Complicado

Capítulo 25: Recolección de datos

Scarlett

Si en un primer momento me hubiera dicho que se trataba de una discoteca. Ni siquiera lo hubiera tomado en cuenta.

Debí ser más astuta y preguntar primero. Bueno, si algo bueno podía sacarle a este asunto... No. No veía que de bueno podía tener caminar entre borrachos y con olor a droga inundando el lugar.

¿Qué tipo de experimento se podría desarrollar aquí?

—¿Esto es como tu laboratorio? —pregunté con sarcasmo mientras miraba con asco los cuerpos llenos de licor que trataban de caminar en línea recta fracasando estrepitosamente.

Uno de esos cuerpos se encontraba tirado en el suelo encima de vomito. 

Asco.

—Algo así —respondió mientras caminaba hasta uno de esos cuerpos con una mano hurgando en el bolsillo de su chaqueta.

—¿Qué es eso? ¿Píldoras? —Me acerqué con intriga.

Una leve idea surgiendo en mi mente al ver las bebidas puestas en una de las mesas.

—Algo así —mencionó mientras extraía algunas de un frasco y las colocaba en una de las bebidas de uno de los tipos antes de alejarse con disimulo.

Eso en definitiva eran pastillas. Eran pequeñas y de color negro. Se mezclaban al instante con el licor. Ni siquiera burbujeaba demasiado. ¿De dónde lo habrá sacado? El frasco no parecía tener alguna etiqueta.

Mis ojos viajaron hasta la mirada expectante de Justin. Aquel sujeto comenzó a beber ¿Qué esperaba que pasará? De pronto aquellos ojos verdes se posaron en el reloj de la pared.

En menos de lo que pensé aquel sujeto cayo de su silla como si estuviera desmayado.

—Sí. Un minuto más efectivo —alabó Justin en un susurró con los labios levantados en una sonrisa.

Parpadeé un par de veces. Correcto. Era posible que aquellas pastillas fueran creación suya. Después de todo si decidió estudiar psicología clínica era por algo. Aunque no sabía que la creación de pastillas abarcará ese campo. A menos que...

Mi mirada se desvió hasta aquel sujeto desmayado. Bueno ahora ya no estaba tan desmayado. De hecho ya estaba volviendo en sí. Mis cejas se fruncieron, no parecía tan desorientado. Parar ser sincera estaba mucho mejor, se veía normal. Como si no hubiera ingerido ni una gota de alcohol. Si no lo hubiera visto hasta hace unos minutos dudaría que se trata del mismo sujeto.

Huao.

Sin pensarlo mi mirada volvió hasta Justin. Aquellos ojos verdes destellaban.

—Lo usas como conejilla de indias. ¿Cierto? —Él asintió mientras acariciaba el frasco con sus dedos—. ¿Las creaste? —Volvió a asentir mientras sacaba algo más del bolsillo interno de su casaca—. ¿Cómo? No sabía que la psicología clínica llegará a...

—No lo hace —interrumpió mientras se ponía a escribir en la libreta que había sacado recientemente—. Pero no es un impedimento, a menos que seas mediocre y te conformes con lo que la universidad te ofrece —completó aún con la vista fija en los apuntes que estaba haciendo.

Este tipo me agradaba.

—¿Cómo las hiciste? —pregunté con el frasco entre mis dedos—. Ese hombre se recompuso más rápido de lo que....

—Aún no es lo suficiente —mustió cerrando su libreta y guardándola—. Hace años vengo trabajando en esto —señalo el frasco—. Al principio demoraba una hora, ahora solo tres minutos. —Respiró lentamente—. Aún no es suficiente y menos cuando solo funciona con una cantidad de alcohol.

—¿Qué pasa si lo pruebas en agua liquida?

—Demora más. Diez minutos hasta ahora —aclaró mientras veía como el conejillo de indias salía con una expresión perpleja, como sino fuera capaz de recordar que había pasado.

—¿Cómo las hiciste? —volví a preguntar con el asombro tintineando en mis ojos.

Okey. Lo admitiría. Yo era ambiciosa. Si bien practicar con humanos no era éticamente correcto, los resultados eran esplendidos, eso era lo que importaba. Después de todo, nadie había obligado a aquellos tipos a beber hasta perder la conciencia a tal punto de no ser capaces de mantenerse en pie. Justin solo vio una oportunidad y actuó. No era tan diferente a lo que yo hacía.

—Fue un noche hace años. Dicen que los accidentes no existen, esa noche me toco limpiar el laboratorio de química. Supongo que de alguna manera —Cogió el frasco como si fuera lo más valioso del mundo—. Terminé encontrando algunas notas de un compañero. No fue tardado llevarlo a la practica, debo confesar que fue un fiasco la primera vez que lo intente, pero con algunos arreglos terminé convirtiéndolo en una especie de jarabe.

—¿Cuándo los probaste en humanos?

—Hace meses. Al principio tuve miedo de matar a alguien. Con los primero ratones que probé terminaron muriendo de una sobre dosis.

Una pequeña risa brotó de mis labios. Conocer a alguien que hablará de una forma tan despreocupada era cautivante, de una mala forma, pero cautivante al fin y al cabo.

—Me sorprendió que no fueras a soltarme un sermón sobre usar a los seres humanos como conejillas de indias —confesó guardando el frasco en su bolsillo.

—La moral esta sobrevalorada. ¿No lo crees? —Él no contesto. No podía decir que estuviera en desacuerdo, había algo en esos ojos verdes que no alcanzaba a descifrar—. No me mal entiendas —me apresuré a decir—, los principios y valores son buenos. Nos ayudan a no vivir en anarquía, pero... —Tenía que decirlo de una manera que no sonará como una loca adicta al poder, no es que yo lo fuera, al menos no del todo. Todavía—. Tienden a limitarnos en cierta forma.

—¿Qué planeas hacer con tu vida? —preguntó caminando hasta una mesa con un tonito impresionado. Yo no avance—. Siéntate. —Ofreció, por alguna razón algo me decía que él sería de mucha ayuda. Por alguna razón algo me decía que había encontrado a un muy buen socio—. Quiero contarte algo.

 

Fabián

—Otra más —pedí con entusiasmo al barman mientras acercaba a la morena que estaba a lado mío con mucho ímpetu—. Y otro más para esta lindura. Rápido —exigí a viva voz.



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En el texto hay: amor odio, despedidas, problemas y amor

Editado: 30.09.2024

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