenía una de esas miradas que ponía cuando dudaba de la procedencia de la sopa de la cafetería del colegio, pero Margaret le instaba a probarla.

     ―Vamos―dijo abriendo la puerta del baño para salir.

     ―Espera―lo detuve. “¿Y ahora qué?” pareció decirme con su ceño fruncido―. Dime el número, puedo ir yo sola.

     ―Este no es el dormitorio de chicas, Kami. Te puedes perder―rechazó Brandt.

Me pareció absurda su preocupación. No había manera de que me perdiera en este edificio tan simple. En cada piso había solo dos pasillos que se cruzaban en una cruz, y a cada lado de cada pasillo se alineaban puertas enumeradas. Era exactamente igual al dormitorio de chicas. Tenía cincuenta y cinco habitaciones por piso, igual que el nuestro; al menos así había escuchado decir de mis compañeros de clase.




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