Ir en el auto con Angelina me recordaba a Ian, siempre íbamos juntos y bromeábamos, teníamos un humor peculiarmente negro, pero era nuestra identificación como grupo. Extrañaba martirizar a mi chofer, seguro la estaba pasando extremadamente mal con mis padres y me reconforta, el que conduce el auto de la familia Berlusconi es duro y con una mirada perdida en el camino, tiene unos músculos fuertes diferentes al flacucho que hay en casa, quizás es hora de desecharlo. Estaba por dirigirle una palabra a Angelina que tenía un peinado perfecto pero se me adelantó en seco.
—No hables, a ese ente de adelante y a mí en particular detestamos que hablen, mira el paisaje quedan cinco minutos. — con su fría mirada consultó con el reloj de su mano y miró por la ventana.
Llegamos luego de un gran silencio, el peor de mi vida, lo aseguro. Bajé por la puerta de la derecha y corrí a abrirle su puerta y ella sonrió, juro que es lo más patético que he hecho en toda mi vida, si Ian estuviera aquí me golpearía. Eric estaba en la entrada sujetando su bicicleta, ya no era el mismo petulante de antes y su mirada estaba gacha, sonreí victorioso por esa subordinación.
—Ese es Eric, eran antiguos dueños del periódico. — le dije a Angelina que caminaba asqueada por el barro tratando de no ensuciarse sus zapatillas blancas.
—De algo me enteré, tenían el periódico bastante descuidado, gente como esa no lo merece. — dijo señalándolo descaradamente.
Entramos al aula cuando sonó el timbre y los tres asientos de la segunda fila estaban desocupados, pero llegó Dalila y se sentó en el medio, Angelina levantó una de sus cejas y yo ya viendo el problema que se acerba me refregué la cara. Por primera vez esperaba que llegara rápido la profesora.
—Córrete de ahí. — ordenó Angelina a Dalila que sacaba las cosas de su mochila lentamente.
—¿Por qué? — contestó desafiante mirándola fijamente y luego a mí de arriba abajo.
—Quizás empezamos mal. Soy Angelina Berlusconi. — le dijo tratándola como una estúpida.
—Soy Dalila Pausa. — le respondió de la misma forma. —Oh espera un momento, eres la del impacto ambiental, ahora lo recuerdo, ¿Eres tú no? — preguntó. Sé que algo malo se venía, me gustaba esta situación, los que iban llegando prestaban atención.
—Precisamente, mis campañas son un éxito, pero… ¿Cómo has podido acceder a ellas? ¿Acaso lo entiendes? —preguntó sonriendo con ironía. En el aula todos exclamaban con asombro.
—SI. Igual te digo entre nosotras. —se acercó a su oído. —No tienes idea de lo que dices, con un par de fajos de billetes cualquiera puede hacer una campaña con su rostro. — su voz retumbó por todo el aula y entró la profesora.
Dalila se sentó y permaneció fija en su lugar. Angelina tenía su cara roja y de mala gana se sentó lejos de mí, adoraba la vida que llevaba antes y sin duda hubiera atacado al que estuviera en contra de los Berlusconi pero a Dalila nadie le va hacer daño alguno, sobre mi cadáver,
—Bueno chicos hoy hablaremos de Historia mundial. — dijo la profesora tensando su mirada.
Mi vista giró al fondo del salón y Samuel estaba atrás de mí fijando su mirada, no lo había visto antes entrar, Marcos miraba el piso perdido y revisaba su celular cada cinco minutos. La profesora hablaba sin parar y yo estaba aburrido mirando la ventaba que daba a los pasillos.
—De vez en cuando presta atención. — llamó mi atención Dalila sonriendo. Me tomó desprevenido, esta chica me estaba enamorando y estaba aterrado.
—Profesora. — levantó la mano Angelina. —No me siento muy bien, podría ir a beber agua, Valentín me acompañará. — le dijo angelicalmente, la profesora analizó la situación y asintió. Una clase de subordinación demostró ella, inútil. Vi como Dalila bajó su mirada, me rompía el corazón.
—¿Era necesario? — le pregunté cuando salimos.
—¿Por qué no me defendiste con esa Pousa? — me preguntó herida. —Antes lo hacías, quiero que lo vuelvas hacer. ¿Qué sabes de ella? — cruzó sus brazos.
—No te metas con ella, yo me encargaré. — le dije serio.
—No te creo. Humíllala y te creeré. Así podré confiar en ti. —me dijo, mis músculos se tensaron.
—Está bien. — le respondí. —Pero ya veré como hacerlo.
—Bajaste la guarda Valentín, me molesta, Ian estaría decepcionado de ti. —bebió un sorbo de agua y se marchó dejándome en el medio de un pasillo. Refregué mi cara nervioso. Pateé un basurero de la impotencia y todo se desparramó, el conserje me miró y me dijo que vaya a dirección.
—Cazziati, ¡Que sorpresa! Luego de los escándalos no pensé que vinieras tan rápido. Hace tiempo no vienes después de… ya sabes Ian. — me dijo sobradora, la directora lo odiaba, me odiaba a mi también, digamos que muchas veces se nos fueron las manos.
—Bueno yo esperaba su jubilación con anticipación, o mejor aún ¿Qué gusto tienen los billetes de mi abuelo? — pregunté con ironía poniéndome las manos en los bolsillos. Ella borró su sonrisa.
—Vete.— me dijo. Ella no tenía poder sobre mi familia, mi abuelo era alguien al que una persona como ella debía temer.
Tocó el timbre y Angelina se me acercaba con un paso acelerado. No se me despegaba un segundo. Vi a Dalila salir y correr hasta el patio, se que algo le dijo para que reaccionara así.
—Tome atribuciones en el asunto. Dalila no nos molestará este año.— me dijo buscando su celular en la mochila. Quise ir hasta Dalila, seguirla y me agarró el brazo con fuerza. —Si mueves un pie olvídate del trato.
—Está bien. Iré al baño.— le dije poniéndome las manos en los bolsillos y huyendo al baño de esa misántropa.
Me lavé la cara y apoyé mis brazos en el lavamanos, miré mi rostro en el espejo que había, mis ojos demostraban ira, enojo, no me gustaba sentirme presionado, enjaulado. Marcos entró y miró a un lado y a otro.
—Alguien lo sabe.— me dijo actuando de manera normal lavándose las manos.
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Editado: 09.07.2021