Cinco Elementos. La Prisión para Magos de Valtoria.

II

Von Hagen y Diego avanzaban por los oscuros y lúgubres pasillos de la prisión. El científico, de cabello negro y canoso, lucía una mirada penetrante y una expresión de seriedad constante en su rostro, mientras que Diego, con su cabello rubio y ojos claros, parecía un tanto incómodo. El veterano Científico llevaba su bata blanca abierta y tan mal ubicada que parecía una enorme bufanda, el joven asistente por otro lado lucía un aspecto impecable. Ambos, sin embargo, contrastaban de forma notoria con el grupo de guardias que les escoltaban.

Caminaron a paso rápido por los pasillos fríos de piedra húmeda, iluminados por las antiguas lámparas de gas y su luz amarillenta y mortecina que colgaban del techo, dejando atrás algunas celdas cuyos interiores ignoraron se detuvieron en la penúltima entrada.

—Guardia —dijo Von Hagen indicando la celda con la mano, sin molestarse en girar la cabeza en busca de contacto visual, concentrado en alguna idea que solo él conocía.

—Sí, señor —respondió uno de los guardias de la prisión, acercando la llave al candado. Diego dio dos mini saltitos delatando sus nervios.

La entrada a la celda se abrió. Von Hagen levantó un brazo, lo que hizo parar en seco a los guardias que se aprestaban a ingresar.

—Retírense —continuó, haciendo un gesto ínfimo moviendo la muñeca. Si los guardias tenían reparos hacia la actitud u órdenes del científico solo se notó en sus expresiones faciales, todos obedecieron quedando los dos hombres de bata solos. Liderados por Von Hagen, ambos entraron a la celda.

—¿Haciendo los deberes a última hora? No parece propio del genio Von Hagen —dijo el joven de la litera superior antes de soltar una risita, y abrir los ojos. Aron se encontraba sentado con las piernas semi entrelazadas con sus pies descansando en muslos opuestos. Sus manos al centro una sobre la otra y la espalda descansando en la pared— ¡Un poco más y me quedo dormido! —Continuó con sonrisa juvenil y mirada cálida— ¡Diego! ¿Cómo estás? ¿Acostumbrado al trabajo? —preguntó mirando al joven científico rubio que miró hacia el suelo algo incómodo.

Era una actitud notablemente extraña para un recluso luego de años de ser sujeto de experimentación y castigos y con nula oportunidad de libertad. Todos los encerrados por portar "magia" eran prisioneros vitalicios y morirían dentro de la prisión, la gran mayoría perdería la vida antes de cinco años desde su encierro. Sin embargo, Aron, de cabello castaño claro y ojos marrón, cada vez más delgado y de aspecto más débil, mantenía la mirada cálida y la sonrisa constante.

—Necesito solo muestras de sangre, joven Aron... —dijo Von Hagen sonriendo. Su expresión contrastaba de manera enorme con la seriedad absoluta que mantenía antes de entrar a la celda. Diego, aun nervioso, se apresuró a abrir su maletín y preparar las jeringas— ...De ambos... —continuó el hombre mirando a la litera inferior, donde descansaba otra figura humana— ...Espero que para la joven Melina esto no suponga un problema —agregó, con voz filosa, intensificando su sonrisa; Para Von Hagen la situación completa era un experimento emocionante.

Melina se encontraba en posición fetal con la cara hacia la pared, se mantenía sin hacer sonido o movimiento alguno. No obstante tanto Aron como el científico sabían que lejos de estar durmiendo, la chica estaba paralizada de miedo.

—¡Ah! ¡Doctor! ¿No recuerda usted cuánto odia las agujas mi compañera de celda? —preguntó Aron, bajando de la litera y quitándose la parte superior del mono con el número 13 en la espalda. Abrió sus delgados brazos y los ofreció uno a cada científico, sin perder la actitud amable y natural.

—...Aron ¡No! —interrumpió Melina abandonando su posición como un rayo y cubriendo a Aron. La chica temblaba de manera evidente, sus dientes rechinaban y el sudor en su cara era también notorio. La muchacha, de estatura media y piel bronceada luchaba por mantenerse en pie.

—Tranquila, Melina. No pasa nada —respondió Aron sonriendo y suavemente le ayudó a volver a la cama. Von Hagen observaba la escena con fascinación.

—¡¿Por qué no simplemente se mueren?! —gritó Melina con odio observando al doctor y a Diego, que se notaba cada vez más compungido.

—Todos, algún día —dijo Von Hagen al aire antes de soltar una carcajada—. Ahora, continuando con mi trabajo. Lamento informarles que la muestra que necesito supone una cantidad... Importante —explicó el doctor con un tono más serio—. Si no divido en dos fuentes la extracción, la pérdida será mortal, y no queremos eso ¿Verdad? —continuó esta vez abriendo los ojos con un dejo de locura.

Melina rompió en llanto y comenzó a quitarse el uniforme —que llevaba el número 21— a duras penas. Pero Aron interrumpió rápidamente.

—¿No confías en mí, Melina? —preguntó con tono amable y una sonrisa que acompañaba con sus ojos. La chica con expresión traumada asintió con la cabeza— ¡Muy bien! —Aplaudió el joven— ¿Y qué pasa con usted, Doctor? ¿Confía en mí? —Aron y Von Hagen se miraron a los ojos. El doctor sintió una pizca de ¿Miedo? lo cual le emocionó aún más.

—¿Pretendes decirme como hacer mi trabajo, joven Aron? —Y la tensión en el ambiente fue horrorosa por un par de segundos, hasta que Von Hagen continuó— La verdad es que no me sirves muerto, y hay en esta celda dos sujetos. —El científico encogió los hombros, pero en el fondo de su ser esperaba la respuesta impredecible de Aron, para lo cual no tuvo que esperar mucho.

—Doctor. Si necesitase usted la sangre de distintos sujetos esta escena no estaría ocurriendo. En su lugar habría guardias obligándonos a mantenernos inmóviles. Usted necesita cantidad, y yo tengo suficiente —dijo indicándose a sí mismo. Diego quiso interrumpir pero Aron continuó—. Vuelvo a preguntar entonces. Doctor Von Hagen, Diego ¿Acaso no confían en mí? —Concluyó con su clásica sonrisa juvenil.

Diego sintió un escalofrío ¿Qué le pasaba a ese recluso? ¿Cómo podía confiar en que sobreviviría?, pero, más todavía... ¿Cómo podía intentar convencer a Von Hagen un prisionero? ¿Quién pensaba que era? ¿Un mago convicto débil y maltrecho podía influir en una decisión profesional de alto mando? ¿Este tipo quería morir? ¿O es que acaso le importaba tanto la sanidad mental de su compañera?




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