El nuevo día llega contra mi voluntad. Tengo miedo de lo que pueda ocurrir con cada segundo que transcurre. La incertidumbre de que mi pasado se encuentra cerca me tiene con los nervios de punta, es como si estuviera caminando sobre un hilo a una altura considerable, soy consciente de que tarde o temprano voy a caer y que esa caída será dolorosa, demasiado y que incluso puede llegar a matarme.
Entre mis sueños, escucho el sonido de la regadera, señal de que mi querido esposo ha empezado el día sin mí. No presto demasiada atención, ya que no quiero levantarme, el ánimo ha decaído y me recuerdo a mi yo de hace años, apenas siendo un adulto, en el cuerpo de una mujer de cuarenta años o más, que había vivido lo suficiente y estaba cansada de seguir viviendo ese mundo que no era el suyo. Ese cansancio es parecido al que siento en este momento. Quiero huir y empezar de nuevo, pero esta vez, sin ninguna mentira de por medio, sin aprovecharme de las situaciones y siendo sincera por completo.
—Iré a dejar a los niños al colegio, después paso a la empresa. Descansa este día y deja que tu marido se encargue de todo. —Lo escucho decirme y yo no reacción, finjo seguir durmiendo.
Sigo sin querer enfrentarme a la vida.
Por lo regular soy quien provee en este hogar, la que está al frente y hace las negociaciones, soy yo y me encanta hacerlo, así como estoy segura de que a Daniel le encanta cuidar de nuestro hogar, eso sí, está al pendiente de todo y en caso de que falte, él sin problema puede hacerse cargo de nuestro pequeño emporio.
No sé cuánto tiempo pasa, hasta que me convenzo de que es hora de salir y hacer frente a lo que sea que venga. Me ducho y busco algo de ropa cómoda, algo que me haga sentir bien. Justo cuando estoy lista, mi teléfono suena y lo tomo esperando ver algún mensaje de mi esposo; no obstante, las palabras que leo me dejan helada.
“Nunca des por hecho algo, el encuentro está cerca y deseo que cooperes conmigo. Al fin te he encontrado. Llámame, antes de que sea yo quien lo haga.”
La amenaza me hiela el cuerpo, más de lo que ya estaba, uno tras otro las situaciones me van envolviendo y estoy segura de que un poco más y terminaré en el manicomio. Decido ignorar el mensaje y pensar que tengo una familia perfecta, solo por hoy.
Un tiempo después, estoy saliendo de mi habitación rumbo a mi despacho en esta casa, al hacerlo prendo el ordenador y me dispongo a escribir ese correo que había pospuesto por temor. La mañana pasa volando y dejo el trabajo en paz cuando recibo la llamada de Daniel.
—Estoy saliendo para el colegio de los niños, ¿te parece si nos vemos en el establecimiento?, ¿o prefieres que pase por ti? —Me pregunta despreocupado, para él, cualquier cosa que decida es lo mejor.
—Los veo ahí, quien llegue primero va pidiendo las órdenes, para aprovechar al máximo el tiempo.
—Me parece perfecto, te veo más tarde. Te amo. —termina la llamada como siempre, jamás se cansa de decirme lo mucho que me ama y me doy cuenta de lo mucho que me falta decirlo a mí.
—También te amo —Solo que ya no recibo ninguna respuesta, hace mucho que Daniel ha colgado.
Pido un taxi para llegar antes y así sentirme útil al pedir su alimento preferido cada vez que venimos aquí. Que no se diga que no conozco los gustos de mi familia.
Justo cuando me estoy sentando en la mesa ya con las ordenes listas, los torbellinos llegan, sorprendiéndome con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿A qué se debe tanta felicidad? —le pregunto a cualquiera de los tres.
—Papá nos ha prometido que pronto iremos de paseo. —Al fin habla mi hijo.
—A la finca que te mostramos el otro día. —Complementa mi pequeña.
Miro a mi esposo con interrogante, no habíamos hablado de esto y en necesario sentarnos a hablar antes de tomar una decisión.
No les digo que no, para no arruinar el hermoso día en familia, mejor comemos en paz y enseguida que sus platos quedan vacíos, corren al área de juegos dejándonos solos. Es en este instante que aprovecho para cantarle a mi esposo el que no me haya consultado una decisión de esa magnitud.
—Sabes que debiste decirme antes de prometer algo a los niños.
—Tenemos el tiempo para hacerlo, podemos planearlo con calma, además, es algo que han venido pidiendo desde hace tiempo.
—Lo sé, pero es necesario ajustar algunas cosas.
—¿Ajustar qué? Hoy me di cuenta de que todo va en orden en la empresa…
—No es solo eso.
—¿Entonces qué es? Ya habla de una vez, parece que tuvieras miedo a algo.
Es verdad, tengo miedo y no se lo digo en voz alta, tengo miedo porque mi corazón, mi instinto y todo mi ser me grita que pronto se va a derrumbar mi teatro, que se acerca el día de pagar y que no se me va a permitir viajar con ellos, así como lo quieren.
No puedo seguir hablando, un grito de parte de mis hijos me hace ponerme en pie enseguida. Daniel va detrás de mí y en menos de un segundo estamos a su lado. El shock que tiene ellos, es la misma expresión que tenemos nosotros.
En este pequeño espacio hay cuatro niños que parecen idénticos, además de un par de adultos que ven su reflejo en otros.