Meto la maleta dentro de la cajuela del auto, junto con algunos tazones de comida, también llevo algunos suéteres porque ya empieza el otoño y resulta que en el departamento no tenía mucha ropa abrigadora.
Después de verificar que no olvidaba nada sobre todo las llaves, la cartera, el celular y el cargado del celular, suelto un suspiro y es que este es el motivo por el que no vengo a menudo a casa a pesar de estar relativamente cerca y es que no me gusta irme.
Camino hacia Antonio que está en el marco de la puerta de la casa, ambos nos abrazamos fuertemente mientras él me dice “cuídate, por favor” “no salgas si no es necesario” y demás cosas, después toca el turno de mi abuela quien solo se limita a tomarme la mano y decirme que tuviera cuidado con ese cuarentón.
El novio de mi mamá me llevaría a Salamanca y como sé que es un desesperado decido no alargar más la despedida y me subo al vehículo gris.
Juan y mi mamá llevan saliendo ocho años, la verdad no les veo muchas ganas de casarse. Mi relación con Juan es… llevadera y es mejor que cuando empezaron a salir y es que al principio no lo soportada pero era una niña ¿Qué esperaban?
– ¿me pueden dejar en Salamanca? – pregunto una vez que salimos de la ciudad.
Mi mama y Juan se dedican una mirada confusa y seguido de eso mi mamá voltea a verme.
– ¿no quieres que te llevemos hasta el departamento?
–No, me dijo Ernesto que pasaría por mí a Salamanca.
– ¿Quién es Ernesto? – pregunta Juan a mi madre.
–Mi novio– susurro.
– ¿ya hablaste con él, Andrea? – me pregunto mi mamá ignorando la mala cara que hace Juan.
–Me mandó un mensaje en la mañana– mi mamá está a punto de replicar pero continuo explicando– Le dije que no era necesario pero el insistió y lo más probable es que ya esté en la central de Salamanca.
Juan se va refunfuñando todo el camino hasta que finalmente llegamos a nuestro destino. No me fue necesario llamarle a Ernesto porque de inmediato vi el carro blanco, además es fácil identificarlo cuando su dueño está afuera hablando por teléfono.
Juan me ayuda a bajar la maleta mientras que yo bajo la bolsa de tazones– sé que mis amigos agradecerán el detalle de mi mamá– Mi mamá y Juan me acompañan al auto de Ernesto y tengo que admitir que yo no había pensado en el hecho de que se van a conocer ¿Ernesto considero que iba a conocer a mi mamá y al que se acerca más a mi figura paterna?
–Hola– me saluda sonriente cuando llego a él, obviamente me saluda con un beso en la mejilla y después se gira un poco para ver directamente a mi mamá. – usted debe ser la mamá de Andrea, mucho gusto soy Ernesto Marín.
–María Gámez un placer Doctor Marín– ay amaaa, luego luego con formalidades, ambos se estrechan las manos y sonríen con cordialidad. – Él es mi pareja Juan Garcia.
Juan es otra cosa ya que saluda a Ernesto con desconfianza. Lo más duro ha pasado así que lo que sigue a continuación es subir todo a la cajuela del coche. Y ahora si viene lo difícil: despedirme de mi mamá.
–Cuídate mucho mi niña– dice abrazándome con sus ojos brillosos– Cualquier cosa llámame, te quiero mucho, cuídate mucho.
–Si mamá– digo riéndome porque siempre me dice lo mismo– yo también te quiero.
–Vamos a darte una vuelta un día de estos– dice Juan con seriedad, sé que quiere intimidar a Ernesto pero no le va a funcionar. –cuando menos acuerdes.
–Me parece perfecto, aprovechan para invitarme a comer– le guiño el ojo y nos abrazamos levemente. – cuida a mi ma´ Juan.
–Debería ir un fin de semana a Valle a comer– escucho como le dice mi mamá a Ernesto– somos una familia humilde pero hasta el momento nadie se ha quejado de mi comida.
–Gracias por la invitación señora– agradece Ernesto y se ve que se siente cómodo con todo esto, creo que ya suponía que los iba a conocer– Le avisare con Andrea cuando puedo ir.
–muy bien, lo estaremos esperando.
Después se esa larga despedida mi mamá y Juan se van hacia el coche mientras que Ernesto y yo nos subimos al carro.
–Ha ido mejor de lo que pensé– comenta Ernesto orgulloso.
– ¿lo tenías planeado?
–supuse que te traerían así que me prepare para lo peor aunque se ven muy buenas personas. – Se enoje de hombros y después prende la radio– Tu mamá y tú se quieren mucho.
–sí, tenemos una buena relación madre-hija– digo con nostalgia porque pasara un rato para volver a verla.
–No cualquiera puede presumir eso, cariño– ignoro que acaba de decirme cariño y solo asiento con la cabeza. – ¿quieres que cenemos algo cuando lleguemos?
–pensé que me llevarías al departamento.
–bueno esperaba que te quedaras en mi casa a dormir.
–esto… yo– carajo tena que haberlo supuesto– está bien, solo déjame llevar mis cosas al departamento sobre todo la comida.
–me parece perfecto, bonita.
–Wey sé que algo va mal– me comenta Jocelyn ayudándome a guardar los tazones– dime.
–No es nada– respondo lacónica.
Ambas seguimos con nuestra tarea hasta que escucho detrás de la barra unos pasos, seguido de un Ernesto cargando un par de suéteres.
– ¿Dónde los pongo? – pregunta Ernesto detrás de la barra de la cocina. – los habías olvidado en el carro.
–en mi habitación…. – respondo pero de inmediato llega Alan como buen samaritano.
–Te acompaño a su habitación– dice Alan, se me hace raro y sé que están planeando algo.
Tiare llega a la cocina y tanto ella como Jocelyn se cruzan de brazos viéndome seriamente aunque no las puedo tomar en serio cuando ambas van en pijama con una mascarilla verde en su cara. Las tres nos recargamos en la barra y seguimos mirándonos las unas a las otras.
– ¿algo que decir? – pregunto cansada y es que solo quiero dormir.
– ¿sabes cuantas veces te he visto durante la semana? – inquiere Tiare con sentimiento. Yo me limito a negar con la cabeza– dos días, ¡solo te he visto dos días!
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Editado: 30.12.2020