Como Dos Gotas De Agua

Sí es una cita

Después de apagar el motor y tomar mis cosas, tallo mis manos contra mi ropa para intentar eliminar el sudor.

 No es una cita. No es una cita.

Mientras camino acomodo mi bolsa en el lado derecho y meto mis manos en los bolsillos del blazer. Los nervios me consumen por dentro por lo que trato de enfocarme en mis pasos sobre la acera.

No es una cita. No es una cita.

Subo los tres escalones para entrar al local y de inmediato lo identifico en una mesa pegada a una enorme ventana que da a la calle principal de la ciudad.

Viste una camiseta pegada negra, pantalones de mezclilla oscuros y unas converse del mismo tono. Su mirada está perdida en algún punto de la calle del otro lado del cristal mientras juega con un popote entre sus dedos largos. Su cabello negro cae casi hasta sus ojos, justo por encima de sus cejas.

Pero eso no es para nada relevante para mí.

Aprovecho que está distraído para tomar una última bocanada de aire antes de llegar a su lado. No se da cuenta de mi presencia hasta que coloco mi bolsa a un lado de la mesa.

—Lo lamento, no te vi llegar —dice después de soltar un respingo.

Su cara exaltada y sus ojos muy abiertos me ponen más nerviosa.

No es una cita. No es una cita.

—No importa.

Por más que intento, no puedo evitar que mi sonrisa sea un poco incómoda.

Rueda los ojos y suspira con una sonrisa.

—¿No tendrás esa cara todo el día, o sí?

—Es la única que tengo, genio.

De inmediato los dos sonreímos, aunque la tensión sigue ahí.

Deja su postura pensativa y se recuesta contra el respaldo de su silla, moviendo el popote entre sus dedos de nuevo, disipando o disimulado la tensión de sus hombros.

—¿Quieres pedir alguna bebida?

—Obviamente. ¿Por qué pediste sin mí? —poso mis ojos en su vaso de café casi vacío. 

Llegué sólo un par de minutos después de lo acordado…

¿O me confundí de hora?

—Llegué desde antes —su voz me saca de mis pensamientos—. No sabía si eras de las locas por la puntualidad o la típica chica que se hace esperar, así que preferí no arriesgarme.

—Por un momento pensé que ibas a actuar como una persona normal, pero ya veo que te encanta ser un patán —digo con un suspiro fingido.

—Las máscaras no van conmigo —dice guiñándome un ojo—. Además, ¿patán? Sé que a veces me comporto así, pero hoy no.

Pelear con él y echarle cosas en cara es una costumbre, que no hacerlo se siente raro.

—Si eso dices… —procuro sonreír.

—¿Por qué siempre estás a la defensiva?

—Porque me gusta.

Eleva su vista al techo con fingida exasperación.

—Señor, ¿en qué lío me metí?

—¡Oye! —Golpeo uno de sus brazos justo antes de que se quite.

—¡Oye! —“Imita” mi voz con un timbre que debe ser demasiado agudo incluso para él.

—¡Hey! ¡Yo no hablo así!

—Claro que sí. No puedo creer que lo niegues.

—Lo niego porque no es verdad.

—¿Quieres que te grabe…? —Se inclina hacia la mesa y saca su celular del bolsillo trasero de los pantalones.

Refunfuño tapándome la cara con desesperación, pero eso sólo sirve para que él se ría a carcajadas de mí.

Con frustración cruzo mis brazos y me recargo en el respaldo de mi asiento, mirándolo fijamente con una ceja levantada.

Me quiero reír con él, pero mi lado cínico es lo único que me hace mantener la compostura en estos momentos.

Él sigue burlándose, pero poco a poco se detiene, hasta que sólo mueve sus hombros y se tapa la boca para evitar emitir sonidos.

—¿Ya te vas a calmar?

—¿Por qué te enojas? —Levanta los brazos y hombros, soltando un gallo mientras habla. Se aclara la garganta antes de continuar—. Tu cara es épica cada vez que te enojas, te pones roja como un jitomate y frunces las cejas, pero a la vez parece que estás a punto de reírte de algo. Es imposible mantenerse serio cuando tienes esa expresión en tu cara.

Con mis labios formo una fina línea mientras lo sigo observando.

—¿Qué?

—¿Cuándo dejarás de burlarte de mí?

—No sabía que lo estaba haciendo —vuelve a reír—. Como sea.

—Como sea.

Giro mi cara hacia la ventana, viendo a los autos pasar a un lado del local.

Okey, tal vez ese “como sea” de mi parte sonó más rudo de lo que quería.

Ni modo.

—No me refería a eso, tonta —lo miro de nuevo, pero mantengo mi cabeza en dirección a la calle—. Sólo te iba a preguntar si quieres seguir en el local o prefieres salir a dar una vuelta.

—¿Por qué dices eso?

—¿Tal vez porque ahora todos nos están viendo? No lo sé, tú das la impresión de que no te gusta llamar la atención.

Una mirada rápida alrededor hace que me dé cuenta de que tiene razón. Más de la mitad de las personas nos ven “disimuladamente”, todos con expresiones distintas en la cara.

Bien, esto es incómodo.

—Sí, supongo que será mejor irnos —digo insegura.

—¿Quieres comprar algo antes de salir? —Toma su cartera antes de levantarse.

—No —niego rápido y tomo mis cosas procurando ver sólo hacia el frente.

Salimos a paso lento del local, caminando al lado contrario de donde está mi camioneta.

Recorrimos un par de calles laterales a la avenida principal haciendo bromas y hablando acerca de la escuela.

Ciertamente no es lo mismo que salir con algún otro amigo, pero siento que poco a poco le puedo agarrar confianza.

—¿Trabajas?

—¿Tú?

Ríe antes de contestar.

—¿Por qué te gusta contestarme con más preguntas? Sí, trabajo por las tardes en la repostería de mis tíos.

—¿Una repostería? —Repito con confusión—. No tienes pinta de atender a la gente.

—La mayor parte del tiempo no lo hago, prefiero quedarme dentro de la cocina preparando los postres.



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En el texto hay: amor, amistad, preparatoria

Editado: 14.07.2024

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