Claroscuros del Alma

Capítulo 5- 7 Hilos

Abálakann es un extraño lugar, muchos se han perdido en su búsqueda, la fantástica isla solo se muestra a quienes ella considera valiosos, grandes hombres y mujeres… una mente débil no resistiría, siempre fue un lugar lleno de maravillas, criaturas impensadas y flora totalmente exótica. Pero desde que Cristopher Tennyson apareció en ese lugar todo fue en decadencia, ¿Qué es lo que puede lograr la mano de un hombre? Su ego, su ambición. Debemos saber detenernos cuando es preciso, pero Tennyson no lo supo, no supo detenerse. La ruina de Abálakann siguió su paso, ahí donde Tennyson pasaba, ahí donde sus ojos observaban con asombro, ahí donde su mente privilegiada en inteligencia comenzaba a crear... a experimentar, un ecosistema entero se alteraba, su pureza se ultrajaba. Y sin lograr advertirlo, el desastroso destino de todo Abálakann se volvió inevitable. Destino que ahora mismo castiga a los seres de ese lugar con su carácter severo y despiadado, un destino del que ahora Jackson Perla Valian es lamentable testigo. ¿Cuánta muerte y destrucción podemos soportar? ¿Has sufrido hambre? ¿Alguien traicionó tu confianza? ¿Has amado de forma incondicional? ¿Eres valiente? ¿Te consideras fuerte? ¿Te has quedado atrapado en un cuerpo que no te representa? ¿Te enfrentaste a las tinieblas de la depresión? ¿Aún sientes miedo? ¿Puedes ser sincero? ¿Debes sonreír para ocultar tus heridas? ¿Sabes elevarte? ¿Sabes soñar? ¿Sabes cómo hacerte cargo de tus sueños? ¿Puedes perdonar? ¿Puedes olvidar? ¿Puedes recordar? ¿Quién vive en tu memoria? ¿Quién forma parte de tu vida? ¿Y…? ¿Quién eres? ¿Responderás? Otros se quedaron en silencio, esperando que en su interior alguien lance las respuestas… esperando que el dolor sea menos intenso, esperando palabras bonitas o las correctas, no las hay, no existen, en Abálakann no se puede esperar, las palabras deben ser liberadas en un grito de revolución. El tiempo esta alterado, inquieto, se desespera por huir, por escapar, y la vida corre como el viento, y aunque no quieras vivir así, debes hacerlo. Jackson Valian no sabía lo que le esperaba en ese mundo, deseaba oro el muy imbécil, y no podía valorar lo suficiente su vida como para advertir los peligros a los que se sometía.

El Resguardo Real se puso alerta cuando las Sombras fueron liberadas, una oscuridad intensa cubrió toda la ciudad, el viento que corría a diestra y siniestra se volvió incluso más fuerte y se podía sentir el nerviosismo en los integrantes del grupo, todos tomaron sus armas e implementaron una posición de defensa, Irrock avivo el fuego de la hoguera y Simppa tomo un saco repleto con objetos que Jackson no pudo reconocer a primera vista, observo atentamente como Simppa lo arrastraba con destreza al centro del lugar, Valian se encontraba muy confundido, no había recibido información de cómo comportarse en ese caos, la situación que ahora lo envolvía le causaba mucho asombro. Quiso observar a los demás pero le resultó imposible, la oscuridad lo había capturado, no podía ver nada. Sintió que la desesperación invadía su cuerpo velozmente, su respiración se hacía mucho más difícil y cayó al suelo sin poder mantenerse en pie, deseaba abrir sus ojos pero algo se lo impedía, no sabía dónde estaba ni que estaba pasando, pronto perdió el completo control de su cuerpo, sin que sus sentidos pudieran responder, empezaba a perder la conciencia, sentía que moría, que su vida lo estaba dejando, un ruido ensordecedor viajaba por sus oídos y apenas pudo escuchar débiles voces que parecían alejarse más y más de él.

-¡GRÍA! ¡NECESITO QUE AYUDES A JACKSON, NO PUEDO OCUPARME AHORA! pudo reconocer la voz desesperada de Natialett.

-¿¡COMO HAGO ESO!? respondió otra voz.

-¿RECUERDAS EL HECHIZO DE LUZ QUE PRACTICAMOS?

-¡AUN NO SOY LO SUFICIENTEMENTE FUERTE NATIA!

-CON UN SIMPLE HILO DE LUZ ES SUFICIENTE ¡CONFIO EN TI! ¡SÉ QUE PUEDES HACERLO!

-De acuerdo,- respondió con evidente duda- lo intentaré…

- …

- …

- …

Pasaron tres segundos muy lentos, y Jackson Perla Valian dejo de existir. No había sido un sueño, él había muerto, pero no lo supo en aquel momento y por el carácter aberrante de la situación quiso olvidarlo después. Mas hay algo que no se olvida cuando se inicia el proceso de muerte, es esa perdición, ese vaivén, un espacio icónico de desesperación e intranquilidad. Una pérdida del control, la impotencia ante la fuerza natural que tira con vigor de los débiles hilos que conforman la estupenda unión vital. La sumisión del testigo inmóvil, que presencia por primera la barbarie del asesinato, la división de partes que juntas logran agitar un corazón y apartadas se disipan en la oscuridad de restos pobres que han perdido su brillo y valor. Valian sintió aquello, supo ser el espectador que observo como los brazos de la muerte le envolvían el alma y ahuyentaban la vida en su interior. Por último se dejó llevar, sin ánimos de luchar en defensa de aquel obsequio anónimo que recibió con el nombre de Vida hace algunos años atrás, y al que otros hubieran dado más utilidad. Pero él tenía el poco inteligente carácter, o las costumbres estúpidas, de desperdiciar cada buena oportunidad, había recorrido su vida con un miedo indeseable para cualquiera, una vida vana y poco importante, desechable, y sin influencia. Sin huellas derramadas sobre otras vidas, sin personas trascendentes en la suya, vivía inerte en esa lejanía, en esa especie de burbuja impermeable, resguardado bajo el escudo de sentimientos que nunca fueron profundos ni verdaderos. No me malinterpretes, Jackson Perla Valian es muy sentimental, hasta dramático diría, pero es tan irónico como real, poseer sentimientos intensos y no saber qué hacer con ellos. La mayoría de las personas cuando ven un precipicio se avientan a él sabiendo que experimentaran sensaciones únicas y que en realidad eso no supone un peligro, pero Valian no es así, el retrocede, por miedo a resultar herido y en su desesperación por librarse del peligro no advierte que tras él se encuentra un abismo el doble de profundo, y que si continua retrocediendo caerá inevitablemente en ese nuevo peligro. En este contexto en que la vida se tornó miedo constante, la muerte no se considera un enemigo, sino un deseo.




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