Complicado

Capítulo 38: Puntos de vista

Joaquín

—¿Dónde estabas? —pregunté profundamente alarmado y enfermizamente preocupado cuando escuche un rechinido en la puerta—. ¡Sabes que hora es! —exclamé molesto con ciertas gotas de alivio al saber que estaba bien. Ni siquiera pude ir a buscarla. Fue frustrante—. Es más de medianoche. Cualquier cosa pudo haberte pasado. Cualquier tipo pudo haberte raptado. Cualquiera pudo...

—Te quiero —dijo antes de abrazarme con lagrimas en sus ojos—. No vuelvas a irte por favor —pidió con una voz ligera y débil.

Me congele con mil y un regaños en mi garganta.

Esta preocupada. Te necesita. Es solo una niña. Díselo. Eres lo único que tiene.

No podía regañarla. No mientras lloraba. No mientras... no mientras fuera mi culpa que haya salido. Era mi culpa. Mi responsabilidad. Scarlett dependía de mí. Yo era su padre. Si Scarlett salía y le pasaba algo, sería mi culpa. Totalmente mi culpa.

—¿A donde fuiste? —repetí con un tono más suave mientras acariciaba su cabella a modo de consuelo.

—Solo... —titubeó antes de contestar, seguro estaría pensando su respuesta—, solo fui a pensar.

Mentía. 

La conocía lo suficiente como para saberlo. No tenía derecho en recriminárselo. No tenía derecho a nada. No después de mentirle en su cara más de una vez. Ni siquiera era capaz de contarle la verdad. Su madre estaba buscándola.

¿Buscándola?

Una mueca deformó mi rostro. A esa mujer ni siquiera le importaba su hija. Esa arpía decía querer dinero. Si tan solo fuera eso. Si tan solo se contentará con ello. Se lo daría. Se lo daría todo, hasta el ultimo dólar para que se largará de una vez. Mi hija lo valía. Valía eso y más. Era todo lo que tenía. Scarlett era lo único realmente importante que no quería perder. Unas sucias monedas no eran la gran cosa. Con un par de casos más y lo tendría de vuelta conmigo. 

Bright lo sabía. No se contentaría con quitarme hasta el ultimo dólar de mi cuenta bancaria. Por supuesto que no. Esa mujer era más  desdeñosa que aquello. Ella no se detendría hasta poner a Scarlett en mi contra. Hasta arrebatármela de mis brazos. Eso es lo que realmente quería. Era para lo que había venido. Para lo que había aparecido después de tanto tiempo. Lo supe desde el primer momento.

Ahora mismo hasta podía lamentar haberme fijado en ella por primera vez. Cuando la conocí, no era muy diferente de ahora. Era una mujer impetuosa, segura, ambiciosa y maquiavélica. Más de una vez me dio buenas ideas para inculpar a un inocente. Yo era joven y no tenía tanta experiencia en mi carrera como ahora. En ese tiempo creí tener el control sobre la vida de los demás. Encontrar a una mujer con la misma escasa moralidad que yo fue fascinante. Me deslumbro tener la suerte de toparme con alguien parecida a mí. Con alguien que pudiera hablar libremente acerca de mis pensamientos sin que se horrorizaran por mi poco apego por el respeto a la vida ajena. Pero... Jamás creí que se volatería en mi contra. Yo me enamoré de ella. Podía ser insufrible con mis opositores, pero nunca traicionaría a alguien que amaba. Bright no compartía eso. Esa mujer era astuta como el mismísimo diablo. No tenía dificultad para conseguir todo lo que se proponía.

Y... lo estaba consiguiendo. Ni siquiera Bright había puesto un pie en este estado, pero yo y Scarlett estábamos más distanciados que nunca. 

Ahora mismo podía estar abrazándola, era capaz de escuchar su llanto. Me carcomía no poder hacer nada para evitarlo. Ya ni siquiera podíamos hablar con franqueza.

Pero eso se detendría. Tenía que hacerlo. Ya tenía una coartada para hacerla largarse de una vez por todas. 

Le diría que no estaba conmigo. Le diría que la había mandado lejos. A otros país. Noruega si hacía falta.

Tenía gente que me debía su libertad allá. Un pasaporte falso no sería una gran cosa para gente como aquella. 

Sí. Bright tendría que creerlo. Tendría que creerme. Además, para cuando se diera cuenta del engaño ya estaría con Scarlett en otro estado. Es lo que había estado haciendo desde años atrás. Era lo que había estado haciendo desde que me la lleve conmigo al cumplir los tres años.

Ni siquiera me sentía culpable. No del todo. Desde que mi hija nació, la amé. Cada cosa que hacía, cada gesto. cada movimiento, cada palabra, cada pasito que daba estaba tatuado en mi corazón. Era mi hija. Moriría de no tenerla conmigo. De no tener esos desafiantes ojos zafiros confiando en mí.

Aquel día hace trece años atrás, cuando llegue a mi casa. No podía creerlo. Lo primero que encontré fue a Bright, tirada en suelo drogándose, y a mi hija llorando no muy lejos de allí. ¿Cómo se supone que no me la llevará? ¿Cómo se supone que me hiciera la vista gorda y no hiciera nada?

No pude. Ni siquiera lo pensé dos veces, cargué a mi hija en brazos y me la lleve lo más lejos que pude de esa víbora. No me importó que aquella serpiente no la fuera a ver nunca más. Esa no era la vida que quería para ella.

Jamás permitiría que mi hija, sangre de mi sangre, carne de mi carne tuviera semejante escoria como madre. Drogada y con espuma en la boca. Ni si quiera era la primera vez que la encontraba así. Y lo peor era que, en aquel punto, ya ni siquiera recordaba cual fue la situación para no pedirle el divorcio. Simplemente no pude aguantarla más. 

No sería hipócrita. Yo estaba lejos de ser una buena persona. Pero jamás dejaría de protegerla, daría mi vida si era necesario. Después de todo. ¿Qué cosa no sería capaz de realizar un padre por el bienestar de su hija? En lo que respectaba a mí. Morir era poco.

¿Se imaginan en que tipo de persona se pudo convertir de haber vivido bajo la influencia de su madre? Madre. Esa palabra le quedaba grande a Bright. 

Scarlett se hubiera convertido en una persona fría, calculadora, despiadada y sin corazón. Igual a esa víbora. Y sí, yo podía amar a mi hija, pero no estaba ciego. Sabía que Scarlett no era precisamente un ángel. Pero al menos conmigo, tenía sentimientos. Conocía lo que era el cariño, conocía lo que era el amor de un padre. Un amor incondicional y desinteresado. Quizá, ella lo usará poco en los demás, pero no significaba que no hubiera. Por muy pequeño que fuera, había un apartado cálido en su corazón.



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En el texto hay: amor odio, despedidas, problemas y amor

Editado: 30.09.2024

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