Capítulo 40: Problemático

Scarlett

Respiré lentamente aún tratando de recordar como había llegado a este punto. Mi ideal no fue estar sentada en el piso del baño mientras trataba de consolar a la señorita sensibilidad. 

De hecho mi ideal fue golpear la puerta del director y delatar a aquel misógino degenerado. ¿Cómo se atrevió a atarla de manos? ¿A amordazarlo y encima a cubrirles los ojos? Literalmente ese sujeto pudo haber echo lo que quiso. Ni siquiera quería imaginarlo, pero mi mente estaba demasiado enfurecida como para ser racional.

Claro, esa es la única razón. Para nada es que no se haya resistido ante uno de tus chantajes. O que no haya sido predecible como esperabas. 

Refunfuñe molesta. Pero sí. No mentiría. Ese era el motor que me movía. Quizá no fuera el mejor motivo de todos, quizá me pudieran tachar de insensible, pero... 

Pero yo nunca me había llenado la boca diciendo que era alguien buena y empática. Y sí, mis motivos podían ser egoístas, pero... pero al menos Lincy lo agradecería. O si tuviera algo de sentido común lo haría.

Pero no. 

Mi delito fue desatarla. Ni bien vio donde estábamos se abalanzo sobre mí, en algo que creo que fue un abrazo, aunque también podría ser calificado como un ataque de asfixia. Pero bueno, comenzó a llorar y suplicar que nos fuéramos de ahí. Casi me atragante con mi saliva cuando escuche salir de su boca un gracias.

No solo un gracias. No dejaba de repetirlo. Su voz rota y un liquido acuoso saliendo de sus ojos.

Cuando menos lo esperé ya estábamos aquí.

Sí, no lo negaría, verla así de algún modo, calmo a mi orgullo. Al parecer por la mueca que tenía en el rostro, mi orgullo quería venganza. Y mi orgullo no entendía razones. Tampoco es que me esforzará mucho en ello.

Rodé los ojos mientras acariciaba su cabello a modo de consuelo. O al menos intentándolo. Esos mechones rubios parecían más un nido de pájaros que... cabello.

Un minuto. Cinco minutos. Diez minutos. 

Yo no tenía nada en contra de la gente sensible, tampoco tenía odio hacia las personas que preferían usar sus sentimientos ante la razón. Que no lo comprendiera no significaba que lo odiara. Pero... pero esto.. ya ni siquiera podía entender lo que balbuceaba.

Reprimí las ganas de levantarme y decir que no era para tanto. No me culpen. Yo no era alguien empática. Sí. Era lo suficiente como para defender a alguien, pero en parte más por un sentimiento distorsionado de lo que yo consideraba justicia que por la persona en sí.

Mi mirada cayo en Lincy por unos instantes. Si miraba en retrospectiva, quizá si era para tanto y de algún modo. De algún extraño modo llorar era mejor que tragárselo, aunque según lo que me había contado Leonel, ella no había dejado de llorar desde que la comenzaron a agredir. Así que... ¿Por cuanto tiempo más podría llorar como una magdalena? Si me preguntaban a mí, ni siquiera me interesaba la respuesta, ni siquiera quería estar aquí para descubrirlo. Pero, todo indicaba a que lo estaría. Ya habían pasado dos horas o al menos se sentían como tal. Y la rubia que estaba con la cabeza sobre mi regazo no dejaba de sollozar de lo injusto que era todo.

―Sí ―respondí esperando haber entendido algo de sus balbuceos.

Por unos minutos no dijo nada. Solo sollozo hasta sorber su nariz, inhalo hondo antes de comenzar lo que creo yo sería un lloriqueo.

―No puedo. No puedo ―repitió con la voz apagada―. Soy inútil ―balbuceó con la voz quebradiza.

Así que de eso era de lo que estaba hablando. Suspiré con resignación. No le diría el sermón de que era importante y que valía. Con los ánimos que estaba solo se enfrascaría en su misma miseria.

―Al menos defiéndete ―intenté alentarla.

Aún no había descartado lo del director. Quizá si la persuadía de algún modo terminará delatándolos.

―No puedo ―repitió―. No puedo hacer nada. Soy inútil.

Rodé los ojos tratando de mantener la calma. Esto era ridículo. Yo ni siquiera era su amiga. Ni siquiera me agradaba. Es más, todo esto era solo por un problema con mi conciencia. Aún así me encontré aconsejándola. Como si ella fuera a seguir el consejo.

―Entonces trata de no serlo ―solté con un tono rudo―. Haz algo al respecto. Si crees que tu vida es miserable. Entonces cámbialo. Defiéndete. 

―No puedo ―mustió―. Solo... solo empeoraré las cosas, si yo hablo, ellos...  ―su voz cada vez más frágil y entrecortada―. Esto... esto solo empeorará. No quiero que empeoré. No quiero.

Resoplé insatisfecha.

A este paso no llegaría a buen puerto. Unos segundos fueron suficientes para caer en cuenta que había vuelto a llorar. Por un instante, creí que lo mejor sería ir a la enfermería al menos ahí encontraría algo para combatir la depresión o por lo menos un vaso de agua. O simplemente dejarla en la enfermería, así podría librarme e ir hasta mi casa. A como iban las cosas, era obvio que mi padre no estaría. Su oficina seguro ahora sería un campo minado. Y con respecto a Clyde dudaba que lo encontraba mágicamente esperándome. Así que tendría que idear algo, eso o quedarme en mi casa a esperar pacientemente que todo volviera a la normalidad.

Con suerte pude reprimir la carcajada que estuvo por salir de mis labios. ¿Esperar? ¿Yo? No. En definitivo eso no pasaría. Eso era algo que en definitiva yo no iba a hacer.

***

Una vez que logre convencerla de ir a la enfermería mi plan era dejarla con una gentil enfermera que se encargara de contactar a sus padres. No había nada más que yo pudiera hacer. O mejor dicho no había nada más que yo quisiera hacer.

La enfermera no demoró en llamar a los responsables de Lincy. Bien. No tenía tiempo que perder. Debía desaparecer mientras podía. A mi pesar no llegue muy lejos, ni siquiera llegué a dar dos pasos. Una mano me tenía sujeta. ¿Acaso no entendió lo que dijo la enfermera? Sus padres vendrían. Al menos deberían hacerlo, la enfermera ya era la tercera vez que los llamaba y hasta ahora ninguna llamada entro. Bueno, eso no era razón para creer que no contestarían,