Scarlett
No.
Esa palabra se repitió en mi mente tras analizar la situación.
No me serviría de nada actuar impulsivamente. Respire profundo después de convencerme que devolverle el teléfono no era descabellado.
Yo odiaba delegar. En serio odiaba delegar. Ahora imagínense tener que hacerlo con alguien con la capacidad cognitiva de un gusano. Por Dios, era un desastre. No había forma que le confiara algo a este tipo. Tampoco había forma de estar segura de la ubicación de mi padre sin llamarlo. Y tampoco había forma que yo lo llamará sin levantar sospecha.
Maldición.
¿Quién rayos le manda a bloquear su ubicación? No se puede ser tan paranoico.
Maldición.
—Llámalo —ordené tratando de no sonar enojada. No. Enojada no era la palabra correcta. No se acercaba al infierno que era mis emociones.
Respira Scarlett. Respira.
Esa voz en el fondo de mi mente solo lo empeoraba más.
Maldición.
—Llámalo —repetí a regañadientes fulminándolo con la mirada.
¿Por qué rayos no obedecía? ¿Acaso quería sacarme de quicio? ¿Acaso no valoraba su vida?
—Fabián, llámalo —volví a ordenar tendiéndole el móvil por tercera vez—. Aceptaste cooperar en esto —recordé ya algo harta de su negativa—. Llámalo de una...
—¡¿Y que mierda pretendas que le diga?! —rugió con rabia antes de lanzar una mirada desesperada.
Por un segundo me limite a morder la atrocidad que luchaba por salir de mi boca. Yo no era buena tragando mis palabras, yo no buscaba serlo, al menos no con tipos como él.
Después de haber tragado aquellos insultos, una cosa pareció dispersarse en mi cabeza. Fabián no lo llamaría aunque lo amenazará con un arma. Por otro lado, mi padre solía ser muy controlador con ciertas cosas o... con personas ineptas. Mi padre no era alguien paciente, quizá sería mejor esperar a que él mismo llamará. Lo haría al no tener respuesta por parte del inepto. Según lo que pude ver, el ultimo mensaje que Fabián le envió fue hace hora y cuarentaicinco minutos. Si bien la palabra paciencia no era una de mis favoritas, era lo más razonable en este caso, mi padre lo llamaría cuando se cumpla la hora estipulada. Entonces tenía quince minutos para...
Resoplé con irritación. Quince minutos de una aburrida nada. Al menos podría pensar en como reaccionar cuando él llamara. Tenía que reaccionar sorprendida, como si no supiera porque mi padre lo estaría llamando. No sería complicado. Lo complicado sería llegar a la empresa antes que mi padre tenga una buena coartada.
Bueno, siempre podría...
—No quiero tener nada que ver con tu padre —mustió una voz algo enfadada—. Menos contigo —escupió antes de mirarme con frustración—. No quiero estar en medio de... de lo que sea que sea esto.
—Yo tampoco quiero que entrometas tus narices en esto —aclaré con cierta indignación antes de cruzar los brazos.
Por favor, que el tiempo se moviera más rápido. Quince minutos serían eternos a su lado. Si al menos pudiera echarlo de aquí. Maldición. Necesitaba que se quedara. Él era una prueba con patas que podría usar contra mi padre. Rayos. ¿Por qué tenía que ser él? Entre todas las personas por que este soquete.
—No debí haber escuchado nada —murmuró con las manos en los bolsillos, para mi suerte, no demasiado bajo como para que no oyera—. Se puso como loco cuando...
—¿Escuchar? —interrumpí con algo de interés. Algo era apenas un ápice del inmenso resplandor que latían en mis ojos—. ¿Qué escuchaste? —pregunté con un tonito curioso mientras no dejaba de mirarlo—. Fabián. ¿Escuchaste algo? ¿Qué cosa? —un tono casi ansioso tomando el protagónico de mis voz mientras me acercaba, se que quizá no era la mejor forma de obtener lo que quería. Pero si este ser humano había escuchado algo que puso a mi padre como loco. Sin duda yo tenía que saberlo. A cualquier costo.
El ojiverde no habló. Casi parecía incrédulo. Y se lo concedo, de no estar tan emocionada-desesperada por una respuesta, este comportamiento sería inaudito para mí. Literalmente me estaba poniendo en bandeja de plata. Si Fabián tuviera un poco de inteligencia y astucia podría usarlo en mi contra. Yo quería saberlo, en verdad necesitaba saber que había podido enloquecer a mi padre. Ahora solo podía esperar que él en verdad no haya aprendido nada.
Por su aparente expresión perpleja y confundida, mi pellejo estaba a salvo. Solo esperaba que continuará así. Al menos hasta que pudiera controlar la enorme curiosidad que reinaba en mis ojos.
—Yo no soy muy buena para pedir cosas —me apresuré a decir, quizá si lo trataba no tan mal, no se le ocurriría manipularme. No es que pudiera hacerlo, pero... él tenía algo que yo necesitaba, la mitad del trabajo ya estaba hecho, la soga ya estaba sobre mi cuello, solo era cuestión de tirar y yo tendría que ceder. En verdad esperaba que eso no pasará o tendría problemas, problemas a los que no encontraba una bendita solución—. Pero... —ahogue el tono mandón que quería emerger—. ¿Qué fue lo que escuchaste? —cuestione con un tono suave y amable, casi era doloroso de usar y casi quería arrancarlo de mi boca—. Fabián. Por favor. Dime. ¿Qué escuchaste?
El tono amigable me estaba torturando, pero al parecer lo confundió lo suficiente como para que no analizara la situación. Bien. Me convenía. Era lo único que me importaba aquí.
—No sé, solo...
—Solo dilo —pedí obligándome a morder mi lengua.
—Ni siquiera me acuer...
—Pues recuerda —casi exigí sin poder evitarlo—. Oblígate a recordar —susurré entre dientes—. ¿Qué fue lo que escuchaste?
—No sé, algo... algo de una mujer.
—¿Una mujer? —pregunté dejando atrás todo intento fallido de amabilidad, un tono casi desquiciado se apodero de mi voz cuando una alarma comenzó a sonar en el fondo de mi mente. Recuerdan lo que dije acerca de que hasta sería mejor que mi padre tuviera una amante a que se tratara de Briggitte, pues... ahora no estaba tan segura.—Fabián, recuerda. Vamos —exigí avanzando más hacía él. Esa cabeza debía recordar algo. Algo útil que me quitara las ideas atroces de la mente—. ¿Qué dijo? ¿A quién nombro? ¿Su nombre? ¿Qué nombre dijo? —pregunté con mis ojos fijos en el sujeto que no se atrevía a pronunciar palabra. ¿Qué quería? ¿Matarme de los nervios? Lo estaba consiguiendo—. Fabián —chillé de nuevo.