Como robar una estrella

0: Hoy, hace algunos años

 

   —Siete años —soltó en un susurro mientras se sentaba frente a su lápida.

   Pasó su mano con suavidad sobre donde estaba grabado su nombre, y una sonrisa escapó de sus labios al ver como la pintura aún brillaba, parecía que su madre seguía yendo a visitarla con regularidad.

   —Me gustaría no haber estado ausente tanto tiempo, sabes que me fascinaba visitarte —dijo la fémina con una leve risita al momento de recordar la última vez que estuvo ahí. A diferencia de ese día, sus mejillas no estaban rojas y sus ojos enrojecidos no parecían el resultado de una sustancia extraña.

   Con la delicadeza característica de una bailarina, comenzó a sacar las pinturas que llevaba en aquella bolsa amarilla y las acomodó en el pasto.

   —Han pasado muchas cosas.

   Un silencio, acompañado por miradas fugitivas al sol que se preparaba para salir, la hicieron dudar un momento sobre si eso era lo que quería hacer. 

   —De cierta manera, creo que la culpa era lo que no me dejaba visitarte como acostumbraba a hacerlo, sentía que te estaba mintiendo, como si te estuviera reemplazando, y no me quería enfrentar a eso. —Miraba al pasto, aún fingiendo acomodar las cosas que había llevado —.Pero ahora necesito hablar contigo, quiero que sepas todo.

   Abrió la pintura amarilla, mordiendo su labio mientras dudaba si eso era lo que debía hacer.

   —No tenía el valor de hacerlo en silencio, no quería estar sola con mi mente; tuve la idea de hacerlo mientras te mostraba un hobby que desarrollé en estos años; a tu madre le encantó la idea.

   Sacó su cuaderno, un moleskine amarillo, el cual ella misma había decorado con girasoles; justo compo pensaba hacerlo con la lápida de la chica a la que había amado con tal intensidad, que al momento de perderla, había perdido su propia vida.

   En una caligrafía casi impecable se podían leer la mayor parte de sus textos, casi relatados con el mismo formato de una novela, de esas que uno lee en la noche cuando desea escapar de la realidad. Por otro lado, con una pluma de punto más grueso y unas letras no tan legibles, se encontraban algunas anotaciones como encabezado y pie de página.

   Ahí, se podía ver el intento de Abril por hablar con alguien que ya no estaba.

   Porque lo más triste de perder a alguien, es desear contarle algo a esa persona, y recordar que ya no podrá oírlo.

 




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