Cómo aprender a besar con Eli Brown

23 | Can't help falling in love with you

Dos semanas habían transcurrido desde que Samuel me pidió oficialmente que fuera su novia.

 

Los primeros días no podía asimilarlo, parecía como un sueño, uno demasiado perfecto para siquiera fantasear en ser real. Jamás me imaginé que esto pudiera pasar, pero supongo que solo debes emborracharte, olvidarte de la vergüenza, invitar a tu amor platónico a salir y arrepentirte al siguiente día.

 

Tal vez obtengas un resultado bueno o simplemente, pues, obvio, no lo tienes y te mueres de la vergüenza por el tiempo que te siga gustando. Pueda que te funcione como a mí.

 

Creo que el mundo se compadeció de siempre ponerme en situaciones comprometedoras y vergonzosas, que optó por devolverme el favor.

 

Se sentía… bien. No sabía describir el sentimiento, eran muchos mezclados a la vez, pero una cosa sí admitía: extrañaba a los chicos. Los veía entre clases, pero no me sentaba a almorzar con ellos tanto como quisiera, como antes. Estaba a lado de Samuel y su grupo de amigos todos los días y aunque me decía que podía sentarme con los míos, me daba ojos de cachorrito inconscientemente y no me resistía en absoluto.

 

Hubo dos veces en las que me escapé y me senté con los chicos. Ahora eran tres, siendo Eli el que se sentaba con ellos en mi lugar. Jules últimamente se encontraba de mal humor, porque como a mí, comenzaban a hostigarla por igual preguntándole si podía emparejarla con el rubio.

 

Más ahora que causa más curiosidad de la que provocaba antes porque desde que Connor y Jules descubrieron el secreto de Eli y no lo juzgaron como pensó que lo harían, no le quedó de otra que sentarse con ellos porque ambos le insistían que lo hiciera. Pero solamente fue los primeros días, después él llegaba por su cuenta. O al menos eso me dijeron ellos.

 

―¿En qué piensas, panqué? ―escuché cómo me preguntó.

 

Salí del mundo de mis pensamientos.

 

―En ti ―respondí sin pensarlo. Eli alzó las cejas, sorprendido. Una sonrisa cruzó sus labios―. También en Jules y Connor. ―sus hombros se vinieron abajo, gesto que me causó gracia.

 

―¿Qué pensabas de nosotros?

 

―Que se hicieron buenos amigos.

 

Eli se removió en su lugar.

 

―Supongo que sí, nos caemos bien, es todo.

 

Alcé una ceja. ―Entiendo, estás en etapa de negación ―me reí―. Luego viene la depresión, pero cambiémoslo por arrepentimiento y confusión; es lo que provocan ellos. Y después de todo eso viene la aceptación, sabes que ya no podrás escapar de ellos, es como si te adoptaran.

 

―¿No es muy tarde para huir? ―me observó con ojos grandes.

 

―Ahí está la etapa de arrepentimiento.

 

―Aunque no creo que sea tan malo hacer nuevos amigos, ¿verdad, panqué?

 

―Y ahí la confusión. Has recorrido dos etapas de tres, mi querida naranjita.

 

Apretó los labios.

 

―Mierda. ―especuló. Le di un golpecito en la boca con mis dedos.

 

―Se dice “caquita”, Eli. “Caquita”, ¿de acuerdo?

 

Le apunté con mi dedo índice, regañándolo. Me sentía ofendida. Después de tanto tiempo que hemos pasado juntos todavía no había adoptado la manera correcta de decir la versión adecuada de… esa palabra.

 

Con una media sonrisa, se acercó a mi mano, depositando un beso en la yema del dedo que lo acusaba. Lo retiré con sutileza, apretando mis labios un segundo. Eli colocó sus codos sobre el pupitre, acomodando su barbilla entre sus manos. Se quedó viéndome, sin decir ni una palabra por varios segundos.

 

―No me veas así, me haces consciente de mí misma. ―me removí en mi lugar, interrumpiendo el silencio.

 

―¿Por qué? Si eres bonita. ―ladeó la cabeza.

 

―Pero a veces no me siento bonita.

 

Evité su mirada. Por primera vez quise prestar a la clase de matemáticas. Tomé mi pluma anotando en mi cuaderno lo que el profesor estaba anotando en el pizarrón, ignorando por completo a Eli, quien se había quedado callado.

 

Supongo que todos nos sentíamos así de vez en cuando, era normal no sentirse bonita, ¿no? Mamá y papá me lo decían a menudo, pero era obvio que a los ojos de un padre, su hijo era el más lindo.

 

―No porque no te sientas bonita significa que no lo seas.

 

Agaché la mirada, viendo nada más que garabatos en la hoja de mi cuaderno.

 

―Las últimas semanas no me he sentido bonita, ni suficiente.

 

―Adivinaré. Desde hace dos semanas, ¿verdad? ―dice con firmeza. Terminé asintiendo―. Si Samuel no te recuerda todos los días cuán hermosa eres, lo haré yo, panqué. Eres muchas cosas, tantas que ni te das cuenta.

 

Sonreí. Y con esas palabras, me sentí mejor. No necesité más, pero justo al momento de contestarle, me vi interrumpida.

 

―Brown, Bardot. Fuera de mi clase, ya que claramente ninguno de los dos está interesado en ella. ―la voz fuerte del profesor nos tomó por sorpresa, haciendo que ambos nos enderezáramos.

 

Quise pedirle que no nos echara de la clase, pero me di por vencida cuando lo escuché repetir lo mismo, esta vez con un tono aún más elevado que el anterior. Tomé mis cosas y las guardé dentro de mi mochila con rapidez al igual que Eli.

 

Las demás estaban guardando silencio, algún que otro escondiendo su risa mientras nos observaban atentos. Con el rostro caliente salí del aula a paso rápido con el rubio siguiéndome el paso.

 

Cuando cerró la puerta detrás de él, me volteé y sin poder evitarlo, me reí. Era la primera vez que me sacaban de una clase.

 

Eli se acercó a mí, volteando a los lados revisando si nadie más se encontraba por los pasillos. Tomó mi mano y comenzó a correr.

 



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En el texto hay: besos, aprendiendo a besar, panque

Editado: 23.08.2021

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