Con amor, Hayley.

Enero 24, 2019.

Enero 24, 2019

Querido Tao:

Pareció que el incidente del cable no solo marcó tu cuello sino también el fin de la buena racha en tu nuevo año.

Debido a que sudar te irritaba la herida y retrasaba la cicatrización, optaste por dejar de trabajar y de hacer ejercicio por algunos días. El problema fue que se te empezaron a acumular las deudas y el dinero no te alcanzaba para pagarlas. Entonces te llenaste de tanto estrés que perdiste la dieta, y cuando quisiste retomar los ejercicios no pudiste.

Tuvimos unos días hermosos, seguíamos con la dinámica de ser atrevidos con el tema de los besos y bromeamos mucho porque cuando pasaban varios días sin vernos los labios se me rajaban y tú venías a mi rescate para darles tratamiento. Especialmente desde que habíamos traído el sofá, pues este se había convertido en el testigo de nuestras maratones de besos.

También nos seguíamos compartiendo imágenes con mensajes bonitos y cosas por el estilo, como cuando te envíe el enlace de un estudio que afirmaba que besar apasionadamente ayuda a quemar tantas calorías como caminar.

“Amor, ya sé cómo ayudarte con tu dieta”

Te había escrito y tú estabas encantado con la idea. O cuando reparaste mi celular y estaba tan feliz que te quería comer a besos. Te decía que eras el mejor y eso te elevaba el orgullo.

Oh, pero las mejores conversaciones era cuando hacía frío y me insinuabas que querías quedarte a dormir en mi casa conmigo.

“Deberías dormir con buzo, o dormir conmigo para que yo te quite el frío.”

Me resultaban muy divertidas esas insinuaciones porque ambos sabíamos que era algo que no iba a suceder a menos que quisiera que mi madre me matara.

“Señor, bájele a la tentación”  
Te contestaba divertida.

Entonces, unos días después te noté decaído, andabas cabizbajo y hacías comentarios negativos acerca de que no lograbas cumplir tus metas, creías que todo por lo que estabas trabajando ahora se perdía con mayor facilidad. Me preocupé y traté de animarte.

“Tao, no abandones tu meta de bajar de peso. Ya sabes que yo te quiero tal y como eres, pero también me preocupa tu salud y no quiero que te des por vencido. Ya lo hiciste una vez y puedes hacerlo de nuevo. Yo sé que puedes hacerlo amor, tienes todo mi amor y mi apoyo.

Además, creo que sería bueno que fueras al médico para saber con certeza como está tu salud. Hacerte análisis, pesarte, ver a un nutricionista y hacer las cosas al ritmo que puedas hacerlas, sin presionarte demasiado, para que no se te haga tan duro.”

Mi intensión en ningún momento fue otra que apoyarte, pero terminamos hablando de otras cosas. 

Me constaste un sueño que tuviste en el que aparecimos tu mejor amigo, Ángel, y yo, en el cual algo te había pasado y debíamos ir al médico. Yo estaba en tu casa contigo porque te iba a acompañar, pero cuando ya nos íbamos Ángel llegó para acompañarnos, pero se nos explotaron unos globos que aparecieron de la nada y al final no fuimos al médico.

De cualquier forma, terminamos hablando de lo mucho que tú querías que yo fuera a tu casa. Resultó que también habías soñado que yo había ido a visitarte y estábamos en tu cuarto jugando, yo me tiraba sobre ti y nos besábamos.

“No hicimos nada en el sueño, más que besarnos y fue bonito. Se sintió genial.”

Ya habíamos mencionado antes que yo debía ir a visitarte y aunque la verdad me daba un poco de pena, no tenía mayor problema en hacerlo. El desacuerdo estaba en que tú deseabas que el tiempo que yo estuviera en tu casa lo pasáramos solos en tu habitación y no podía hacer eso.

Mi madre es una mujer muy estricta y de modales antiguos, ya se lo había mencionado y me había prohibido estrictamente visitarte en tu habitación. Decía que aunque tuviera 21 años y me hiciera responsable de los gastos de la casa, me castigaría o incluso golpearía si yo la desobedecía.

Para ella, pasar tiempo a solas en la habitación de mi novio ponía en tela de juicio mis valores y mi virginidad, pues a vista de tu familia y de cualquier persona estaríamos teniendo intimidad aunque la puerta estuviese abierta todo el tiempo.

Por supuesto que yo no creía en nada de eso, y me importaba muy poco lo que pensaran las personas, también entendía que tu casa tenía poco espacio y al no tener muebles, tu habitación era la mejor opción. A pesar de ello, prefería obedecer a mi madre y ser lo más prudente que pudiera para evitar molestarla.

“Sería lindo. Lo más pronto que pueda y quieras que vaya iré, pero no puedo estar en tu cuarto. Ya sé que no haremos nada malo, pero ya conoces lo que piensa mi madre.”

Fue en ese momento cuando me confesaste algo que alguna vez había notado, pero que no quise prestar atención. Me contaste que tu padre tenía un poco de recelo conmigo por el hecho de que no fuera a tu casa a visitarte o a las reuniones familiares.

“Él relaciona el que no me visites con que no me quieres lo suficiente. Ya me ha preguntado varias veces por qué no vienes, al igual que en cada celebración. Dice que no me quieres, que te doy vergüenza y se arma todas unas películas.”

Santo Dios...




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