Scarlett
Solo he estado ocupado. Mejor que nadie sabes lo absorbente que es mi trabajo.
Esa palabras no dejaban tranquila mi mente. Si como no. Yo era tan ingenua como para creerlo. Sin embargo no le dije nada. De él no saldría nada. Y sí era Bright de la que se trataba todo esto, lo descubriría yo misma. Tenía que saber que me ocultaba. Era una necesidad más allá de mi control.
Pero esa necesidad tendría que esperar una horas, al menos mientras las ocho horas de estudio acabaran. Yo antes no lo hubiera llamado tedioso. Pero ahora, con los constantes insultos que le propiciaban a la rubia, incluso a mí me comenzaba a estresar.
Hoy yo ya la había defendido. Dos veces de hecho. Una en los pasillos y otra en clase. La reacción de su parte no fue para nada de alguien agradecida. Al contrario la primera vez me fulmino con la mirada después de chillar que no me metiera y la segunda vez solo me ignoro.
Mi conciencia pareció conformarse con ello. Al menos por las siguientes tres horas. Pero ahora, en este mismo instante mientras estaba sentada con con Catalina y Adelaida mi conciencia ya no lo estaba.
La rubia se había levantado de algún lugar con los ojos llorosos y la melena enmarañada. Caminaba como si fuera un alma en pena entre varios alumnos que se le quedaban viendo. Algunos con asco y otros con...
En fin, mientras nadie la insultara yo no estaría obligada a defenderla.
―Hazte para atrás, puta, contaminas este lugar ―se quejó una morena mientras la empujaba.
Una mueca arruino mi rostro. No debí pensarlo tan pronto. Para mi mala suerte, estaban demasiado cerca de donde nosotras estábamos sentadas.
―Por fin esta recibiendo su merecido ―escuché decir a Catalina con diversión―. Es bueno verla sufriendo tanto como...
―Cat ―interrumpió la castaña―. Eso no esta bien ―susurró con la cabeza hacia abajo.
Catalina solía ser demasiado moral en muchas cosas, pero hasta yo sabía que ahora tenía razón.
―Tu también lo piensas ―aclaró despreocupada―. Todos lo pensamos. ¿O no Scarlett? ―preguntó sin esperar mi respuesta para seguir hablando―. Tu idea fue brillante. Ahora me alegro de haberte...
―Déjenla en paz ―vociferé al ponerme en pie y encarar a las brabuconas que la estaban empujando de un lugar a otro como si fuera una especie de basura―. Ella no les ha hecho nada.
Las tipas en cuestión me dieron una mirada incrédula y de pocos amigos. Como si creyeran irreal que alguien la defendiera. Y sí, hasta ayer yo también lo creía irreal.
.―No te entrometas. No es tu asunto.
―Tienes razón ―concedí con una mirada desafiante, nada a favor de dar la charla por terminada―. No es mi asunto. Y tampoco es el tuyo ―calaré sujetando a la rubia y apartándola de ellas―. No tienes porque tratarla así solo porque allá cometido un error.
―¿Un error? ―soltó una carcajada―. ¿Des...
―Sí ―la corté antes que siguiera―. Fue un error. Todos comentemos errores, lo hacemos todo el tiempo. Así que déjenla en paz.
―Ella no es una buena persona para que alguien la defienda, esta pu...
―Lo sé ―interrumpí alzando la voz―, muchas la odian. Muchos disfrutan de verla así. Pues cada persona que disfrute verla así es igual o hasta peor que ella. Todos los que ríen ahora son una bola de hipócritas ―Incluida yo en algún momento―. ¿O me vas a negar que hasta hace un mes no formabas parte del enjambre que estaba a su alrededor? ¿Por qué no fuiste valiente y la encaraste en ese entonces? ¿Por qué esperaste que estuviera así para hacer algo? Sino tuviste el valor para hacer algo antes, tampoco lo hagas ahora. ¡Y esto va para todos! ―anuncié captando sus miradas―. Cualquier persona que la moleste tenga el decoro de aceptar las consecuencias después, créanme que las habrá. Y sino me creen... ―una sonrisa tiro de mis labios, una sonrisa nada agradable ni amistosa―. Pregúntenle a Johnson. ―Lo señale con la mirada―. Vamos. Contesta ―pedí con un tono malicioso.
Al instante el sujeto en cuestión palideció y comenzó a tartamudear, las muchachas que estaba a su alrededor empezaron a alejarse al ver como parecía un lio al tratar de hablar o cuando menos huir de todas las miradas.
Un reclusorio de menores.
No mentiría. Hasta yo me asustaría de ir a semejante lugar.
―Así que ―retomé la palabra a viva voz―. Sino quieren acabar como él más vale que la dejen en paz. Espero que no tener que repetirlo ―hablé con desdén antes de sentarme y que muchos murmullos comenzaran a circular.
Al menos tendrían algo de que hablar que de la zorrita en cuestión. Al menos esperaba que esta vez si diera resultado.
―Siéntate a menos que consideres que los baños es mejor opción ―avise con un tono nada amistoso.
Ser gentil con alguien que tenía fuertes sospechas que era la culpable de su martirió no sería recomendable. Al menos así lo vería ella.
―No puedes ―intervino la pelinegra con un tono casi indignado―. Sabes lo que nos hizo. Ni siquiera sé porque la defiendes. Es una puta. Debe estar con los de su clase. Lejos de aquí ―murmuró con gesto de asco al mirarla.
―Siéntate ―propuse de nuevo a la rubia como sino hubiera escuchado nada―. Si te molesta siempre puedes levantarte e irte ―avisé antes que la pelinegra pudiera decir cualquier otra cosa.
***
Refunfuñando avance entre la multitud. ¿Quién sabría por que los pasillos de este lugar estaban tan llenos? Quizá porque la mayoría tenía educación física a esta hora.
Deportes.
Refunfuñé unas vez más.
Al menos era la ultima hora. Terminaba con esto y las mentiras de mi padre serían lo único en mi cabeza. Solo era unas horas, pero al menos ningún insulto había llegado a mis oídos. Er un progreso. Al menos quería que mi conciencia lo creyera.
―Vamos zorrita ―escuché una voz cuando pasaba por los vestidores.