Brad firmaba los últimos documentos del día; había pasado una semana desde que supieron la decisión. Su primo y su tía habían estado buscando pretendientes para así tomar el control de la empresa. El empresario sabía que si aquello sucedía, aquel legado se vendría a pique.
Masajeó su cien mientras pensaba en la idea que su madre le había comentado. Había dado con la hija de una excompañera de universidad de su padre. Lo poco que recordaba de ella era que era demasiado intensa; no paraba de hablar y, en aquella época, solía asustarlo y reírse de él. Pero debía aceptar lo que sus padres proponían, ya que tampoco deseaba defraudar a sus abuelos.
—Señor Walker, su madre llamó para recordarle la cita con la señorita Roma. — Él la observó, aún sintiendo aquella duda de asistir o no a esa dichosa cita.
—De acuerdo, Molly, encárgate de cerrar todo. Ya sabes, confío en ti. — La mujer sonrió con amabilidad y gratitud ante la confianza que su jefe le tenía.
Brad bajó hasta el primer piso y, antes de salir, se colocó las gafas de sol, haciéndolo lucir aún más atractivo. Caminó directo hasta su auto, que el chófer le había dejado preparado, y se marchó hasta su casa. Primero debía darse una buena ducha y luego ir a ese restaurante; tenía dos horas exactas para llegar. Solo deseaba no arrepentirse de seguirles el juego a sus padres.
Mientras Brad se alistaba en su mansión, Xiana insultaba a sus hermanas mientras se terminaba de arreglar.
—Escuchen muy bien lo que les voy a decir. — Las señaló con su dedo índice. —Es la última vez que acepto seguir una de sus tontas ideas; como sea un viejo panzón y bigotón, les daré su número telefónico. — Las amenazó a sus hermanas, quienes se pasaban aquella amenaza por donde no da el sol.
—Sí, como digas. Tú debes obedecerme; soy tu hermana mayor y debes hacer todo lo que te ordeno. — Le mencionó Lilen mientras comía pipas de girasol con un refresco.
—Deberías ocuparte en buscar un marido para ti; aquí no soy la única solterona. — Le retrucó mientras se ponía de pie.
—Yo ya estoy comprometida con Felipe. — Volvió a insistir la mayor.
—Felipe no es capaz de hacerte una llamada y tú aquí, como boba, esperas por él. — Le dijo Xiana mientras tomaba su bolso. —Pero ese es tema tuyo; ahora debo irme. — Les dio dos besos en la mejilla a cada una de sus hermanas y salió de prisa hasta la parada de taxi que había cerca de su casa.
Le dio la dirección del restaurante al chófer y, a medida que se iban acercando, comenzó a ponerse nerviosa; ponía en duda haber aceptado aquella cita organizada por sus hermanas. Si sus padres vivieran, pondría el grito en el cielo.
—Señorita, ya llegamos. — El hombre desconectó a la mujer de sus pensamientos, y ella lo agradeció porque, si sus pensamientos seguían por donde iban, terminaría llorando y regresando a casa.
—Muchas gracias, quédese con el cambio. — Se bajó y acomodó la falda de su vestido rojo; miró detenidamente el lugar y de inmediato se dio cuenta de que era un lugar elegante.
Soltó el aire con fuerza e ingresó al restaurante, diciendo en su mente: “Que sea lo que Dios quiera.”
—Buenas noches. — Saludó el recepcionista.
—Buenas noches, soy Xiana Alves; me está esperando un amigo, su nombre es Bart. — Apretó su pequeña cartera, mirando en todas las direcciones e intentando imaginar cuál era el dichoso hombre.
—En efecto, aquí está; su nombre y su acompañante ya la esperan en su mesa. — Caminó detrás del mesero que la llevaba a su mesa y, cuando llegaron, Xiana quedó sin habla; todos los posibles escenarios de escapar quedaron en el olvido cuando sus ojos turquesas apreciaron al atractivo hombre: rubio, alto, con la musculatura perfecta, sus ojos eran de un verde olivo, sus facciones masculinas, y sus labios eran perfectos.
—Buenas noches. — Saludó Brad al ver a la hermosa mujer frente a él. Se puso de pie y extendió su mano, la cual Xiana recibió de inmediato, y sus mejillas se sonrojaron cuando él empresario besó el dorso de su mano.
—Buenas noches; espero no haberte hecho esperar demasiado. — Se sentó cuando el empresario apartó la silla y luego lo observó cuando este se sentó frente a ella.
—Solo unos minutos, pero no tiene importancia. — Brad no podía creer que aquella mujer que tenía frente a él era Roma; tenía una idea errónea sobre ella y, en su mente, agradeció a sus padres por idear aquella cita.
—Yo solo beberé un cóctel sin alcohol. — Dijo la mujer mientras cerraba la cartilla; Brad pidió lo mismo. Pero, cuando el mesero se fue, ellos no fueron conscientes de que el cantinero había recibido una buena suma de dinero por parte de los padres del empresario para que las bebidas fuesen con alcohol. Necesitaban que su muchacho se descontrolara y cometiera una que otra locura. Si Roma salía embarazada, él no podría negarse al casamiento.
Claro que ellos no habían calculado que aquella noche, Brad llevaría a cabo ese encuentro con una completa extraña.
—¿Qué te parece si ya nos vamos? — Le propuso algo seductor, a lo que ella, en primer lugar, dudó, pero de inmediato decidió disfrutar. No todos los días se conseguía un atractivo hombre.
—Me parece muy bien; solo deberás ayudarme a caminar. Creo que ese cóctel tenía alcohol. — Comentó mientras se ponía de pie y se sujetaba de la silla. Brad sonrió al verla; era la primera vez que él disfrutaba de una velada con una mujer.
—Tranquila, yo te cuidaré. — Rodeó la cintura de Xiana con su brazo y así fue que salieron del lugar, escuchando las ocurrencias de la mujer mientras conducía su automóvil; la música iba a un alto volumen, mientras ella cantaba y reían.
Brad se sintió extrañamente atraído por aquella mujer. No solo su físico le había vuelto loco; era su carisma y su forma tan despreocupada lo que lo cautivó.
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Editado: 16.11.2024