Como si fuera Cenicienta

7. Hay cosas que no sabes

No miré a mis amigos en el momento que dejé la mesa para seguir a Brooke, no me fijé en el resto de personas de la cafetería, solo la miraba a ella. Todo se había vuelto muy extraño. Seamos honestos, mi vida no es normal. No me había puesto a pensar que era como la de la Cenicienta y ahora tengo presente ese concepto casi todo el tiempo. Soy medio obsesivo con muchas cosas.

Me quedé mirando a Brooke como un idiota, ver cómo las curvas de su cabello caían sobre su espalda, cómo es que caminaba con sus tacones. Evité su mirada cuando ella volteó de repente y me sonrió. ¡Mierda! Caigo ante su sonrisa, estoy seguro de que mi cara en ese momento era de desesperado. Estábamos en un aula con unas cuantas personas más. ¿Eso era hablar a solas?

—¡Chicos, presentación! —exclamó al entrar al aula.

—¿Presentaci... —no terminé de hablar cuando alguien detrás de mí me arrastró hacia un asiento en la parte trasera del salón.

En la pizarra se reflejó una presentación en Power Point sobre el anuario escolar anterior y las actividades de las que mi año había sido partícipe: teatro, deportes, competiciones de todo tipo.

—¿Te nos unes? —preguntó Brooke al final de la presentación mientras los demás, alrededor de unos cuatro, me miraban expectantes—. Creo que necesitaremos tu ayuda.

—¿Unirme? No estoy seguro de que pueda contribuir en algo.

Durante más de tres años me había mantenido lejos de los clubes dedicados a los anuarios, periódicos escolares, equipos de cualquier deporte. Solo formaba parte del Club de Comics con Kyle y Jeremy, y no era para nada popular. Eso era lo que me agradaba. Pasaba desapercibido y tenía una vida tranquila como muchos más en la escuela, aunque ese año las reuniones se habían aplazado un mes y todavía no se había acordado nada.

—Vimos algunas de tus fotografías. Creo que sería de mucha ayuda tenerte como fotógrafo en el equipo —respondió un chico de mediana estatura y lentes grandes, mucho más grandes que su rostro. Aunque le quedaban mejor de lo que se podría pensar, yo los usaría. No hablo en serio, me gustaban sus lentes. Iba a robárselos e irme a un Starbucks. No es en serio. A no ser...

—¿Mis fotografías? —no había tenido una cámara en mis manos en años, sin contar la que tenía mi teléfono.

—Las que presentaste para un concurso hace años —dijo una morena y cabello multicolor a unas mesas de mí.

Claro que supe al instante de lo que hablaban. Poco antes de que mi padre falleciera me inscribí en un concurso que un museo cercano organizaba. Quería demostrarle a mi papá que iba a ser tan buen fotógrafo como él. Después del surf era una de las cosas que más me gustaba practicar.

—Son muy buenas y ya tienen cinco años desde que las tomaste. Las vi hace años expuestas en el museo de arte contemporáneo pero nunca me fije en el nombre —siguió Brooke-. No creo que haya otro Dylan Thompson en Henderson.

¿Qué? ¿Gané? No había visitado el museo en años y nunca me llegó un aviso sobre la exposición de mi trabajo.

—Puede haber un par de personas con mi nombre, hasta chicas —intervine poniéndome de pie para terminar con la conversación.

Yo no quería ser parte de su equipo, pues la fotografía no la había practicado en años. Mi padre decía que la práctica siempre hace al maestro; sin embargo, cómo podía yo ser el indicado para el trabajo si no había tocado una cámara profesional en años. 

Pero el es anuario, una sesión fotográfica.

Si vas a hacer algo, hazlo bien, Fred.

—Claro, todos tienen 17 años y se llaman Dylan Frederick Thompson —¡Joder, me conoce!—. No puede negarlo soy muy curiosa y he investigué. Eh, no pienses que soy stalker, solo curiosa.

¿Ese fue un "eh"?

Eso es lo que parece.

—Brooke, mejor déjame hablar —interrumpió un chico posicionándose delante de mí—. Mira niñito, si no entras a nuestro equipo te irá muy mal. Sabemos quién eres y podemos hacer muchas cosas con ello. Te aseguro que no lo disfrutarás.

—No me uniré. Pueden hacer lo que quieran —dije sin vacilar.

—¡Mierda! —exclamó el chico "rudo" levantando los brazos en señal de rendición—. Lo intenté.

—Vamos, Dylan. Necesitamos a alguien que documente las actividades escolares. Tenemos que superar los anuarios de los años pasados. Este tiene que ser el mejor y los encargados del sector fotográficos no fueron muy buenos antes —continuó Brooke.

—¡Oye! Yo fui una de las fotógrafas —se quejó la chica de pelo multicolor.

Me pedí en tantos colores, verde, azul, roja, celeste. 

—No vuelvas a tomar una cámara en la vida —se burló otra chica que parecía más concentrada en su computadora que en la conversación. Me sorprendió que hablara.

—¡No me jodas, Roberta! —empezó la discusión.

—¡Al menos a mí no me cagó en la cabeza un arcoíris! —respondió la otra dejando su ordenador de lado y poniéndose de pie.

—¡Vamos, ven, acércate! ¡Ahora sí te saco la mierda! —Eh, incómodo. ¿Cuándo pasó cambió el tema?




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