Capítulo # 12
En la mansión Dimou Markus.
La pareja se reunió con la familia, Hera se sentó frente a su madre y observó como su hija la miró con mucha curiosidad.
—Mami. ¿Qué te pasó? —le preguntó su hija.
—Un pequeño accidente —le sonrió ella.
—¿Te duele?
—Un poco, hija —le respondió con suavidad.
—Pero.
—Hija, mamá, está cansada —habló Zeus mirándola.
—Pero… Yo —insistió la niña, miró a su papá quien le hizo seña que se callara.
—Comencemos a comer —dijo Hera sonriendo a sus invitados.
Ellos comieron con tranquilidad, después de cenar se reunieron en la sala, platicaron del nuevo miembro de la familia Dimou que nacerá unos cuantos meses. Kairós explicó que le gustaría que fuera una nieta, porque el único que podía mantener su apellido era Zeus, teniendo un varón. Comenzaron las bromas y a molestarlos para que tuvieran un bebé.
—Ya, sabes hija. Sí, llegas a tener una nena, no te rindas —dijo Dafne riéndose—. Tienes que darle al varoncito a Kairós.
—Sí —afirmó Tiara divertida—. Tienes que tener mínimo cinco niños —notó la palidez de su nuera.
—¡No, eso es demasiado! —exclamó ella alterada.
—Mami, quiero dos hermanitos y dos hermanitas —habló Helena alegre.
—Bueno, amor, comencemos. ¡Ya! —dijo Zeus agarrándola de la mano, para llevarla a la habitación, Hera se separó de él—. Es broma.
Todos soltaron una buena carcajada.
—Hija, tienes que tener otro hijo —dijo Athan con seriedad—. No puedes quedarte con Helena para siempre.
—Papá —habló ella con suavidad—. Sí, quiero tener otro bebé, aún no, tengo que graduarme.
—Letha se graduó embarazada de Derek —comentó Tiara—. Además, aquí tendrás nuestro apoyo —le dijo con sinceridad—. Anímate.
—Sí —dijo su madre—. Me encantaría que tuvieras otro bebé, tengo curiosidad. ¿A quién se parecerá?
—A mí —dijo Zeus sonriendo—. Me toca a mí.
—Sí, ojalá que sea de cabello castaño como yo —dijo Hera sacándole la lengua.
—Parecen bebés —comentó su niña—. Anda mami, quiero un hermanito o hermanita.
Hera suspiró, ahora todos estaban confabulados para que se volviera a embarazar nuevamente, si no fuera porque tomaba anticonceptivos, juraría que lo estaba, su periodo no había bajado aún. Eso la tenía extrañada, pero se tranquilizó al recordar que tuvo tres años sin tomarlas y podía ser que su cuerpo; apenas se estaba adaptando nuevamente.
—Un día de estos —dijo ella tranquilidad.
—Ojalá, que sea pronto —habló Kairós emocionado—. Así lo criamos con el bebé de Sofía.
—¡Sí! —entusiasmada Tiara—. Sería muy hermoso.
—Apenas Ceres está de brazos —les recordó Hera.
—Nora, es muy celosa con su niña. No la culpo —comentó su suegro.
—Y Sofía. De ella me espero cualquier cosa —dijo Tiara divertida—. Así que darnos otro nieto.
—Sí, Hera —apoyo Dafne sonriéndole—. Ya los gemelos están grandecitos, quiero tener a un recién nacido en mis brazos.
—Por favor —pidió ella cansada del mismo tema—. Yo les avisaré.
—Qué sea pronto —dijo Athan riéndose.
.
.
Media hora después.
—Nos vemos —despidiéndose Dafne—. Cuídate hija.
—Sí, mamá.
—Nos vemos, señora Dafne —habló Zeus dándole un beso en la mejilla.
—Adiós, preciosa —dijo Athan a su nieta.
—Adiós, abuelitos —dijo Helena alegre.
Los padres de Hera eran los últimos invitados, los padres de Zeus se habían retirado diez minutos antes.
—Vamos a dormir —dijo su padre cargándola.
—Sí —dijo la niña sonriendo.
—Ahora lo sigo —respondió ella mirándolos.
—Te espero —dijo Zeus alejándose.
Hera prefirió terminar de acomodar la mansión y después se iría a dormir. Se acercó a su cartera y la abrió para tomarse su pastilla anticonceptiva, sacó un semanal de guardar pastillas, observó que faltaban algunas pastillas y se le hizo extraño, cada vez que se toma una, guardaba otra pastilla nueva, nunca le gusto tener la caja a la vista por si Helena se le ocurriera cometer alguna locura. Revisó el bolso con calma y sintió que el mundo se le detenía, todas las pastillas estaban regadas como si alguien las hubiera botado. Respiró profundamente, las recogió y las botó en la papelera, no las volvería a tomar más hasta que su periodo bajara. Dejó su bolso y se fue para la habitación de su hija.
—Helena —habló ella entrando.
—Sí, mami —dijo la niña acostada y observando a su papá que estaba leyendo un cuento.
—Por casualidad, te metiste con mi bolso y me botaste unas pastillas —le preguntó mirándola con seriedad.
—Bueno —dijo ella nerviosa, sintió miedo que su madre le fuera a pegar—. Fui a buscar un bolígrafo y me conseguí con una cosita con pastillas, quise abrir una tapa y se abrió todas, como sentí que venías lo cerré y me fui corriendo al jardín.
—Duérmete —dijo Hera mirándola seria—. Mañana tendrás tu castigo.
—¿Y qué pasa? —le preguntó curioso.
—Buenas noches —dijo dándole un beso en la frente a su hija—. Vamos Zeus.
—Claro —dijo Zeus dándole un beso a su hija—. Nos vemos princesita.
—Adiós —dijo ella un tanto asustada, no quería que amaneciera.
Hera y Zeus salieron de la habitación de su hija, para entrar en la de ellos.
—¿Qué pasó? —le preguntó él.
—Helena, que me hizo perder todo el tratamiento de anticonceptivas. Ahora tengo que comprar una nueva.
—No te cuides —le pidió—. Tengamos un bebé.
—Zeus, sabes lo que pienso.
—Sé que nos estamos dando una oportunidad, no puedes negarme la ilusión de ser padre de nuevo —le dijo con delicadeza.
—Déjeme pensarlo. Quiero dormir —le pidió ella mirándolo.
—Vamos.
Hera se metió en la habitación, se cambió de ropa y se acostó en la cama, notó que se había inflamado la cortada, no quería tomar ninguna medicina, ahora menos que Helena le había botado las pastillas, nunca se dio de cuenta si la estaría tomando en orden o no, ahora si estaba preocupando si estaría embarazada o no, no le diría nada a Zeus, al estar segura.
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Editado: 26.05.2023