Silencio. Sensación hueca y helada que ensordece la mente cuando la atrapa. El silencio otorga intensidad, nitidez y claridad. Con él de aliado uno es capaz de lo impensable, incluso de revelar un monstruo mortalemente confundido.
Cuando el silencio de la habitación de Alysa fue sustituido por un chasquido, el corazón se le aceleró mientras esperaba que esos dos terrenis de Las águilas doradas terminaran de hacer lo que fuera que estuvieran haciendo.
—¿Alysa? —la llamó entonces el chico que había intentado matarla hacía apenas veinticuatro horas y del que no terminaba de fiarse.
—¿Si?
—Ya puedes salir de la cama —le dijo Reik desde la puerta.
—¿Y esto? —le preguntó señalando las cámaras de vigilancia de su habitación.
—Por eso no te preocupes —le contestó Zale asomándose por el umbral de la puerta—.Debemos marcharnos ya. Tenemos poco tiempo.
—Claro —murmuró Alysa saltando de su cama—. Algún día tendréis que explicarme cómo sabéis tanto de estas cosas —les dijo señalando la puerta.
—Algún día —le contestó Reik con el rostro serio.
—Nora está en esta habitación —les dijo Alysa mientras caminaba al lado de los dos terrenis de Las águilas doradas.
—Lo sabemos —le dijo Zale que ya se encontraba enfrente la habitación de Nora. Entonces rebuscó dentro de su bolsillo y sacó una tarjeta que la pasó por el pomo y la puerta se abrió.
—¿Tenéis llaves maestra de todas las habitaciones? —le preguntó Alysa a Reik mientras éste solo mantenía una enigmática sonrisa. Entonces Nora salió de la habitación con una expresión confundida en el rostro.
—¿No habrá problema con las cámaras? —les preguntó ella mientras los chicos resoplaban.
—¿Tan estúpidos creéis que somos? —les preguntó Reik mientras Zale se acercaba a la habitación de Lilah y la abría.
—No lo sé. En realidad tampoco es que habléis mucho —les contesto Alysa mientras se sentía frustrada porque normalmente siempre era la que tenía las respuestas a todo.
—¿Se puede saber por qué soy la última? —les preguntó Lilah algo mosqueada al percatarse que ya todos habían salido de sus habitaciones.
—Shh… silencio —le ordenó Zale poniéndole un dedo encima de sus labios,
—¿Y ahora qué hacemos? —les insistió Nora mientras contemplaba el pasillo vacío.
—Vamos a ir al otro lado —les explicó Reik—. Pero tendremos poco tiempo.
—¿Cuánto es poco tiempo? —le preguntó Alysa que ya empezaba a impacientarse por sus respuestas vagas y ambiguas.
—Poco —se limitó a aclararle.
Alysa fulminó a Reik con la mirada pero éste pareció inmunizado porque pasó de largo y se limitó a guiarlos por el pasillo. Cuatro terrenis siguieron a su líder en silencio serpenteando unos pasillos vacíos y huecos hasta que llegaron a una esquina que a Alysa le resultaba familiar. Allí terminaba su perímetro, hasta ese punto había llegado su libertad. ¿Habrían ellos ido mucho más allá? Zale hizo una señal con la mano para que se detuvieran.
—Aquí hay que saltar —les dijo señalando el suelo de sus pies—. Hasta ese punto de allí —les explicó señalando unos metros más allá de distancia. Alysa, Nora y Lilah se miraron sin comprenderlo—. Esa cámara es imposible de controlar —les aclaró señalando un pequeño agujero negro del techo que intuyeron que sería una cámara.
—¿Pretendes llegar hasta allí de un salto? —le preguntó Nora atragantándose.
—¡Claro! —le dijo Zale acercándose a ella mientras sus ojos se transformaban en dos esferas negras. Entonces cogió a Nora como si fuera un cojín de plumas. Ella quiso gritar pero se detuvo porque no deseaba poner en peligro a sus amigas. Entonces la temperatura de Zale aumentó a causa de su poder y se la llevó de un salto al otro lado. Por un momento a Nora le pareció que Zale se convertía en un ángel y aunque quizá fuera uno de plumaje oscuro, le resultó el ser más mágico y precioso del mundo— ¿Lo ves? Hemos llegado —le dijo Zale mientras aún la sostenía entre sus brazos y le mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Nora aún podía notar la fuerza del ónice contra su cuerpo, el cabello rubio despeinado y sus ojos negros como la noche que la contemplaban con tanta intensidad que tuvo que apartar la mirada.
—Para ti es fácil —le contestó sintiéndose diminuta.
—Tú tienes otras virtudes —le dijo en voz baja. Antes que Nora pudiera preguntarle cuáles eran esas virtudes porque desde pequeña las había estado buscando, Lilah los sorprendió apareciendo a su lado.
—¡Esto cada vez es más emocionante! —les dijo con una sonrisa en su rostro mientras sus ojos pasaban del naranja al castaño.
—¡Chicos! —llamó Zale a Reik y Alysa que parecían anclados en la esquina del otro lado— Es para hoy —se quejó mientras parecía encontrarse la mar de cómodo manteniendo a Nora entre sus brazos. Entonces Reik contempló a Alysa con la intención de ayudarla pero por supuesto, esa terrenis diamante se sintió ofendida y saltó sola hacia el otro lado donde sus amigos la estaban esperando. Nada más aterrizar en el suelo Alysa notó algo duro contra su espalda y unos brazos que le rodeaban la cintura con demasiada libertad.
—¡Cuidado! —le susurró Reik mientras se pegaba más a su espalda— Podrías hacerte daño.
—¡Aparta, estúpido! —le dijo Alysa en un gruñido. Entonces empujó las manos de Reik con rabia y se apartó de un salto mientras sus ojos seguían tan blancos como las nubes y los de Reik ya se habían calmado. Entonces ella suspiró mientras se fijaba en su ropa negra y dorada que lo hacían verse como un príncipe. ¡Ese tío sin duda se creía superior a ella!
—Dejaos de tonterías —los reprendió Zale que ya había dejado a Nora en el suelo—. Ahora hay que llegar hasta esta sala —les explicó el único que parecía centrado en su misión. El dedo de Zale se dirigía hacia una puerta doble metalizada que parecía esconder un gran secreto.