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Habían pasado tres meses desde la desaparición de Andra Villegas. Sus amigas habían avanzado mucho en el "Acertijo lovecraftiano" y notaron que había una forma muy riesgosa para traerla... Esa era quemar los libros o dañar las pastas que hacían el paisaje.
— ¿Estás segura de que podrá volver? —preguntó Lirio a Grecia, que estaba realmente determinada para traer de vuelta a la chica con pelo azabache.
—Lo estoy, no me rendiré hasta traerla —reafirmó la chica de ojos verdes con firmeza.
Acudieron a un especialista que fue catalogado como "loco", pero que advirtió sobre la maldición de las pastas y los paisajes impresos en los libros.
Cuando llegaron, hablaron con él y mencionaron el caso de An, dando a entender lo descubierto, esa misma advertencia dada por el investigador Miguel Rosales se cumplió.
Lograron formular una estrategia para regresarla a casa, pero corrían el riesgo de no volver porque debían usar objetos relacionados entre tiempos, es decir, si usaban cosas que no estuvieran entre las fechas, serían atrapados.
Así, con la advertencia dada por Miguel y acompañadas por este, decidieron realizar el proceso a la media noche para volver con esa muchacha de ojos rojos.
Año 1918
Andra sentía que le faltaba su familia, siendo percibido esto por el autor del horror cósmico. Durante ese tiempo compartieron buenos momentos, donde la azabache logró notar los libros por publicar de su escritor favorito. Una noche hablaron los tres acordando que esperarían el momento donde, en la actualidad, abrieran el portal para hacer que vuelva.
Esa noche llegó, pero Andra no notó algo, Howard Phillip Lovecraft le dejó un manuscrito de su puño y letra a ella, envuelto en una tela, dentro de la mochila. Al ver el portal abierto ante ellos, la dejaron ir, no sin darle primero un collar con una pequeña foto del autor guardada dentro del adorno y un objeto envuelto en una tela.
Así se decidió a pasar por él, volviendo con sus amigas y notando vibrar el celular.
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Lirio y Grecia abrazaron a su amiga, la extrañaron durante el tiempo que pasó con el escritor. Una vez se separaron, la azabache miró atrás, notando al autor junto al mayordomo con una sonrisa, esas que ella amaba ver durante su estadía en la casa de Howard.
—An, te extrañamos mucho —la tomó por los hombros Lirio, con una sonrisa alegre.
—Yo también las extrañé, chicas—las abrazó mientras intentaba contener las lágrimas de alegría.
—Hey, An —la mencionada se giró hacia Grecia, percibiendo alguna pregunta incómoda—, ¿no tuviste nada con el lunático?
Con mucho enojo, que no pudo contener más, An le dio una bofetada alegando "Eso no se pregunta" entre dientes y con una mirada que asesinaría hasta la persona más furiosa. Unos segundos después comenzaron a reír. Definitivamente, las extrañaba mucho.