Cien días para volver a ti

Estrella 10: Recuerdo

Cuatro horas más tarde, la puerta del baño finalmente se abrió, dándole paso a la chica de cabello oscuro. Ya había pasado el efecto de lo que fuera que había puesto ese chico en su bebida y podía caminar erguida. Llevaba sus zapatos de tacón en la mano mientras andaba sigilosamente.

Entonces fue cuando vio que Lucas seguía ahí, sentado justo junto a la puerta que acababa de cruzar. Y junto a él estaba Simon, a quien Lucas había obligado a quedarse ahí para vigilarlo, a pesar de sus protestas. Media hora después de que Kami se encerrara en el baño, Simon había decidido que no tenía de qué preocuparse mientras ella estuviese ahí dentro y podía volver a la fiesta, pero el otro chico no se lo había permitido.

Ambos estaban muy despiertos. Después de turnarse para tocar la puerta un par de veces, simplemente se habían quedado ahí sentados en silencio, esperando.

El chico de ojos marrones se puso de pie de un salto cuando la vio, y el chico rubio lo imitó.

     ― ¿Estás bien? ― Lucas fue el primero en hablar.

Ella solo miró durante un segundo a cada uno de los chicos, y luego siguió su camino hacia la puerta sin decir una palabra. Sin embargo, a último momento se frenó y se giró un instante hacia el primo de Prudence.

     ―Gracias, Simon―dijo con la voz ronca.

Y se marchó sin esperar una respuesta.

 

 

Kamille

Bajé las escaleras lentamente, todavía procesando la humillación de la noche anterior. ¿Hasta cuándo iba a seguir luciendo tan patética? Clavé la vista en el suelo mientras caminaba, reacia a mirar atrás, hacia la persona que me seguía.

     ― ¿Dormiste bien? ―escuché que me preguntó una chica.

Pero cuando alcé la vista, me di cuenta de que no se dirigía a mí, sino al chico que venía detrás de mí. Toda ella era perfecta, seguía teniendo cada pestaña postiza en su sitio. Sin embargo, lo que me llamó la atención fue la camisa celeste que llevaba sobre la ropa. La misma camisa que yo había tenido entre mis dedos la noche anterior.

Miré instintivamente hacia atrás, encontrando que el chico de ojos marrones solo llevaba una camiseta blanca de mangas cortas. Definitivamente era su camisa.

No supe qué respondió él a la pregunta, porque yo ya había apresurado el paso y me alejaba a grandes zancadas. Anduve de puntillas entre los cuerpos inconscientes de universitarios borrachos que yacían en el suelo, rodeé el sofá de la sala, donde Prue dormía con la cabeza apoyada en la espalda de una chica a la que no reconocía, y finalmente llegué a la puerta.

Fue entonces cuando me di cuenta que había olvidado mi bolso, pero ya me daba igual. Afuera estaba oscuro todavía y el aire estaba muy fresco. El frío del concreto contra mis pies desnudos me hizo avanzar torpemente al principio, pero luego disminuí el paso. Daba igual. Todo me daba igual. ¿Qué otra cosa podía pasar?

Intenté con todas mis fuerzas ignorar los pasos que avanzaban detrás de mí, pero finalmente cedí y le di la cara. Y ahí estaba él, mirándome como si fuese un animalito herido. Aunque no debía estar tan mal, me había lavado la cara y peinado antes de salir de casa de Prue.

     ―Déjame acompañarte―dijo.

Me di la vuelta para seguir mi camino, pero una vez más, él agarró mi muñeca para detenerme. No entendía por qué seguía aferrándose a mí, cuando él había seguido adelante sin mí.

     ―No me toques―musité. Y él me soltó.

     ―Úsalos―dijo un segundo después, poniendo sus zapatillas grises delante de mí.

Aparté la vista, negándome a ceder. Pero entonces sentí que levantaba uno de mis pies y me vi obligada a sostenerme de su hombro para no perder el equilibrio. Él estaba agachado frente a mí, usando solo sus calcetines, mientras limpiaba la tierra de cada uno de mis pies con sus manos y los introducía delicadamente dentro de sus zapatillas, para luego apretar los cordones para que no se me salieran, a pesar de que me quedaban muy grandes.

     ―No necesito nada de ti―sollocé, pero sin oponer resistencia.

Y solo entonces me di cuenta de que había comenzado a llorar una vez más. Pero no podía, no debía, no delante de él. Me pasé las mangas del suéter por las mejillas y seguí andando. Debería haberle dicho que no quería su compañía, que regresara con su novia, que se olvidara de mi existencia, pero no tenía ni las fuerzas para dejarlo ir en ese momento.

     ―Lo que pasó en casa de Prudence…―empezó a decir en cuanto me alcanzó.

Yo no estaba lista para hablar de nada de eso. Y mucho menos con él. Ni del hecho de que él se había acostado con Susan, ni del chico de cabello largo que me ofreció aquella cerveza, ni de nada.

     ―No quiero hablar―dije simplemente.

Y entonces él solo caminó junto a mí, sin decir una sola palabra.

 

 

――*――

Cuando llegaron al campus, Lucas siguió caminando junto a ella en silencio, hasta llegar a la entrada custodiada por Chloé, hasta que no tuvo más remedio que dejarla marchar. Ella deslizó sus pies fuera de las zapatillas del chico y cruzó el umbral de la puerta, sin una despedida, ni una última mirada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.