Clan Woodgate

Capítulo 1

Y ahí está la luz , expulsando por completo la oscuridad de la habitación, en una guerra silenciosa, una que nadie ve, una batalla en que nadie pone atención , sin saber que es una de las más importantes que hay, hubo y habrá, en el mundo, en la historia. Que será constante en toda la vida de una persona y que perdurará después de que esta muera.  
Y es en ese momento , mientras admiro la guerra que consiste el comienzo de cada día, en el que pienso que hasta lo más simple, en realidad consiste en un arduo trabajo. Y lo que me hace pensar que siempre cada gran día proviene de este hecho. 
Pienso todo esto, mientras sigo acostada en mi cama. Suelo despertarme demasiado temprano, lo que me da el suficiente tiempo, antes de levantarme, de analizar todo aquello que me rodea, desde la cosa más simple, como lo es cada amanecer, hasta lo mas complicado, como mi vida. 
Y es desde mi cama viendo la alborada, es que me pregunto cuando será el momento, en que lo encuentre, aquel que marcara el comienzo de mi batalla, aquella persona que cambiara mi vida, para bien o para mal. Cuando será el día en el que encuentre  el camino a mi destino, aquel que alegrará mis días, con el que contemplare las cosas más simples como el amanecer, o con quien me acueste en la noche a contar las estrellas y ver cuál de todas ellas es la más brillante. 
Pero como siempre, no recibo respuesta alguna, y resignada al silencio del universo, decido levantarme, lista para prepararme para un nuevo día. Así que me estiro, hasta tal punto que mis articulaciones suenan, agarro mi ropa interior, una toalla y me dirijo a mi baño personal. Una vez me deshago de mi ropa, ambiento la ducha y cuando esta a mi gusto, me adentró. No hay nada más relajante , en mi opinión, que el sentir el agua tibia casi caliente, deshaciéndose de mi tensión. Ya lista, me pongo crema hidratante en todo el cuerpo y la ropa interior, me quedo mirándome en el espejo, analizando cada pequeño detalle. Lo que me muestra el reflejo, es un rostro un poco redondo, de piel clara con unas pocas y pequeñas pecas, de aquellas que a la distancia no se notan, debajo de unos grandes ojos verdes grisáceos (herencia familiar) que suelen cambiar según la luz, unos labios un pocos gruesos, el inferior más ancho que el superior, completado por una nariz un poco curvada, pero que no desentona en el rostro, sino que lo complementa, todo esto remarcado con un cabello  castaño, largo ondulado en las puntas. Risawra Woodgate Williams, era el reflejo que me devolvía el espejo 
Una vez termina mi inspección, salgo del baño, hacia mi armario, observo lo que hay, y me decido por un pantalón negro un poco  suelto, y una remera azul, elijo unas zapatillas deportivas, y una vez lista decido bajar a desayunar. Seguramente pensaran que soy un desastre para vestirme, pero yo sé hacerlo, solamente me gusta estar cómoda en mi casa, y sinceramente no tengo ganas de desayunar con un vestido, tacones y maquillada. Ni que fuera a sentarme con una reina, aunque mi madre piense que lo es. 
Cuando ya he bajado las escaleras, giró a la derecha, camino hacia las puertas blancas dobles. Una vez adentro, me encuentro en una habitación rectangular, con pisos de marfil y grandes ventanales al fondo,  que van del piso al techo, de paredes beiges, con un diseño en un color más oscuro, en la parte superior. En las paredes laterales se encuentran espejos antiguos, de Marcos de bronce bien pulidos. El techo es alto, en el centro se encuentra un óvalo de  marmol levant, predispuesto de tal manera que parece que no tiene fin; de este  cuelgan dos pequeñas lámparas arañas de cristal. Alrededor del óvalo se encuentran pequeñas luces incrustadas. Sobre el piso, hay una alfombra que en el medio, se ubica  una larga mesa de madera oscura, rodeado por  sillas con un tapiz de rayas color perla. 
En la silla de la cabecera, dándole la espalda a los ventanale, se encuentra sentado mi padre leyendo el periódico, usando un traje a la medida gris oscuro, con camisa blanca y corbata negra. Él es un hombre de 50años,  alto, bien parecido de rasgos fuertes, ojos color celestes, debajo de unas cejas un poco pobladas y una boca de labios un poco finos. Su cabello es de color negro, con un poco de canas, como única evidencia de sus años. A su derecha se encuentra mi madre, una mujer de 45 años, que demuestra elegancia con sus finos trajes , a diferencia de mi. Ella es de baja estatura, pero tiene un cuerpo voluptuoso y bien trabajado, de cabello castaño y grandes ojos verdes, al igual que yo. 
-buenos días- digo una vez me siento 
-buenos días  cielo-contesta mi madre mientras escribe algo en su celular 
-buenos días. Necesito que hoy me acompañes a la oficina- mi padre deja el periódico para tener su atención completamente en mi 
-¿y para que?- la verdad no tengo mucho interés en ir, lo mío no son los negocios. 
- ya es hora de que te vayas preparando para el cargo que tendrás- porque tanta necesidad de que me valla acostumbrando, al menos que… 
-conque, ya me quieres meter el perro- le digo con mi mejor sonrisa, de que ya me di cuenta. 
- Risa- me grita mi madre, con desaprobación por mi forma de hablar 
-hay por favor te e escuchado decir cosas peores Diana- me burlo de ella, a la que pone cara de sorprendida 
- George- mira a mi padre buscando ayuda 
- lo siento amor, pero tiene razón- le sonríe- es más, si mal no recuerdo, no hace mucho, dijiste, mientras caminaba por la casa, mi hermosa hija es tan buena, y cuando te tropezarse con algo que dejo tirado gritaste, pendeja mal… 
-¡¡¡YA!!!- grita mi madre desesperada. Yo jadeo sorprendida, mientras mi padre se ríe- fue la calentura del momento amor- me da una sonrisita dulce 
- eso dolió- me llevo una mano al pecho dolida 
- bueno ya dejemos a tu madre, y su vocabulario refinado- se burla, mientras mi madre lo mata con la mirada- bien y respondiendo a lo otro, si, me pienso retirar, ya estoy un poco viejo 
- si, se nota – lo que causa la risa de mamá y una mirada de odio puro de mi padre.  
- voy a olvidar eso, solo porque te quiero-  Nunca, jamás, hay que meterse con la edad de mi padre. Es peor que una mujer. 
- bien ¿cuando nos vamos? 
-cuando termines  
-ya está- me levanto y me dirijo a saludar a mamá  
- ¿piensas ir así?- pregunta mi madre un poco escandalizada, a lo que yo ruedo los ojos y me encojo de hombros 
-Adiós mamá  
Una vez mi padre se despide de ella con un beso en los labios, nos dirigimos los dos a la salida, hacia el garaje, un lugar inmenso donde se encuentra todos los autos mis padres, la verdad no se cuantos hay, mientras que uno funcione y me pueda llevar, yo estoy bien.  
Una vez en el auto, mi padre nos pone en marcha hacia la empresa familiar. Mi papá es dueño de una de las compañías más importantes del país, y muy importante en el mundo. Es un empresario de hoteles, tiene uno en cada parte del mundo, más o menos, y también posee constructoras. En fin tenemos mucho dinero, mi madre por el contrario tiene una casa de moda muy conocida, Woodgate, la creo junto a mi tía y su prima. 
Una vez llegamos, nos encontramos enfrente de un gran edificio de más de veinte pisos, con un cartel que con letras plateadas dice el nombre de la empresa, Williams inc. Mi padre se estaciona en el parking, una vez bajamos, entramos por la puertas de cristal, al momento todos los empleados nos saludan con amabilidad, a lo cual respondemos de la misma forma. Una vez pasamos la recepción, nos dirigimos al ascensor, mi padre presiona el último botón, que es donde se encuentra su oficina. Cuando la puertas se abren, podemos ver a una mujer de 60 años, con un traje de oficina negro, esperando parada con una libreta en mano lista para comenzar el día. 
-hola Amanda- la saludo con una sonrisa alegre.  
- hola mi niña- me contesta con cariño, la conozco desde que soy una niña y venia a visitar a papá a su trabajo, ella siempre me trataba bien  
.-buenos días señor Williams  
-buenos días Amanda ¿qué tenemos para hoy?- mientras le dice su itinerario nos dirigimos a su despacho. 
En el camino me puedo fijar en las miradas que nos dan las personas, algunas son de respetos y otras, la de las mujeres son lujuriosas. Yo me las quedo mirando, hasta que se dan cuenta y giran la cara para verme, de arriba a bajo analizándome, para después darme una mirada de desprecio y se ríen por mi forma de vestir. 
Lo más seguro, es que si supieran quién, estarían paradas junto a mi, alabando mi buen gusto. Hipócritas. Pero que suerte que no me importa. 
Una vez dentro del despacho, mi padre me empieza a explicar el funcionamiento de todo, me muestra las cuentas, y me enseña todo lo que tengo que hacer. Esto no es tan difícil, puesto que es lo mismos que me enseñan en la universidad. Una vez me aburro, le digo aa mi padre que voy a ir al bufete a buscar algo para comer, le pregunto si quiere algo, a lo que me responde que no.  
Cuando salgo, soy devuelta el centro de las miradas de las mujeres del piso, pero esta vez son diferentes, me miran con respeto, me dan sonrisas “amigables", lo que me confirma que ya saben quien soy. Lo que hace tener un apellido, que está ligado no solo a la fama, sino a una cuenta bancaria con muchos ceros. Ruedo los ojos y sigo de largo sin prestarles atención a ninguna, no se las merecen y no tengo ganas de desperdiciar valioso tiempo de mi vida con personas como ellas, seres banales, carentes de inteligencia. 
Una vez abajo me dirijo hacia la cafetería, pido lo que quiero y me siento en una de las mesas más apartadas cerca de la venta. Me dispongo a comer o lo hubiera hecho, si no fuera por dos chicas, que se sentaron en mi mesa, una es pelirroja, o eso intenta ser con ese mal teñido, muy flaca y alta, de piel blanca, y ojos saltones de color marrón, la otra es una peli negra, un poco más baja que la anterior, su piel tiene un bronceado artificial, de ese que pareces zanahoria más que humano, ambas parecen tener unos 25 años, las dos tiene sonrisas falsas. Y aquí vamos 
-hola- me dicen al mismo tiempo, con voces alegres y chillona.  
- hola- les doy la mejor sonrisa que puedo formar, sin que demuestre lo mucho que me quiero ir- ¿desean algo? 
-oh nada, te vimos sentada aquí, tan sola y decidimos hacerte compañía- me contesta la pelirroja. 
- no era necesario, en serio, no lo era- espero que entiendan la indirecta 
- no hay problemas, nos gusta hacer amigas- y no, no la entendieron. Y yo que pensaba que los únicos que no entendían las indirectas eran los hombres, pero veo que no 
- ok- 
Me pongo a comer lo que pedí lo más rápido que puedo, observando al interior de la cafetería, por lo que me doy cuenta, de que todos están nerviosos caminando muy rápido de un lugar a otro, parecen hormigas. 
-¿vieron quién viene?- dice la peli negra con una sonrisa exagerada.  
-oh sí. Alexander Bianchi- la pelirroja se muerde el labio. 
-¿será tan lindo como en las revistas?-pregunta la otra  
-yo creo que más. 
Estuvieron un rato así, hablando de ese hombre, que la verdad ni se quien es, ni me interesa, lo único importante es terminar rápido la comida, para poder escapar de estas dos. 
-¿tu que crees?- eso me saca de mi ensoñación  
-disculpa, no estaba prestando atención.- 
-no hay problema- tu sonrisa dice lo contrario roja teñida- que ¿qué piensas sobre Alexander Bianchi? 
-¿quién?- les preguntó desconcertada. La verdad no se quien carajos es. 
- ¿no sabes quién es?- las dos me miran alarmada, como si no conocer a ese hombre fuera lo peor del mundo. 
Yo solo niego con la cabeza 
-Alexander Bianchi, es el hombre más guapo, rico, y exitoso del país-la zanahoria lo dice midiéndose  el labio imaginándose al hombre, supongo 
-ah bueno. Yo me voy tengo que irme- les dije levantándose  lo más rápido que pude, para que no me detengan. 
Una vez libre de esas dos cacatúas, tomo el ascensor para ir al despacho de mi padre. Cuando estoy de camino al despacho, siento como mi celular suena, al sacarlo veo que es una llamada de mi mamá, así que contesto de inmediato. 
-hola cariño- 
-hola mamá, ¿paso algo? 
- no, solo me aburría- típico – y ¿cómo te está yendo? 
- oh, lo primero que hicieron las mujeres cuando llegué fue mirarme mal, obvio hasta que supieron de que soy hija del jefe, por lo que me dan sonrisas que pretenden ser amigables, pero que parece la de jeff the killer. Una zanahoria y una manzana se sentaron, con migo en el almuerzo para hablarme de un hombre, hasta que logre huir ilesa y ahora estoy por entrar a la oficina con papá, lo usual supongo- uso un falso tono de desinterés, lo que causa la risa de mi madre 
-ya veo que tu día es muuuuy aburrido- se burla de mi  
-me encanta que te diviertas de mi desgracia madre- tomo aire- adiós, te veo después. 
-adiós-adiós- 
Sigo mi camino un poco distraída, sin que me de cuenta del hombre que sale del despacho de mi padre, por lo que sin querer me choco con él.  Mierda que duró. 
Cuando levanto mi vista para disculparme, me sorprendo por lo que veo. Carajo y este hombre de donde salió, y en donde esta ese lugar para que pueda irme a vivir ahí. El Dios que está enfrente mío, porque si, esto no es humano, es de estatura alta, yo diría que 1,90m, más o menos, su traje a medida se ajusta lo suficiente como para mostrar que tiene un cuerpo llenos de músculos, pero sin exagerar, sino lo justo y necesario. Su rostro, por la virgen, que rostro, tiene unos ojos grisáceos como el mercurio, y unas cejas pobladas, de piel oliva, su mandíbula es un poco recta, pero fuerte, tiene unos labios carnosos, rodeado de una barba de pocos días que lo hace más sexy, al igual que su cabello negro, un poco desordenado, que desde aquí se nota que es sedoso, lo que me produce ganas de tocarlo. 
Una vez me doy cuenta de que me le quede mirando como una estúpida, me apuró para pedir disculpas, pero él me agarra de los hombros, ahí mi dios me desmayo, y cuando menos me doy cuenta me corre de forma brusca como si no valiera nada y me pasa de largo sin dirigirme la mirada. Yo me lo quedo mirando con impresión. 
-la próxima ten más cuidado, y más te vale que esto no se repita porque perderás tu trabajo. Además deberías vestirte mejor, esto es una empresa, no un centro de caridad- dijo todo eso mientras se dirija al ascensor, aunque más bien lo grito.  
En ese momento todas las mujeres que se encontraban en el piso, menos Amanda, se ríen. Yo las veo atentamente, hasta que se callan. En ese momento miro al ascensor y veo como esa bella cara desaparece detrás de las puertas. 
Cuando salgo de mi ensoñación, sonrio ampliamente, y me dirijo al escritorio de Amanda, para saber quién es mi Dios. 
-se llama Alexander Bianchi, es el nuevo socio de tu padre- me da una sonrisa divertida, cuando la miro con los ojos abiertos de la impresión  
-¿cómo…? 
-mi niña, te conozco desde que eras una niña, y en todo ese tiempo jamás, ni por asomo algún hombre logro cerrarte la boca, aunque admito que con ese hombre quien no se quedaría con esa cara de tonta- me llevo la mano al pecho y jadeo 
- eso es mentira, yo jamás haría algo tan fuera de lugar  
-si claro, disculpas cielo por mi error- su sarcasmo es evidente a leguas. 
Le saco la lengua, por lo que se ríe,  me pongo recta y me voy, con mi orgullo bien alto, al despacho de mi padre. 
Paso todo lo que me resta de día, revisando cuentas, leyendo contratos, y sacándole, sutilmente, información sobre Alexander, a lo cual no obtuve mucho, solo que es dueño de muchas empresas que se basa más que nada en la hotelería. Pero después nada más, los hombres no sirven mucho para dar información en estos casos, así que me resigne a esa minúscula información. 
Una vez acabamos salimos del despacho, saludamos a todos, bueno en realidad papá, yo solo me despedí de Amanda, quien me guiña el ojo y me sonríe divertida, y nos subimos al ascensor. Pasamos por la recepción y salimos hacia el estacionamiento. Una vez estamos en el auto, rumbo a casa, hablamos de cualquier cosa, escuchando música, más que nada celine dion, a mi papá le encanta. En todo el trayecto, nunca se esfumó la sonrisa de mi rostro. 
Cuando llegamos nos dirigimos al salón donde se encuentra mi madre, justo cuando entramos mi padre recibe una llamada. 
-disculpen tengo que contestar 
-esta bien querido- mi madre no le presta mucha atención, su mirada está fija en mi. 
Una vez mi padre ya no está me pregunta. 
-¿qué te pasa? 
-lo encontré- su sonrisa lo dice todo, se pone recta y da palmadas en el sillón para que me siente a su lado 
- cuéntame todo con lujos de detalle- su emoción es palpable, hasta creo que esta más feliz que yo. 
Le cuento todo, desde que corte la llamada con ella, hasta lo que me dijo Alexander,  y como quede. Ella solo se reía de mi, que gran madre que tengo, aunque se enojó mucho con la parte en la que me quedé muda, aunque lo supo comprender, fue la impresión, demonios 
- Y bien cariño ¿Cuándo empiezas?- me dice con una sonrisa maliciosa 
- -pronto-  
Muy pronto empezare mi cacería, ya tengo a mi presa. Hay Alexander, pronto serás mío y al igual que como todos te ven, tu me verás a mi, como si fuera una diosa, Tu diosa. Ya es hora de poner en práctica lo que me enseñaron las mujer Woodgate todos estos años, y al igual que ellas no fallare 
 



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En el texto hay: bromas, amor sexo, venganzas

Editado: 08.03.2020

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