Cómo conquistar a un escritor [y no morir en el intento]

Capítulo 3

Cuando entré a la oficina de Valeria, el escenario era igual de desfavorable. Habían sacado varios muebles que acompañaban a aquella.

Mi editora se caracterizaba por ser una friki total. Había tenido su oficina decorada con muebles en alusión a diversas sagas literarias desde Harry Potter (desde un pequeño baúl que asemejaba al que usaba el equipo de Quidicth, en donde guardaban la Snitch, dos Bludger y una Quaffle), Las Crónicas de Narnia (una "estantería" había sido adaptado para poner libros y que recordaba al famoso armario de la película "El león, la bruja y el armario"), El señor de los anillos (sillas, un gran sofá y cojines con alusión a ellos, en especial, el de color blanco con dibujos de Gollum era mi favorito). Sin embargo, ninguno de estas decoraciones, que adoraba ver siempre que iba a hablar con ella, estaban aquí. ¡Por Dios! ¿Qué estaba ocurriendo?

—Valeria, ¿qué pasó? —dije a pocos metros de ella, sin esperar nuestros diálogos de costumbre (‹‹Hola, ¿qué tal? ¿Cómo te va en la universidad?››, ‹‹Bien, justo mañana tengo una reunión en 'La calavera del diablo'››, ‹‹Me refería a tus estudios, no a tu vida social››).

—Hola —alegó ella con una pálida cara.

Definitivamente, todos en la editorial tenían un gesto que no presagiaba nada bueno.

—¿Se están mudando o qué? —Moví mi rostro con dirección al pasadizo—. He visto a varios hombres sacar cajas y...

—Siéntate mejor. Estas noticias es mejor recibirlas eh... —Suspiró profundo—. Sentadas.

Sentí una punzada en mi corazón.

¿A qué se refería con recibir una noticia estando sentada? ¿Tan terrible era que ponía en riesgo mi estabilidad física?

Busqué con mi vista la silla con el cojín de mis amores. De inmediato, me dirigí a ella para sentarme. Pero, antes de hacerlo, uno de los hombres de la mudanza se acercó a la oficina y preguntó:

—Señora, me tengo que llevar también aquellas sillas.

Valeria puso una cara de espanto.

—¡¿La de Gollum?! —grité.

¡Noooo! ¿Por qué? ¡A Gollum nadie se lo llevaría de mi lado!

Volteé para observarla para que le contestara como se merecía. ¿Cómo podía permitir que desmantelaran de esa manera su tan preciada y especial oficina? Pero, cuando mis ojos se toparon con los suyos, no emitió palabra alguna. Su cara estaba tan sudorosa, que parecía que había estado corriendo una maratón de varios kilómetros. Solo atinó a servirse un vaso con agua, con mucha dificultad, ya que su mano le temblaba.

Tragué saliva. Esta no parecía una mudanza cualquiera, no.

¿Tan mala era la situación para la editorial? ¿Quizá se había liquidado? Había escuchado que había empresas que se disolvían por problemas económicos y demás... bueno, lo usual, ¿sí? No obstante, Dreamers House no parecía que hubiera tenido problemas económicos recientemente. Sus oficinas eran grandes, tenían varios empleados a su cargo, cada cierto tiempo lanzaban best sellers, etc. Incluso organizaban fiestas con una ostentosidad que me dejaba alucinada. Pero, de todas ellas, la de fin de año era mi favorita.

A esta le llamaban fiesta de agradecimiento. Era una reunión de gala en donde asistían sus empleados, escritores y demás invitados del sector editorial, y siempre se celebraba antes de la Navidad. Yo esperaba con ansias que llegase noviembre para recibir mi invitación, y preparar con ilusión el peinado y vestido que usaría para la ocasión. Pero... ¡esperen un momento! Hoy estábamos veinte de noviembre y todavía no se me había cursado la invitación para la reunión tan esperada. ¿Por qué?

¡Dios mío! Esto quería decir que...

No quise decir en voz alta mis mayores temores fundados. Por el momento, solo necesitaba tener un momento a solas con Valeria para que me informara del asunto y ser consciente de la verdadera magnitud de lo que intuía. Debía robarle tiempo y privacidad a quien fuera, con tal de tener la charla que tanto necesitaba.

—Señor, ¿puede esperar a llevársela, por favor? —me dirigí al hombre.

—Pero... —dijo enarcando la ceja.

Me miró con una cara de "¿Y tú de dónde has salido?", que en otro momento me hubiera intimidado. Mas, la premura de los hechos requería que, la que tuviera que tomar las riendas de la situación sería yo, no él.



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En el texto hay: humor, diferencia de edades, amor

Editado: 05.10.2018

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